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La clasificación, las categorías y los títulos

Seculares y religiosos

Cada ordenamiento social elige, dentro de un conjunto o acervo amplio de símbolos, imágenes y sistemas de representación, los elementos sobre los cuales ensambla su experiencia y a partir de los cuales define su cultura visual. Estos son los temas que muchas veces se integran a un sistema de géneros visuales. En el caso de América, el problema de los temas se presenta en tres grandes escenarios geográficos que están vinculados con los ordenamientos políticos: las colonias anglosajonas y el espacio iberoamericano, España y Portugal. Pese a las diferencias políticas y culturales entre estas tres grandes articulaciones, los contextos permiten abordar sus culturas visuales a partir de una matriz que comparte elementos en común. El primero de ellos es el cristianismo, que define la estructura simbólica y los elementos determinantes a partir de los cuales se crea la realidad. Este aspecto puede estar por encima de las diferencias políticas o religiosas derivadas de la interpretación que suscitó la Reforma anglicana y puritana, o la reacción contrarreformista, la cual toca por igual y en esencia el sentido de la imagen.

El segundo aspecto a tener en cuenta es que se trata de sociedades que ordenan su experiencia visual desde la distancia que impone el hecho de ser reinos de ultramar, en el caso hispano-lusitano, o “colonias”, en el contexto inglés. En ambos casos se trata de sociedades que forman una cultura visual independiente de su metrópoli, porque existen condiciones políticas, religiosas, étnicas y de autocontrol que favorecen una experiencia distinta a la europea o a la recibida en sus orígenes. En este sentido, son sociedades que han asimilado y transformado las bases estéticas y las prácticas desde donde se ejerce el arte de la pintura. La elección de los temas está signada por su propia cultura.

A partir de estos elementos, el problema es cómo establecer unas categorías para justificar la pertenencia de los temas a unos géneros, los cuales no hacen parte de la forma como se comprendía la teoría de la pintura en los siglos XVII y XVIII. Para este libro se han trazado algunos criterios que permiten organizar las temáticas en las pinturas. El primero de ellos obedece a la fuerza narrativa y a la cantidad de pinturas que provienen de cada tema. Para elaborar la clasificación deben hacerse algunas distinciones. La primera es la tensión fundamental de los siglos XVI y XVII, el secularismo, que se comenzará a resolver entre los siglos XVIII y XIX. La secularización, en buena medida aunque no exclusivamente, es una consecuencia de los movimientos protestantes, lo que favoreció que en las sociedades europeas se valorara la pintura de temas no religiosos, algunos ya activos desde el siglo XIV y otros que se desarrollarían a partir del siglo XVI. Esta es una característica de la primera modernidad, pues forjó transformaciones sociales y culturales, además de dar cabida a la incredulidad.

Gráfica 1. Ejemplo de clasificación de la categoría dogma y de sus subcategorías

Entonces esta es la primera distinción, dos campos diferentes: pintura religiosa y secular. Los datos de la gráfica de los porcentajes generales de la producción visual iberoamericana son abrumadores, pues muestran cómo la producción de los de carácter religioso es del 86 %; mientras que en los territorios anglosajones la cantidad es completamente inversa, el 6 %. Esta información aporta una primera problemática: cómo agrupar la pintura de temas seculares. Al respecto hay tres grandes géneros que hacen parte de la tradición occidental, especialmente a partir del siglo XIX: el retrato, la pintura histórica y lo que en aquel entonces se definía como pintura de países o paisajes. Este último agrupaba todas aquellas curiosidades que ocurrían en un país: desde la vida cotidiana, hasta las ciudades; desde los temas clásicos, hasta sus gentes. Las subclasificaciones las aportan la fuerza y la cantidad de los mismos temas. Hay que tener en cuenta que no había lugar a los subgéneros en esas tradiciones premodernas, pero para esta investigación son importantes porque definen lugares de lectura más delimitados para entender la cultura visual. El retrato carece de posibles clasificaciones, por lo que se articuló desde los géneros más evidentes, hombres, mujeres y niños, resultado de la condición individual del retrato. Pero se agregó una cuarta, producto de la persistencia del tema: la familia. En estos ejemplos de pintura secular los criterios de clasificación son distintos, pues se establecen de acuerdo con el tipo de pintura, y así se explican en las respectivas entradas.

