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La Inmaculada Concepción, un caso particular

Inmaculistas y maculistas

La Inmaculada Concepción de María es, sin lugar a dudas, uno de los temas más importantes de la cultura visual iberoamericana. Su significado no se reduce solamente a las advocaciones de la Virgen. Como se observa en la gráfica, ocupa el primer lugar en el número de producciones, 24 % del total de la categoría. La relevancia de la Inmaculada también se debe a que es uno de los temas con mayor cantidad de representaciones en América, junto con san Francisco de Asís. Fue una de las devociones más importantes, a pesar de que representaba un problema teológico bastante complejo en su época. La tradición católica sostiene que, debido a la caída de Adán y Eva, todas las personas nacen con el pecado original. La Inmaculada Concepción está relacionada con la idea de que la Virgen fue predestinada desde tiempos inmemoriales  y por eso es la única mortal concebida sin pecado original. Su carácter polémico se debe a que esta propuesta no era aceptada por algunos sectores de la Iglesia católica, especialmente por la Orden de los Dominicos, quienes, aunque no cuestionaban la condición virginal de María, pensaban que había nacido con pecado original. El problema se resolvió solo hasta 1854, cuando Pío IX declaró dogma de la Iglesia católica a la Inmaculada Concepción. Hasta entonces su situación había sido ambigua, y esto fue lo que dividió las posturas a lo largo de los siglos anteriores.

Mapa 1. Proporción de la Inmaculada en relación a las advocaciones

La dificultad para que la Inmaculada fuera aceptada unánimemente en el mundo católico se debió, entre otras cosas, a diversos inconvenientes teológicos, de los cuales el más significativo es que no existían referencias en los textos evangélicos, lo que ocasionaba suficiente duda. Desde la Edad Media, los teólogos de la cristiandad latina se dividieron en maculistas, quienes rechazaban esta postura, y los inmaculistas, quienes la aceptaban. El debate comenzó temprano, en el siglo V ya se habían esbozado teorías sobre el nacimiento de María, pero principalmente fue a partir del siglo XIII cuando se ahondó en la reflexión de este problema. Las recién aparecidas órdenes mendicantes, que habían tomado lugar en el mundo de las universidades, entraron en el debate, en el que comenzaron a aparecer detractores y defensores. Entre los primeros, santo Tomás de Aquino, quien defendió la hipótesis que la Virgen había sido bendecida en el útero, lo que “la absolvía pero no libraba a María del pecado original”, posición a la que se unieron todos los miembros de su orden, la de los domincos. Por el contrario, su contemporáneo, el franciscano Duns Escoto, fue uno de sus más fervientes defensores, por esta razón aparecerá con mucha frecuencia en las pinturas como parte del aparato escénico de las inmaculadas coloniales. Esta historia llevó a que en el mundo colonial se enfrentaran los dominicos contra los franciscanos, a quienes se les aliaron los jesuitas en el siglo XVI. Esta historia tiene otras repercusiones: ciudades inmaculistas contra otras maculistas están presentes en la historia de España barroca, lo cual también se hace presente en la América colonial.

Estos elementos son los que hacen interesante la historia de la Inmaculada en la América colonial. Su presencia visual, a pesar de estos enfrentamientos, está asegurada a lo largo y ancho del continente, como se observa en el mapa 1. Aunque Brasil tiene la mayor cantidad de la producción del tema, las inmaculadas gozaron de un culto extendido proporcionalmente en la mayor parte de las regiones coloniales, como la Nueva España, Perú, Quito, Río de la Plata y la Nueva Granada. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que en algunas regiones tiene mayor culto cierto tipo de inmaculadas que en otros lugares, como, por ejemplo, la mujer del Apocalipsis en la Nueva España o la Tota Pulchra en Perú. Esta aceptación no solo es iconográfica, como tampoco es solo de subtemáticas, porque también está relacionado con las alegorías a la Virgen, razón por la cual estos temas son más fuertes en unas regiones que en otras.

 

La Inmaculada en el tiempo

La Inmaculada está presente a lo largo de todo el periodo colonial, teniendo más fuerza en el momento en que se organiza una sociedad mucho más celosa de sus tradiciones. En la curva temporal aparece que el tema es más relevante entre 1615 y 1715. De igual forma puede notarse que la producción de ciertos subtemas, como la Virgen Inmaculada y la Tota Pulchra, marchan paralelamente, mientras que las defensas de la Inmaculada son más frecuentes en la primera mitad del siglo XVIII (gráfica 1).

