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La escasa pintura del Antiguo Testamento

La producción visual del Antiguo Testamento

En la historiografía del arte muchos autores han propuesto que la pintura de los temas que proceden del Antiguo Testamento fue profusa e importante. Sin embargo, lo datos dejan ver una situación contraria en la cultura visual en Iberoamérica: su producción fue relativamente escasa. En la gráfica general de producción de temas en la América colonial puede observarse que los temas que proceden del Antiguo Testamento son cerca del 2 % del total. Esta escasa producción se explica por varios motivos: el primero de ellos es que estos temas no hacían parte de las devociones coloniales, con excepción de algunos que están relacionados con las órdenes religiosas, como, por ejemplo, el significado del profeta Elías para la Orden Carmelita. Un segundo motivo relevante es que estos temas de carácter bíblico se enlazaban con problemas teológicos, bajo el supuesto que el Nuevo Testamento estaba anunciado alegóricamente en el Antiguo, por lo que muchos temas remitían a una reflexión moral y escatológica. La institución de la eucaristía, por ejemplo, está preanunciada en el relato bíblico del maná (Éxodo 16:22). Estos aspectos restringían el consumo de la producción visual de los temas bíblicos a espacios devocionales o conventuales, donde este tipo de pintura podía vincularse con la meditación o con devotos que tenían alguna formación teológica. Sin embargo, no toda pintura de temas del Antiguo Testamento estaba dirigida a un público “culto”.

Mapa 1. Porcentaje de pintura del Antiguo Testamento en relación a la producción total de cada país

Un tercer aspecto sobresaliente de la visualidad de estos temas bíblicos es que en muchas ocasiones fueron empleados para procesos de evangelización y catequesis, por lo que se realizan principalmente en el siglo XVI. La exégesis bíblica distinguía tres sentidos de lectura: el más básico es el literal o histórico, le siguen el moral y el alegórico (Lubac, 1959, t. II, p. 511). Es decir, su lectura y comunicación verbal o visual podía adaptarse a distintos públicos. Por esta razón, los relatos que estaban dirigidos a públicos más amplios cuentan historias más sencillas: Adán y Eva, el diluvio (Arca 15495) o el sacrificio de Isaac. De todos modos, estas historias servían para la reflexión y meditación de todos los creyentes. Así lo refieren los catecismos de la época, como también las lecturas y enseñanzas de lo que hasta el siglo XIX se denominó «historia sagrada», es decir, los relatos significativos que eran tomados del Antiguo Testamento y que sirvieron para generar historias morales o exemplas.

Es importante asumir el Antiguo Testamento como un espacio narrativo que refleja las vertientes morales de cada cultura que componía el mundo colonial, pues no en todos los lugares se pintaba lo mismo.

Estos aspectos destacan la importancia del Antiguo Testamento en la tradición de la Iglesia, lo que permitió que en todos los lugares de América se desarrollara este tipo de pintura, con unos relatos bíblicos más significativos que otros. Por esta razón, el Antiguo Testamento es un espacio narrativo que refleja las vertientes morales de cada cultura que componía el mundo colonial, pues no en todos los lugares se pintaba lo mismo. Para el análisis temático de este grupo de pinturas se ha tomado la forma tradicional de organizar el Antiguo Testamento (que proviene desde el siglo IV) en cuatro grupos de libros: Pentateuco, libros históricos, sapienciales y libros proféticos.

De este conjunto solamente son escasas las representaciones de los libros sapienciales. La gráfica del Antiguo Testamento muestra cómo la mitad de la proporción temática se concentra en el ciclo del Pentateuco y la otra mitad se distribuye entre temas que proceden de los libros proféticos y los llamados históricos. Igualmente, debe subrayarse que en casi todos los territorios iberoamericanos se desarrollaron pinturas relacionadas con el Antiguo Testamento en proporciones bastante bajas. En el mapa 1 se indica la proporción de pintura con estos tópicos con respecto al total pintado en cada país. Brasil y el reino de Quito produjeron proporcionalmente la mayor cantidad, cercana al 6 %, lo que es visible en lo relacionado con los profetas. Le siguen el Río de la Plata (Argentina), Charcas (Bolivia) y Perú, y es muy escasa en otras regiones como la Nueva España, las capitanías de Chile, Guatemala y Venezuela. También debe destacarse que este es uno de los pocos temas religiosos que se producen en los territorios anglosajones, como se observa en la gráfica de temas en los territorios anglosajones. Ocupa un pequeño porcentaje, un tanto superior al 1 %, pero a pesar de su escasez muestra el lugar que ocupan los temas religiosos dentro de esta sociedad.

 

Tiempos para el Antiguo Testamento

La curva de tiempo para los temas del Antiguo Testamento (gráfica 1) está vinculada a la segunda mitad del siglo XVI y primeras décadas del siglo XVII. Este problema puede explicarse por la importancia que tuvieron dichos temas en la Conquista y posterior proceso de poblamiento, lo que implicó que estas imágenes posiblemente se emplearan en el proceso de evangelización. El siglo XVII mantiene una constante producción visual, para decaer a lo largo del siglo XVIII.

