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Los sacramentos, credos y alabados

Espacios para los sacramentos

Dentro del conjunto de elementos que hacen parte de la pintura de temas dogmáticos debe considerarse el significado de los sacramentos y el credo porque hacían parte de la catequesis básica. El credo resumía, como su nombre lo indica, las creencias básicas de un católico, una especie de principios centrales de la fe, la doctrina y el dogma, mientras que los siete sacramentos se entendían como “signos eficaces de salvación” (Fries, 1979, t. II, p. 602), instituidos por Cristo y administrados por la Iglesia. Estos se concebían como la realización de los elementos del credo para la santificación de la vida cotidiana. Los sacramentos, como también su nombre lo indica, sacralizaban los momentos centrales de la vida de las personas: el nacimiento, la muerte, la unión marital, el arrepentimiento, la comunión con la Iglesia, etc. (Lugo, 2011, p. 44). De allí su importancia y el cuidado que la Iglesia les brindaba. Sin embargo, en la Iglesia primitiva solo se habían instituido tres, el bautismo, la penitencia y la eucaristía. Esta última había experimentado cambios teológicos a partir del siglo IV (Beriou, Caseau y Rigaux, 2009, p. 359) y los demás sacramentos se instituyeron históricamente en los siguientes diez siglos. Por esto se convirtieron en blanco de los ataques de los reformados, especialmente la idea de la transubstanciación de la eucaristía y la confesión.

Mapa 1. Proporción de los sacramentos, credos y alabados en relación a la pintura dogmática

Por su parte, las series del alabado eran conjuntos de pinturas que trataban el tradicional saludo ibérico “Bendito y alabado sea el santísimo sacramento del altar y la inmaculada concepción de la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original” (Villalobos, 2009, p. 112), que se resumía en una secuencia de pinturas donde cada una contenía unas sílabas o palabra, de este modo: ala – bado – sea – el santísimo – sacra – mento – y la Virgen – María – concebida – sin pecado – original. Estos alabados se relacionaban con dos de las cuestiones más preciadas y, a su vez, cuestionadas por los protestantes; el dogma de la eucaristía y la inmaculada concepción de la Virgen.

Estos temas sacramentales, a pesar de su importancia dogmática y a diferencia de otros que hacían parte de la cultura visual, no tuvieron un desarrollo consistente en las diversas regiones hispanoamericanas. Su presencia se da principalmente en la América andina donde la proporción es cercana a una tercera parte (30 %) sobre el total de la producción de las temáticas dogmáticas. En otros territorios, las pinturas están repartidas en el tiempo y son muy pocos los ejemplos visuales. Incluso hay regiones, como Brasil, donde este tipo de temas fueron prácticamente inexistentes. Los datos de la distribución geográfica lo muestran (mapa 1), pues, en contraste con otras materias visuales, esta es una de aquellas que revelan muy pocas alteraciones. La excepción es el fuerte desarrollo de los temas eucarísticos, que cuentan con una iconografía definida, y el desarrollo de temáticas apropiadas para el contexto del área cultural del Virreinato de Perú y la Audiencia de Charcas (hoy Bolivia). Curiosamente, algunas de ellas están vinculadas a un único pintor: el quiteño Miguel de Santiago.

 

Los tiempos

Las pinturas relacionadas con estos temas dogmáticos tienen una temporalidad explícita, como puede observarse en la línea de tiempo (gráfica 1): son fuertes entre mediados del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII. En el siglo XVIII se reduce la producción. Sin embargo, este es uno de los pocos temas que tiene una autoría significativa: Miguel de Santiago produjo el 41 % de las pinturas recogidas. Este pintor tiene un largo periodo de actividad, entre 1640 y 1706, y sus pinturas se encuentran dispersas entre la Capitanía de Chile, el Nuevo Reino de Granada y su natal Quito. Los temas vinculados con sacramentos, credos y alabados no tienen mayor importancia más allá de este siglo. Los datos se pueden corroborar con los eucarísticos, cuya línea de tiempo es muy similar.