Gráfica 1. Línea de tiempo de las pinturas de la Inmaculada Concepción

 

Relatos y gestos de la Inmaculada

Los temas visuales vinculados a la advocación de la Inmaculada Concepción pueden clasificarse a partir de dos ámbitos: aquellos en los que la tradición de la Iglesia ha justificado como sugeridos por el Nuevo Testamento o, por lo menos, aquellos que se cree que proceden del libro del Apocalipsis y de la misma tradición; y los que surgen de la estructura narrativa de las pinturas. De cualquier manera, la manera como se pinta la Inmaculada hace parte de un mismo modelo, a partir del cual se estructura el relato con más o menos detalles. En el conjunto se encuentran cuatro grandes tópicos: el primero de ellos, las inmaculadas tradicionales; en segundo lugar, las totas pulchras, similares a la anterior pero conteniendo alusiones a las letanías y una carga simbólica que hace parte de esta iconografía; las vírgenes del Apocalipsis; y, finalmente, las defensas de la Inmaculada. En la gráfica de temas inmaculistas pueden observarse las diversas proporciones, en las cuales sobresalen las dos primeras temáticas con más de 88 %.

El tema visual tradicional de la Inmaculada se basa en un tipo de imagen popularizado en las escuelas españolas barrocas del siglo XVII, principalmente la sevillana. Este modelo representa a la Virgen María como una niña en el momento de la asunción, lo cual se pinta de varias maneras: parada sobre ángeles, sostenida sobre ángeles o parada sobre una nube que tiene ángeles. Al fondo, el escenario se revienta en un rompimiento de gloria y muestra diversos elementos compositivos a su alrededor. Se destaca un detalle: es de las pocas advocaciones que tienen colores propios, vestido blanco y capa azul. Un buen ejemplo de la Inmaculada tradicional se encuentra en Arca 5285, de modo que con base en este modelo se llevaron a cabo las interpretaciones visuales americanas. Al modelo se le pueden reconocer ocho variaciones que, si bien no estaban programadas o estructuradas de esta manera, sirven para establecer una diferencia en los intereses o en las maneras como se deseaba comunicar un mensaje con la Inmaculada.

Ilustración 1. Miguel de Santiago, Virgen Alada del Apocalipsis. Óleo sobre tela, siglo XVII, Quito. (Dominio público)

 

Este último aspecto remite a la importancia del gesto en la cultura colonial, que servía para establecer tanto la narrativa como la intencionalidad de la imagen. En las pinturas tradicionales de la Inmaculada, una buena parte de las diferencias se deben a la postura gestual. Puede tomarse como punto de partida la gestualidad que depende de los brazos, por ejemplo, en Arca 5285 están cruzados. Pero en otras inmaculadas encontramos distintos gestos: las manos juntas en actitud de oración (ilustración 1, Arca 888), o una mano cerca al pecho y la otra extendida (Arca 2269). Estas tres actitudes definen relatos: entrega, oración y manifestación de la grandeza de Dios, son los tres mensajes que comunican estas imágenes de acuerdo con la quirología o el arte de comunicar con las manos (Caramuel de Lobkowitz, 2008).

Las siguientes cinco variaciones contienen una característica, las iconografías múltiples, lo que es particular en las narraciones de la Virgen Inmaculada (Gisbert, 2002, p. 79), como también sucede con las representaciones de la Virgen del Rosario. Este tipo de iconografía permite que una pintura no se inscriba en una sola representación, sino en varias al mismo tiempo. En estos casos se ha privilegiado a la Inmaculada porque es el eje de la narración, lo cual incluye otras formas de representación: la coronación de la Virgen como Inmaculada, cuyo gesto son las manos juntas y coronada por ángeles (Arca 839); la Inmaculada con la eucaristía, también cercana a la coronación, pero acompañada de la custodia eucarística y la Trinidad (Arca 16734). Las siguientes tres clasificaciones de la Inmaculada se agrupan a partir de su compañía visual: con la Trinidad (Arca 3278), con santos (Arca 3231) o con la combinación de los dos. Como las anteriores descripciones, por lo general, estas imágenes combinan una gestualidad, en la cual prima el gesto de las manos juntas en acción de oración (oro) y las iconografías múltiples. Detrás de estas representaciones existen muchos otros detalles que deberían tenerse en cuenta y permitirían hacer más subclasificaciones temáticas, entre las que se encuentra el objeto sobre el cual se encuentra la Virgen (el mundo, el dragón o la serpiente), el tipo de flores, la escenografía, quién la acompaña, etc.