Gráfica 1. Línea de tiempo de producción de temas del Antiguo Testamento

 

Prototipos generales del Antiguo Testamento

En esta investigación, como se mencionó, se han clasificado los temas visuales vinculados con el Antiguo Testamento siguiendo la organización de los libros en la misma Biblia, tradición que era empleada en la Colonia. Sin embargo, esta forma de clasificación arroja un primer problema, y es que este tipo de pintura se comporta como “ilustración” de algunos pasajes. Es decir, se toman los más sobresalientes de cada libro bíblico en algunos casos y, en otros, aquellos que están relacionados con cuestiones de fe, tradiciones, dogmas o acontecimientos de la Iglesia que, en aquel momento, era necesario aportarles un contexto o un vínculo teológico. Un buen ejemplo lo ofrecen las pinturas del Pentateuco, nombre que reciben los cinco primeros libros bíblicos. En estos se narra la creación y los primeros tiempos de Israel, hasta la muerte de Moisés. Incluye su proceso como “pueblo elegido” y, en consecuencia, la promulgación de las leyes, los primeros tiempos como pueblo y la búsqueda de la tierra prometida. De los muchos acontecimientos que pueden ser narrados visualmente se elige un pequeño grupo, entre los más conocidos: la creación, el diluvio, Adán y Eva, Caín y Abel (ilustración 1, Arca 5031), las tribus de Israel, los primeros patriarcas y las historias relacionadas con el Pentateuco, como la de Isaac (ilustración 3).

Ilustración 1. Anónimo, Caín construye la ciudad de Enoch. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Junín, Perú. Iglesia de la Virgen del Rosario Hualaoyo, Junín. (PESSCA Archive 3399b)

 

Estos temas, por lo general, no responden a un plan diseñado o a una secuencia que cuente los ejes centrales de los libros, sino que son pasajes centrados en situaciones muy particulares que ofrecen modelos de comportamiento, historias sagradas o explicaciones a situaciones de carácter moral o teológico. En este sentido, no es fácil encontrar, como suele ocurrir en la mayoría de los temas visuales, un modelo narrativo que sea similar. Para ilustrar este punto puede tomarse como ejemplo la historia de la expulsión de Adán y Eva del paraíso. Podría pensarse que es un tópico común en la pintura iberoamericana debido a su importancia como el mito judeocristiano que determina los orígenes de la humanidad y que, además, relata el problema del pecado original. Sin embargo, es un tema que tiene pocos desarrollos y ninguno de estos parecería tener un patrón similar de producción entre ellos (Arca 9075 y 9761). Algo similar puede ocurrir con el tema de Caín y Abel (ilustración 1), cuyas historias son muy escasas.

Esta misma situación ocurre con los otros ciclos, imágenes tomadas de los libros históricos y de los proféticos. De los libros históricos se destacan algunas series andinas que retratan a los reyes de Israel (Vargas, p. 61), por lo que quizá esta es una de las pocas excepciones en las que sí hay una serie de pinturas, como también ocurre con los profetas. Este tipo de narraciones pretenden destacar la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y especialmente el entorno de las prefiguraciones bíblicas ya mencionadas. Los demás temas visuales que tratan el Antiguo Testamento tienen la misma condición: relatan episodios con determinadas orientaciones sin que necesariamente tengan continuidad entre sí o modelos narrativos explícitos. Muchas de estas pinturas hacen parte de la historia sagrada, relatos con un contenido moralizante como son las historias vinculadas con la conquista de Canaán, o personajes como Elías, Sansón, Judith y Holofernes.

Ilustración 2. Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, La casta Susana en el baño. Óleo sobre madera, segunda mitad del siglo XVII, Nueva Granada. Colección Museo Colonial, Bogotá. (Fotografía del Museo Colonial/Óscar Monsalve)

 

Finalmente se encuentra el ciclo de los profetas, uno de los pocos temas que parecen vinculados a narraciones más o menos secuenciadas y que están fuertemente relacionadas con el Nuevo Testamento. El acto de la profecía tenía una gran importancia en la cultura católica, de modo que los profetas eran aquellos que revelaban los hechos futuros y el lugar que ocuparían los diversos acontecimientos del Nuevo Testamento en el plan de salvación. Puede observarse como ejemplo una de las series quiteñas de profetas en las que en un pequeño recuadro se destaca el hecho profético, como en el caso de Oseas (Oseas, cap. 6), quien profetiza la resurrección de Cristo (Arca 3200).

 

Los relatos del Antiguo Testamento

Los escasos relatos visuales del Antiguo Testamento deben observarse desde la perspectiva de una cultura visual que poco los reprodujo porque no hacían parte de la devoción. La relativa importancia de estos temas pone en cuestión tanto el sentido como la utilidad de estos dentro de la cultura visual que los produce. De acuerdo con lo que se ha mencionado, en el caso iberoamericano el asunto tendría, por lo menos, tres vértices para entender por qué se producen estos temas si no tienen una relación directa con la devoción. En primer lugar, los temas del Antiguo Testamento son fundamentalmente una referencia teológica, bajo el supuesto que todo que lo que se sucede en el Nuevo Testamento está preanunciado en el Antiguo.