Gráfica 1. Línea de tiempo de los sacramentos, credos y alabados

 

Los modelos

Para este tipo de pinturas dogmáticas pueden determinarse tres tipos de modelos narrativos. El primero establece una narración específica sobre los sacramentos; el segundo, sobre los prototipos eucarísticos; y el tercero, los patrones de artistas “especialistas” en estos temas, como Miguel de Santiago. Las pinturas de sacramentos tienen un modelo de narración sencillo que no está uniformado visualmente, es decir, no responden a tipos iconográficos sino a una evidencia de la práctica sacramental: se representa una escena en la que se encuentran el sacerdote que administra el sacramento y los creyentes que lo reciben (ilustración 3, Arca 4500). Contienen elementos alegóricos a ese sacramento y, eventualmente, cartelas o inscripciones alusivas. La búsqueda para esta investigación no arrojó una serie completa sacramental, pero puede suponerse que existieron por el carácter doctrinal que podían tener estas pinturas en los medios de evangelización. Algunas de las imágenes localizadas (Arca 1213) parecen fragmentos de un conjunto más amplio, como esta sobre el matrimonio (Arca 1214), por ejemplo, que tiene continuidad con otra representación del sacramento. Sin embargo, los pocos datos visuales existentes dejan entrever que no necesariamente se establecían series de los siete sacramentos.

Ilustración 1. Anónimo, La adoración de la Eucaristía. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Cuzco. Colección Barbosa-Stern, Lima.

 

El segundo modelo que debe destacarse es el de mayor presencia en los temas dogmáticos: lo relacionado con lo eucarístico. Este se abre en dos vertientes distintas: las defensas y las adoraciones (ilustración 1). La primera, andina y desarrollada especialmente en el Virreinato del Perú, representa textualmente la defensa de la eucaristía contra los enemigos externos. El modelo es prácticamente el mismo: en el centro, la custodia eucarística sostenida por una columna o un santo; a su derecha, el rey de turno español rodeado de ángeles y, a veces, de santos, que lo defienden del ataque de turcos que están al lado izquierdo (ilustración 2) (Mujica Pinilla, 2002, p. 278). En el cielo, la trinidad contempla complacida la escena. Este evidente carácter político de la eucaristía tiene una versión complementaria en las adoraciones, la segunda vertiente. El modelo es un poco más amplio, pero la estructura es similar: en el centro de la pintura aparece la custodia rodeada de ángeles, la trinidad, los santos y otros personajes o la combinación de todos ellos (Arca 2306 y 4406). Estas representaciones mostraban muchas modalidades de escenarios, desde los celestes hasta los altares, siendo estos últimos los más comunes.

Ilustración 2. Anónimo, Defensa de la eucaristía con Carlos III. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Perú. Colección Museo Nacional de Arqueología e Historia, Lima. (Fotografía de Jaime Borja)

 

El tercer modelo cubre las pinturas relacionadas con los mandamientos, el credo, los sacramentos y los alabados. Miguel de Santiago parece que se “especializa” en este tipo de representaciones dogmáticas, de manera que la estructura que emplea para la elaboración es muy similar: se trata de complejas construcciones en las que reúne elementos del Antiguo Testamento que prefiguran los elementos del Nuevo Testamento (Arca 17098), santos que se relacionan argumental o alegóricamente con el tema tratado (Arca 4256), elementos simbólicos tomados de la teología y la iconografía, y un buen recurso al iconotexto, ya fueran cartelas o inscripciones. Por ejemplo, en la serie de los diez mandamientos combina el mandamiento con un sacramento, un verso del Padre Nuestro, una virtud, un pecado capital, un don del Espíritu Santo y una obra de misericordia (Stratton-Pruitt, 2012, p. 92).

 

Dogmas, series y condiciones políticas

La cultura católica de los siglos XVI al XVIII, y como efecto contrarreformado, se caracterizó por ejercer un férreo control sobre la doctrina para impedir que se repitieran casos como el de la Reforma. En Iberoamérica, este control fue más estricto en el contexto del proceso de evangelización y ante la necesidad de sostener el control moral de una sociedad que comenzaba a mezclarse racial y culturalmente. Estas razones hacían de esta una colectividad más susceptible de “reinterpretar” aspectos del dogma. Para llevar a cabo el control doctrinal, la Europa católica también contaba con el tribunal de la Inquisición, que se encargaba de velar por la pureza de la fe. Sin embargo, los dos tribunales creados en América hispánica eran débiles. En este contexto puede plantearse una doble situación: por un lado, es plausible que no existiera una proliferación de series de pinturas de carácter doctrinal —mandamientos, alabados, sacramentos o temas relacionados con el dogma— precisamente por el ejercicio del control y la supervisión doctrinal. Pero, por otro lado, la existencia de este tipo de pintura aseguraba un proceso de adoctrinamiento mucho más exitoso.

