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La pintura de temas dogmáticos

Concilios, dogmas y pinturas de la América colonial

Durante los primeros siglos del cristianismo, periodo conocido como la Iglesia primitiva, los teólogos enfrentaron complejos debates que buscaban definir aspectos que mencionaba la doctrina contenida en el Nuevo Testamento. Los debates estaban relacionados con el combate a las denominadas “herejías”, es decir, a las interpretaciones y las lecturas ambiguas de la doctrina, que daban paso a la formación de iglesias y comunidades separadas. De este modo, la Trinidad y el tipo de relación entre sus tres personas, el lugar de la Virgen como madre de Dios, el sentido de los sacramentos, la esperanza mesiánica en relación al paso del tiempo, la existencia del demonio como entidad separada o dependiente de Dios, entre otros aspectos, tuvieron que ser debatidos. Para solucionar estas cuestiones doctrinales y enfocarlas dentro de un cuerpo coherente se convocaron unas reuniones de obispos, denominadas «concilios». El primer concilio ecuménico, por ejemplo, fue el de Nicea en el 325, en el que se trató la controversia «herética» arriana (Yanguas, s.f.) y se tomaron trascendentales decisiones en relación a la idea teológica de la Trinidad. Este concilio también definió la profesión de fe o credo de los apóstoles, que recogía los fundamentos del cristianismo y que sería revisado en concilios posteriores.

Mapa 1. Dogmas en proporción al total de pinturas de cada país

Las decisiones que se tomaron en los concilios se denominan dogmas (Fries, 1979, p. 366), es decir, son aquellas verdades proclamadas por el magisterio de la Iglesia como verdades reveladas, que son aceptadas y practicadas por la comunidad de los creyentes. Algunas veces los dogmas han sido proclamados excátedra por un papa, como el dogma de la Inmaculada o la Asunción de la Virgen. La definición del dogma plantea dos problemas: en primer lugar, su carácter histórico como resultado de una problemática específica ubicada en un tiempo definido; y, en segundo lugar, la distinción que debe hacerse entre dogma y la doctrina cristiana, entendiendo por esta última las verdades contenidas en los dos testamentos bíblicos. Estos elementos son esenciales para comprender otros dos aspectos que afectaron la cultura visual americana de estos siglos: cómo todas aquellas verdades vinculadas a los dogmas, que en sí mismas eran conceptos abstractos, tuvieron una amplia gama de posibilidades de ser interpretadas visualmente, lo que pone de manifiesto las relaciones entre lo escrito y lo pintado (Tomás, 2005). En segundo lugar, la problemática de cómo los dogmas fueron rechazados a partir del siglo XVI por los protestantismos, precisamente por el hecho de ser adquisiciones históricas. Estos dos acontecimientos marcan una apropiación del tema en la cultura visual americana: un tipo de pintura que no existe, por supuesto, en la cultura anglosajona.

La pintura de lo que se denomina «temas dogmáticos» tuvo una importancia efectiva, cultual y simbólica en la cultura católica, en cuanto que representaba temas centrales a la fe, como el purgatorio, la eucaristía y la Trinidad. Sin embargo, no ocupó un lugar significativo en la cultura visual de Iberoamérica. En la gráfica de temas visuales se observa cómo la pintura relacionada con temas dogmáticos es un 2,7 % del total de lo producido en la América colonial, un porcentaje bastante modesto teniendo en cuenta la importancia de sus temas en los procesos de evangelización o dentro del sistema de creencias y devociones. En conjunto, los temas dogmáticos, en mayor o menor, medida están presentes en todo el territorio iberoamericano (mapa 1), con una distribución similar en casi todas las regiones, en los cuales predomina el promedio cercano al 3 % sobre el total de la producción visual de cada país. La excepción es Bolivia y, como se observa en el mapa, Paraguay, un dato particular porque las pinturas para este territorio fueron escasas y una cuarta parte de las mismas pertenecen a esta temática.

Aunque la categoría de temas dogmáticos tiene un número considerable de subtemas y posibilidades de representación, una de las características es su capacidad de adaptación a las diversas regiones. Ciertos temas tuvieron más acogida en unas regiones que en otras, como, por ejemplo, los credos y alabados, que fueron producidos en el medio visual quiteño, como las defensas a la eucaristía en el Virreinato del Perú; mientras que otros, como la representación de la Trinidad o el purgatorio, tienen una extensa producción en todo el espacio colonial.