Ilustración 2. Baltasar de Echave Ibía, Tota Pulchra [La Inmaculada]. Óleo sobre tela, ca. 1620, Nueva España. Colección Museo Nacional de Arte, México. (Dominio público)

El segundo grupo mayoritario de inmaculadas se denomina Tota Pulchra, expresión que proviene del libro del Cantar de los Cantares (4:7) y alude a la belleza de la Virgen y su carácter sin mancha. Para representar el conjunto de virtudes que la acompaña, desde el siglo XV se recurrió a las letanías, que tratan figuras alegóricas o metafóricas que describen a la Virgen. En otras palabras, la Tota Pulchra es una Inmaculada a la cual se le agregan símbolos o metáforas de sus características (Schenone, 2008, p. 28). La ilustración 2 (Arca 1280) muestra un ejemplo clásico de Tota: una Virgen como las que ya se han descrito, pero acompañada de un conjunto variable de símbolos que advierten sus características, en este caso sostenidos por ángeles o reposando en la tierra: el espejo, el sol, la luna, la fuente, el ciprés, la palmera, etc. Pero también se encuentran en las pinturas coloniales diversas maneras de mostrar esta forma de advocación, las cuales pueden clasificarse de acuerdo con la disposición de los símbolos y quienes la acompañan: símbolos sueltos, donantes, ángeles o coronada.

Las totas pulchras tienen una gran cantidad de formas que dependen de la cultura que las creó. Por ejemplo, en sociedades cercanas al lenguaje simbólico o alegórico, como el Perú o la Nueva España, tienen símbolos relacionados con este mundo alegórico. Algunas incluyen jardines, en referencia al mundo de los claustros coloniales conventuales (Arca 1264); otras rompen con el tradicional vestido blanco y azul y se encarnan en vestidos atractivos. Incluso, las telas, en los mismo colores, sirven para proporcionarles sentido simbólico a otras perspectivas: nubes, puertos e iconografías múltiples acompañan estas vírgenes inmaculadas (Arca 4787) generando una gran riqueza narrativa.

Un tema con una connotación interpretativa americana son las vírgenes apocalípticas aladas (ilustración 3, Arca 1406). Mencionadas en el libro del Apocalipsis como la aparición de la mujer de blanco, fue interpretada como la Virgen en la lucha contra el demonio antiguo. El texto del Apocalipsis la menciona de esta manera: “se le dieron a la mujer las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su lugar, lejos del Dragón, donde tiene que ser alimentada un tiempo” (Apocalipsis, 12:14). Por esta razón se comenzó a representarla con alas, lo que dio lugar a la virgen alada, que simboliza el Apocalipsis. Las imágenes son variadas, pero la forma tradicional es la Virgen Inmaculada alada pisando al mundo o la serpiente, algunas veces luchando contra el dragón antiguo. Otras veces aparece con san Miguel, quien también está presente en el relato bíblico, al punto que muchas de estas imágenes son verdaderamente apocalípticas y con composiciones muy complejas (Arca 804), envueltas en alegorías y argumentos teológicos.

Ilustración 3. Miguel Cabrera, Virgen del Apocalipsis. Óleo sobre tela, 1760, Nueva España. Colección Museo Nacional de Arte, México. (Dominio público)

 

Finalmente se encuentran las defensas, un tema importante teniendo en cuenta los debates sobre el carácter de la Inmaculada en este contexto colonial. Este tipo de pintura surgió en relación a los ataques de los sectores llamados maculistas, o quienes rechazaban la elección inmaculada de la Virgen. Por esta razón existen las pinturas de defensas de la Virgen, las cuales no tienen un esquema predeterminado y se ubican en varios contextos, que pueden ser defensas de carácter místico (Arca 15306), universitarias y académicas (Castillo, Leal y McCormick, 2014, p. 77). Sin embargo, es común que allí aparezca Duns Scoto, su acérrimo defensor; san Juan, el posible escritor que la describe en el Apocalipsis; en ocasiones la monja de Ágreda y otras veces los padres de la Iglesia. Es decir, se trata de un tema complejo que se trató con la misma complejidad teológica y alegórica que la Virgen del Apocalipsis.

 

Iconografía inmaculista y los triunfos de la Corona

La imagen de la Inmaculada Concepción desborda su presencia en este tema visual, pues se encuentra presente en muchos otros tipos de pinturas. Se halla en las abundantes alegorías, en las coronaciones de la Virgen María, en sus apariciones a los santos, en los escudos de monjas (Tovar de Teresa, 2003, p. 34) y hasta en los retratos coloniales, colgados en las habitaciones, como parte del escenario a la manera de imágenes de devoción. De estos otros campos temáticos debe destacarse el vínculo que tiene la Inmaculada con lo que podría denominarse “su origen”, el árbol de Jesé, la representación más directamente relacionada con la idea teológica de la Inmaculada. Pero más allá del largo camino para su aprobación, como de las prohibiciones y la severidad de la Iglesia con estas representaciones de la Virgen (Sebastián, 1990, p. 131), se encuentra un panorama cultural en el que se implica la imagen. De la gran cantidad de elementos asociados a ella pueden destacarse dos que auspicia la cultura visual: la devoción y algunos significados básicos de la representación.