Lo que sí es claro es que esta no era una pintura que generara una acción devocional, como sí inspiraba la mayor parte de las obras de tema religioso. Luego, la función de estas pinturas era más catequético y evangelizador que devocional.

Lo que sí es claro es que esta no era una pintura que generara una acción devocional, como sí inspiraba la mayor parte de las obras de tema religioso. Luego, la función de estas era más catequético y evangelizador que devocional, como la secuencia de pinturas de Miguel de Santiago (Arca 4372), que contenía un complejo de elementos relacionados con el bautismo, los mandamientos y la renuncia a ciertos pecados capitales. Este mismo aspecto aplica a las condiciones que permiten la proliferación de otros temas doctrinales y dogmáticos que tenían un uso distinto al devocional. Las pinturas eucarísticas, por ejemplo, podían contener tres distintas tensiones interpretativas o de funcionalidad: por un lado, existen algunas como las adoraciones, que tenían un tono claramente espiritual, pues el culto al Corpus Christi tenía una larga tradición, además del complejo sentido no solamente simbólico, sino efectivo, de la presencia consustancial de Cristo en medio de la sociedad. Un segundo sentido alerta sobre la condición política del rey comprometido en la defensa de la Iglesia docente encarnada en la eucaristía. La Corona estaba comprometida con la Iglesia a través del patronato regio, y estos aspectos de la cultura visual destacan el papel de la Corona y del rey como defensores de la Iglesia y las creencias cristianas. Este tema también es abordado en otros sectores de la cultura visual, como en las alegorías políticas y en las pinturas de las procesiones del Corpus Christi.

 

Como en este caso, los elementos dogmáticos y doctrinales solían aparecer en muchos otros ámbitos temáticos de la cultura visual. Las coronaciones de la Virgen se acompañaban con la llamada Virgen de la Eucaristía, en la que ella sostiene una gran custodia. Por supuesto también se vincula con los temas cristológicos, particularmente el origen teológico de la eucaristía, que se encuentra en la celebración de la última cena, y con la celebración especialmente simbólica tratada en el Corpus Christi, la gran fiesta y la celebración más importante de la Colonia (Dean, 2002, p. 21). Pero no todo se reducía a la eucaristía como centro y eje. Otros dos sacramentos, la confesión y el orden sacerdotal, están presentes visualmente (Arca 14345) porque los protestantes los veían con recelo y habían renegado de ellos. Estos sacramentos fueron adquisiciones históricas muy posteriores al orden de la Iglesia primitiva, límite de las creencias protestantes. Un último aspecto tiene que ver con la complejidad de estas obras, de modo que habría que tener en cuenta que estas podían emplearse por personas con la suficiente formación teológica para entenderlas en sus complejos contenidos.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas 

Beriou, Nicole, Caseau, Beatrice y Rigaux, Dominique (eds.). (2009). Pratiques de l’eucharistie dans les Eglises d’Orient et D’Occident (Antiquité et Moyen Age). París: Institut d’Etudes Augustiniennes.

Dean, Carolyn. (2002). Los cuerpos de los incas y el cuerpo de Cristo. El Corpus Christi en Cuzco colonial. Lima: Universidad San Marcos.

Estenssoro; Juan Carlos. (2003). Del paganismo a la santidad. La incorporación de los indios del Perú al catolicismo. 1532-1750. Lima: Universidad Católica – Ifea. Capítulo 3.

Fajardo de Rueda, Marta. (2011, enero a junio). Del grabado europeo a la pintura americana. La serie El Credo del pintor quiteño Miguel de Santiago. Historelo, revista de Historia regional y local, 3(5).

Lugo Olín, Maria Concepción. (2011). Los sacramentos: un armamento para santificar el cuerpo y sanar el alma. En Antonio Rubial García y Doris Bieñko, Cuerpo y religión en el México barroco. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Fries, Heinrich. (1979). Conceptos fundamentales de la teología, t. II. Madrid: Ediciones Cristiandad.

Mujica Pinilla, Ramón. (2002). El arte de los sermones. En Ramón Mujica Pinilla et al., El Barroco peruano. Lima: Banco de Crédito.

Sebastián, Santiago. (1989). Contrarreforma y Barroco. Madrid: Alianza Editorial. Capítulo: El arte al servicio del dogma.

Stratton-Pruitt, Suzanne (ed.). (2012). El arte de la pintura en Quito colonial. Filadelfia: Saint Joseph’s University Press.

Villalobos, Constanza. (2009). La serie de pinturas del alabado: Las pruebas del triunfo de la divina gracia. Goya, 327.

 

 

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