 

La línea de tiempo de los dogmas

Los temas dogmáticos eran centrales a la tradición del cristianismo católico. Además, su representación es importante en sociedades como las iberoamericanas, en las que la pintura también cumple con un papel de adoctrinamiento, de modo que los dogmas contienen los ejes de la definición conceptual del catolicismo. Por esta razón, hay una producción continua entre los comienzos de la ocupación y cristianización de América en el siglo XVI y el final del mismo proceso a comienzos del siglo XIX. En la línea de tiempo (gráfica 1) puede observarse un leve incremento en la producción durante el siglo XVII, lo que se debe a la importancia devocional que tuvieron ciertas celebraciones como el Corpus Christi y el culto a las benditas almas del purgatorio, que decayó en el siglo siguiente. Las dos crestas, a finales y comienzos del siglo XVII y XVIII, son resultado de las dataciones amplias.

Gráfica 1. Línea de tiempo de la pintura de temas dogmáticos

 

Los modelos visuales dogmáticos

La pintura de temas dogmáticos estuvo estrechamente vinculada al proceso de expansión del cristianismo desde sus orígenes. Sin embargo, la cultura de la Edad Media no demostró una especial preocupación sobre estos temas, porque no constituían un problema visual central en los sistemas de creencias. Incluso, durante la baja Edad Media, a muchos de estos temas se les proporcionó su definición iconográfica o se les agregaron elementos para su narración visual. Por esta razón, en muchos casos las formas visuales de un dogma no estaban claramente definidas. Los ejemplos son abundantes, para el caso puede tenerse en cuenta la iconografía del purgatorio. Las dificultades fueron varias para que se definiera visualmente: primero, un azaroso proceso de formación conceptual desde el siglo XII, hasta que fue declarado dogma en el Concilio de Florencia en 1439 (Dezinger, 1693). A continuación tuvo cambios iconográficos durante estos siglos, hasta que adquirió sus formas más o menos definitivas en el siglo XV (Le Goff, 1981, p. 411).

Las transformaciones visuales y conceptuales de estos temas se hicieron más complejas con el proceso histórico del siglo XVI. La mayor parte de los dogmas fueron duramente atacados por los reformados protestantes, porque estos habían sido adquisiciones históricas logradas a través de los concilios. La respuesta de la Iglesia católica fue fortalecer el culto a los dogmas no solo por la presión protestante, sino también debido a la peligrosa amenaza de la expansión turca sobre Europa. Como la cristiandad católica estaba más expuesta y amenazada por todos los frentes, se definieron con más claridad los elementos visuales que hacían parte de las imágenes de este tema. Las defensas de la eucaristía, como la ilustración 3 (Arca 4490), son un buen ejemplo, pues, frente a la fe amenazada, el rey, protegido por la corte celestial, defiende la eucaristía de los turcos que pretenden derribarla de su pedestal.

Ilustración 1. Anónimo, Santos incas siendo asistidos por el Ángel de Dios durante la resurrección. Óleo sobre tela, 1739, Alto Perú (Bolivia). Iglesia de Caquiaviri, Bolivia. (Fotografía de Pedro Querejazu)

 

Aunque es muy amplio el campo de aquellas verdades asumidas como dogmas por la Iglesia católica, no todos fueron susceptibles de representación. Como suele suceder en la cultura visual iberoamericana, en cada región se incentivó la representación de algunos temas y sobre estos se acentuó la narración iconográfica. Para realizar la clasificación de esta categoría se tomó como punto de partida el volumen de la producción visual que estaba relacionada con los dogmas, los cuales se distribuyen en cinco grandes grupos, que condensan una buena parte de la teología del dogma dentro de la tradición católica: las postrimerías, la escatología, los sacramentos, el credo y la Trinidad; este último es el dogma de mayor relevancia dentro del catolicismo y, por esta razón, con mayor número de representaciones. Se debe tener en cuenta que en esta clasificación no se consideraron algunos dogmas, como la Asunción o la Inmaculada Concepción, que están relacionados con la Virgen, pues estos están clasificados dentro de esta categoría.