Ilustración 1. Juan Pedro López, Nuestra Señora de la Merced. Óleo sobre tabla, 1767, Caracas. Galería de Arte Nacional, Caracas. (Dominio público)

 

El segundo grupo, la pintura de temas religiosos, se clasificó de acuerdo con las áreas temáticas que eran importantes para la cultura barroca y para la tradición católica de la época, más que por géneros. Algunos tratados, como el de Francisco Pacheco (1649), más que aportar consejos de cómo pintar algunos temas, da una idea de cómo se clasificaban, lo que incluso está relacionado con las áreas teológicas barrocas. Entre los más representativos se encuentran la cristología, la mariología, los dogmas y la angelología. En la gráfica 1 pueden observarse ejemplos de las subcategorías que le corresponden al «dogma», de manera que su estructura responde a la doctrina de la Iglesia. Pero hay otros grupos temáticos que aunque no hacen parte de la lectura teológica, sí lo son de la tradición de la Iglesia: el Antiguo Testamento, importante porque preanuncia el Nuevo Testamento; y los santos, uno de los ejes de la espiritualidad barroca para mantener la ejemplaridad. Finalmente, se encuentran dos temas que se clasificaron aparte porque más que órdenes temáticos o de la tradición son dos formas de lenguaje narrativo que hacen parte de la cultura del Barroco y de su esencia cultural. El primero de ellos es la pintura alegórica, que prácticamente envuelve todos los otros temas americanos, pero que tiene sus particularidades. Y el segundo, pequeño pero importante, es la pintura de tópicos morales y místicos, que por naturaleza se cruza con algunos otros, pero hace parte también de la naturaleza de la cultura del Barroco.

Ilustración 2. Juan Rodríguez Juárez, La Virgen del Carmen con santa Teresa y san Juan de la Cruz. Óleo sobre tela, ca. 1700, Nueva España. Colección Museo Nacional de Arte, México. (Dominio público)

 

En esta estructura de temas, algunos pertenecen a un género reconocido y otros son reflexiones del Barroco. Por esta razón, la ordenación y la contextualización de estas temáticas se hicieron sobre criterios flexibles que están relacionados con la misma fuerza narrativa de las imágenes. Entre las diferentes posibilidades se optó por tener en cuenta, en primer lugar, las afirmaciones barrocas con respecto a los temas, así no fueran clasificaciones estrictamente pictóricas. Por ejemplo, en los tratados no hay indicaciones de cómo clasificar las pinturas sobre la Virgen, pero la teología barroca define dos espacios, la vida de la Virgen y las advocaciones. Este se convierte en el criterio para clasificar estas pinturas. Como complemento, para determinar subclasificaciones, se tomaron conjuntos de imágenes que reúnen un modelo o una forma de narración. Por ejemplo, la Virgen del Carmen, cuyas 184 pinturas se distribuyeron en cinco grandes temas: la Virgen y el purgatorio, con el Niño Jesús, con los patrocinios, con santos y la Virgen sola, de lo cual se presentan tres modelos en las ilustraciones 1, 2 y 3. El volumen de imágenes impone una forma de clasificar el tema.

Ilustración 3. Anónimo, Virgen del Carmen sacando almas del purgatorio. Óleo sobre tela, siglo XVII, Cuzco, Perú. Colección Brooklyn Museum, Nueva York. (Dominio público)

 

Finalmente, la clasificación de estas imágenes deja dos inquietudes: en primer lugar, pese a que la mayoría de la historiografía hace depender la pintura colonial de Europa, una buena parte de sus temas son independientes o son reinterpretaciones americanizadas, lo que rompe en cierta manera la continuidad con lo europeo. Y, en segundo lugar, existe una retórica en los géneros que posibilita la clasificación de las pinturas como sistemas de narración dentro de unos determinados géneros de la época colonial, independiente de las formas de clasificación por géneros a las que nos abocamos actualmente. Esto permite devolver a su horizonte de producción las narraciones visuales coloniales.

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Pacheco, Francisco. (1649). Arte de la pintura, su antigüedad y grandezas. Sevilla: Simón Faxardo, impressor de libros, a la Cerrajeria.

Schenone, Héctor. (1992). Iconografía del arte colonial. Los santos. Buenos Aires: Fundación Tarea.

Schenone, Héctor. (1998). Iconografía del arte colonial. Jesucristo. Buenos Aires: Fundación Tarea.

Schenone, Héctor. (2008). Iconografía del arte colonial. Santa María. Buenos Aires: Pontificia Universidad Católica Argentina.

Sebastián, Santiago. (1989). Contrarreforma y Barroco. Madrid: Alianza Editorial.

Sebastián, Santiago. (1992). Iconografía e iconología del arte novohispano. México: Grupo Azabache.

 

 

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