El lugar de la Inmaculada es significativo no solo por el campo teológico, sino también por el intenso culto y devoción que surgió en su entorno, pese a la oposición de algunos sectores de la misma Iglesia católica. Esta extendida devoción se mide no solo en la proliferación de estas pinturas sino también en la fundación de cofradías dedicadas a la Inmaculada que auspiciaban su culto en muchos lugares del continente. Este factor está inmerso en el contexto contrarreformista, el cual alentó el culto a la Virgen Inmaculada y la eucaristía (Anrup, 2000, p. 146). La iconografía propiamente americana, en la que aparece la Inmaculada alada, Tota Pulchra, suspendida en el aire, etc., revela los cambios en su simbología con respecto al mundo medieval, y, particularmente, la manera como reemplazó al árbol de Jesé. En estas formas de representación se recogían las nociones de redención, salvación y triunfo, tan importantes para la España imperial.

La serpiente, el dragón o la bestia que pisa la Inmaculada se relacionan con el mal, que muchas pinturas vinculan explícitamente con los enemigos de la fe, problema mucho más complejo en estos siglos: entre protestantes, herejes y musulmanes, la Iglesia necesitaba de estas figuras triunfalistas.

Estos problemas que se desprenden de la Virgen Inmaculada deben ponerse en el contexto de la sociedad colonial. La serpiente, el dragón o la bestia que pisa la Inmaculada se relacionan con el mal, que muchas pinturas vinculan explícitamente con los enemigos de la fe, problema mucho más complejo en estos siglos: entre protestantes, herejes y musulmanes, la Iglesia necesitaba de estas figuras triunfalistas. Incluso es interesante observar cómo algunas iconografías desatan cierto tipo de violencia, que “se puede ver también en algunas imágenes de la Inmaculada Concepción, cuyo triunfo sobre el monstruo de las siete cabezas no se reduce a una simple opresión de su pie […] la Virgen traspasa con una lanza a un dragón que sostienen santos franciscanos» (Rubial García, 2009, p. 3). Las iconografías, entonces, no son inocentes en ciertos contextos, por lo que estas representaciones conducen a comunicar valores triunfalistas.

Además de ese triunfalismo se encuentran otros aspectos significativos que tienen que ver con la idea de tiempo. La Inmaculada postula un problema relevante en la cultura barroca, la predestinación, otro punto de ataque de los protestantes a los católicos. La Iglesia trata de ser enfática en la postura de que la Virgen fue elegida antes de los tiempos, lo que le proporciona un carácter inmanente, y un modelo claro de la elección que hace Dios antes de los tiempos sobre el destino de lo mortal y lo inmortal. Lo importante se encuentra, entonces, en el sentido que impulsa a defender la Inmaculada Concepción y cómo está llena la mayor parte de los espacios culturales coloniales (Rubial García, 2010, p. 234).

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Anrup, Roland. (2000). Marian Imagery in Spanish and Latin American Baroque. Goteborg: Institute of Iberian and Latin American Studies.

Caramuel de Lobkowitz , Juan. (2008). Quirología sobre el modo de hablar de las manos (1679). Madrid: Biblioteca Nueva.

Castillo, Lina del, Leal, María del Rosario y McCormick, Grace. (2014). Iconografía intelectual en el Virreinato de la Nueva Granada, siglo XVIII. Bogotá: Universidad Externado de Colombia.

Gisbert, Teresa. (2002). Del Cuzco a Potosí. La religiosidad del sur andino. En Ramón Mujica Pinilla et al., El Barroco peruano. Lima: Banco de Crédito.

Inmaculada Concepción: https://gentedepaz1940.wordpress.com/2013/08/24/el-dogma-de-la-inmaculada-concepcion-parte-i/

Rubial García, Antonio. (2009). Cuerpos santos, ¿gestos sexuados? Imagen y género en las representaciones de los santos en el arte virreinal. Destiempos, (22), 1-35.

Rubial García, Antonio. (2010). El paraíso de los elegidos. Una lectura de historia cultural de Nueva España 1521-1804. México: Fondo de Cultura Económica.

Schenone, Héctor. (2008). Iconografía del arte colonial. Santa María. Buenos Aires: Pontificia Universidad Católica Argentina.

Sebastián, Santiago. (1989). Contrarreforma y Barroco. Madrid: Alianza Editorial.

Sebastián, Santiago. (1990). El Barroco iberoamericano, mensaje iconográfico. Madrid: Ediciones Encuentro.

Tovar de Teresa, Guillermo. (2003). Escudos de monjas en el México colonial. En Instituto Nacional de Antropología e Historia, Monjas coronadas. Vida conventual femenina en Hispanoamérica. México: INAH.

Villalobos, Constanza. (2009). La serie de pinturas del alabado: Las pruebas del triunfo de la divina gracia. Goya, 327.

 

 

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