Los dogmas, por lo general, están conectados a otros dogmas o hacen parte de una tradición particular. Por esta razón, una característica común en su pintura es que se resolvió la continuidad conceptual a partir del uso de las series, en las que se pintaban las diferentes escenas o secuencias de imágenes que explicaban ese dogma. Las postrimerías, por ejemplo, se componen de aquellas etapas por las que pasará todo ser humano al final de su tiempo: la muerte, el juicio, el infierno o la gloria. A partir del siglo XIII se agrega el naciente purgatorio. Por su parte, la escatología católica narra lo que sucederá al final de los tiempos. Contempla cuatro momentos: la parusía o segunda venida, la resurrección de los muertos, el juicio final y la vida eterna (ilustración 1, Arca 2502). Igual sucede con los siete sacramentos, el credo, los mandamientos o los alabados. Todos tenían modelos de representación y, ante la dificultad de ponerlos en una misma pintura y evitar las confusiones temáticas y dogmáticas, se empleaban las series, cuyas secuencias trataban por separado los diversos temas. Entre las series sobresalientes se encuentra el credo de Miguel de Santiago (ilustración 2) (las restantes se encuentran en Arca 17096 a 17106), o la secuencia escatológica de Vicente Carducho (Arca 4137 a 4140), entre otros ejemplos.

Ilustración 2. Miguel de Santiago, La creación. Credo. Óleo sobre tela, segunda mitad del siglo XVII, Quito. Catedral de Bogotá. (Fotografía de Constanza Villalobos)

 

Sin embargo, fue más usual que este tipo de representación se ejecutara sin la mediación de una serie, para lo cual se disponía de manera independiente el tema que hacía parte de un conjunto, sin su contexto dogmático. En cualquiera de las dos formas, este tipo de pintura seguía patrones y modelos estrictos porque necesitaba fundamentar verdades dogmáticas, entonces se utilizaron la metáfora y la alegoría para realizar las complejas composiciones. De esta forma, el volumen de representaciones es distinto para cada tema en relación a lo que se produjo en cada región. Como muestra la gráfica de temas dogmáticos, los temas relacionados con las postrimerías cubren el 48,8 %, seguidos por la Trinidad y los sacramentos. Estos datos dejan entrever que los modelos podían tener elementos de composición distintos, como sucede con el purgatorio, el cual se reproducía en perspectivas distintas, dependiendo de la región.

 

Pinturas dogmáticas en la Hispanoamérica colonial

Los protestantes habían enaltecido el carácter individual para interpretar la Biblia, para lo cual Lutero la había traducido a lengua vernácula. Esto implicaba que todo aquello que no estuviera en la Biblia quedaba fuera de las creencias, lo que afectaba buena parte de los dogmas, que, como se ha mencionado, eran adquisiciones históricas.

Pintar temas dogmáticos en la América colonial plantea la pregunta por sus implicaciones en la cultura visual, lo que tiene dos respuestas importantes: control y producción de imágenes. Con respecto al primer aspecto, las pinturas que representaban dogmas trataban temas “espinosos” para la cultura católica, especialmente porque los promotores de la Reforma habían puesto en duda la validez de muchos elementos del dogma y de la tradición católica, y habían supeditado su credibilidad a un problema de conciencia, de libre albedrío. Igualmente, los protestantes habían enaltecido el carácter individual para interpretar la Biblia, para lo cual Lutero la había traducido a lengua vernácula. Esto implicaba que todo aquello que no estuviera en la Biblia quedaba fuera de las creencias, lo que afectaba buena parte de los dogmas, que, como se ha mencionado, eran adquisiciones históricas, resultado de concilios. De este modo, el purgatorio, algunos sacramentos, como la confesión auricular y la transubstanciación eucarística, quedaban en duda. Otros dogmas, como el credo, la escatología y las postrimerías, podían adquirir otros sentidos de interpretación.

A este contexto específico se agrega el control, la estricta vigilancia que ejecutó la Iglesia como reacción a este proceso con la Contrarreforma, para que no se repitieran estas peligrosas disidencias. Este proceso generó una importante alianza entre la Iglesia y la Corona española en tierras americanas para proteger a los indígenas como “nuevos en la fe”, por lo que el cuidado sobre los temas dogmáticos se hizo más estrecho y, por extensión, lo concerniente a su representación visual. Se trataba de controlar la producción de imágenes de aquellos elementos que hacían parte de la estructura ortodoxa del catolicismo y que eran susceptibles de mayor interpretación. De hecho, esta era una de las funciones de los tribunales de la Inquisición, la vigilancia sobre la producción de imágenes sobre las que reposaba la creencia. Cualquier error iconográfico podía conducir a la herejía.

Ilustración 3. Anónimo, La Virgen con la eucaristía y el magisterio de la Iglesia. Óleo sobre tela, siglo XVII, Perú. Colección privada. (PESSCA Archive 2471B)

 

El segundo aspecto al que hemos hecho mención es mucho más complejo, pues trata de cómo pueden producirse o componerse imágenes visuales sobre temas que eran difíciles y abstractos. Este era un verdadero reto, pues se trataba de traducir, por ejemplo, el credo de los apóstoles, los diez mandamientos o la teología trinitaria y la escatología, en un conjunto de imágenes que fueran precisas por sí mismas y no contuvieran errores iconográficos ni dogmáticos. Esta dificultad es quizá una de las razones que explican la escasez de temas relacionados con los dogmas, pese a que estos podían apoyar visualmente los procesos de cristianización. Sin embargo, uno de los elementos particulares en la Hispanoamérica colonial es el vínculo de los dogmas con el lenguaje alegórico, cuya complejidad permitía “hacer hablar” una experiencia dogmática a partir de un complejo de símbolos. Obsérvese, por ejemplo, el cuadro que corresponde al quinto mandamiento, de autoría del quiteño Miguel de Santiago (Arca 5652), la escena la componen diversos planos en los que se relaciona con el mandamiento, un sacramento pertinente, santos, alegorías, gestos y sujetos necesarios para que la lectura visual de la pintura fuera lo más precisa posible.

Uno de los elementos particulares en la Hispanoamérica colonial es el vínculo de los dogmas con el lenguaje alegórico, cuya complejidad permitía “hacer hablar” una experiencia dogmática a partir de un complejo de símbolos.

El conjunto de las pinturas dogmáticas se comportaban como un entramado complejo de significados teológicos, de modo que la mayoría de estas pinturas podían estar dispuestas para un receptor versado en teología, como los miembros de las comunidades religiosas. Por esta razón es factible que este tipo de pintura se elaborara para públicos y lugares muy precisos, en los que se exhibían este tipo de representaciones. Por supuesto, existen otras obras cuya temática era mucho más popular y estaba dirigida a públicos devocionales mucho más generales. De hecho, algunos de los temas, como los purgatorios y la Trinidad, fueron objeto de mucha devoción colonial, luego su composición y contenidos eran más sencillos. La pintura de dogmas y tradiciones de la Iglesia también contenía elementos que hacían parte de la cultura colonial: temores, esperanzas e ideologías estaban allí representados.

Finalmente, hay que tener en cuenta que los dogmas no solo fueron objeto de representación y simbolización en sus propias pinturas, sino que también se desarrollaron dentro de otras temáticas. Por ejemplo, ciertos santos y sus acciones, como la misa de san Gregorio, aludían al purgatorio (Arca 18437); otros, como el dominico Vicente Ferrer, mostraban su predicación por la escatología (Arca 7742). Igualmente, otros temas estaban relacionados con la eucaristía, como san Pascual Bailón, y la confesión se simbolizaba con María Magdalena o san Juan Nepomuceno. Es decir, los dogmas estaban “escondidos” de muchas maneras detrás de las diversas formas de narración visual. Para entonces faltaban dos dogmas que desde el siglo XIX tienen una gran importancia, la Inmaculada Concepción, dogma desde 1854, y la Asunción de la Virgen, dogma desde 1950, pero que en el entorno colonial ya suscitaban muchos problemas para su comprensión y representación.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Dezinger, Enrique. (1963). El magisterio de la Iglesia. Manual de los símbolos, definiciones y declaraciones de la Iglesia en materia de fe y costumbres. Barcelona: Editorial Herder.

Fries, Heinrich. (1979). Conceptos fundamentales de la teología, t. I. Madrid: Ediciones Cristiandad.

Gisbert, Teresa. (2001). El paraíso de los pájaros parlantes. La imagen del otro en la cultura andina. La Paz: Plural editores.

Le Goff, Jacques. (1981). El nacimiento del purgatorio. Madrid: Taurus.

Londoño, Santiago. (2012). Pintura en América Hispánica, t 1, Siglos XVI al XVIII. Bogotá: Universidad del Rosario.

Sebastián, Santiago. (1990). El Barroco iberoamericano, mensaje iconográfico. Madrid: Ediciones Encuentro.

Tomás, Facundo. (2005). Escrito, pintado. Dialéctica entre escritura e imágenes en la conformación del pensamiento europeo. Madrid: La Balsa de la Medusa.

Yanguas, José María. (s.f.). Arrianismo cristológico y pneumatológico en el siglo IV: La respuesta de s. Basilio de Cesárea. Disponible en: http://dadun.unav.edu/bitstream/10171/6175/1/JOSE MARIA YANGUAS.pdf.

 

 

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