Esta teoría, desarrollada en la Edad Media, se denominaba el sistema de los tipos y antitipos, y pretendía mostrar la predestinación de los hechos dentro del molde de la historia de la salvación. El principio se basaba en una premisa: “en el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento está oculto; en el Nuevo, el Antiguo se revela. De esta manera, todo lo que aparecía en el primero era presagio de lo que acontecería en el otro, lo que se denominó en la interpretación typos, es decir, figura o forma. Así, Adán prefiguraba a Cristo; Eva a María; el pueblo de Israel a la Iglesia; el Éxodo a la Resurrección. Pero, además, todos los tipos tienen su antitipo. La figura que originó la imagen estaba tomada de la acción de acuñar monedas, en la cual el tipo correspondía a la imagen del cuño, mientras que el antitipo era la imagen del cuño reproducido en materia moldeable; es decir, alegóricamente todo tipo del pasado tenía su antitipo en el presente; o todo tipo del presente, su antitipo en el futuro” (Borja, 2002, p. 152). Los hechos estaban anunciados y así se les podía encontrar una enseñanza moral y escatológica: estos acontecimientos son esenciales para comprender la dinámica del Nuevo Testamento. Este tipo de producción visual se emplearía, especialmente, en las iglesias y los retablos consagrados a temas cristológicos, doctrinales y sacramentales.

Ilustración 3. Benjamin West, El sirviente de Isaac poniendo el brazalete a Rebecca. Óleo sobre tela, 1775, Estados Unidos. Colección Yale Center for British Art. (Dominio público)

 

Una segunda tendencia narra historias bíblicas vinculadas con un proyecto moral. Se trata de historias que sirven como exemplas de vida, cuyos patrones son empleados para respaldar o inducir a modelos de santidad tomados de historias bíblicas que narran comportamientos de cumplimiento, bondad, castidad, obediencia y entrega a la voluntad de Dios. Es decir, se parte esencialmente del conjunto de valores cristianos de la época en que se pinta, de modo que se pretende demostrar cómo estos comportamientos existen desde tiempos antiguos y sustentan lo que debe ser un buen cristiano. Los ejemplos son abundantes. Se puede citar la idea de la “mujer fuerte” o la docilidad femenina en figuras como Esther (Arca 18293), Judith o Císara; o el vicio de la lascivia y la virtud de la castidad en la historia de Susana y los viejos (Arca 5103).

La tercera tendencia busca utilizar estas pinturas para aportar un sustento a muchos de los problemas teológicos que enfrenta la cultura colonial. Uno de los aspectos determinantes en las sociedades coloniales es la necesidad de establecer un vínculo entre el sistema político vigente y las creencias, de manera que este justifique la existencia de las instituciones con una narración sagrada. Este tipo de relación se denomina «teología política» y, para el tipo de sociedades a las que nos referimos, la cultura visual se enlaza con esta teología política. El vínculo se logra a partir del establecimiento de un nexo entre los elementos “políticos” que provienen del Antiguo Testamento y sus relaciones con las instituciones que existen para entonces. Esta es la razón que permite que muchos temas del Antiguo Testamento resalten por encima de otros, como el caso de los “reyes de Israel” (Arca 5058), lo que establece un interesante vínculo con la necesidad de legitimar la nobleza. De esta manera se aporta, desde la teología política, el entorno desde el cual se entiende que Dios aprueba las acciones de los gobernantes porque él los ha elegido. Este modelo era bien conocido desde la Edad Media, cuando se trató de imponer modelos bíblicos de gobierno, entre los cuales resaltaba el estilo guerrero a lo David, el administrador de leyes como Moisés o el tipo de gobierno sabio, cuyo modelo era Salomón.

En una sociedad sacralizada como la colonial no había separación de poderes como en la modernidad, por esta razón las figuras del Antiguo Testamento estaban “politizadas” dentro de unas lógicas que justifican problemas de esa sociedad.

Esta situación implica que la elección de las escenas, en medio de una multitud de posibilidades de pasajes y personajes, no era gratuita, sino que respondía a las necesidades de argumentar los propósitos políticos y de mostrar cómo Dios, desde el Antiguo Testamento, proporciona su aprobación. En una sociedad sacralizada como la colonial no había separación de poderes como en la modernidad, por esta razón las figuras del Antiguo Testamento estaban “politizadas” dentro de unas lógicas que justifican problemas de esa sociedad. Este entorno, entonces, se resuelve con una pregunta que marca estrategias para la lectura de la pintura colonial vinculada con el Antiguo Testamento: ¿de qué realidades hablan las pinturas de este tópico veterotestamentario? Dicho problema es importante porque el pintor “actualiza” los temas antiguos para justificar problemas contemporáneos. Por ejemplo, en la ilustración 2, se observa cómo puede emplearse la historia de Susana para establecer un vínculo con la importancia de la castidad femenina y la honestidad masculina.

Las pinturas con narraciones del Antiguo Testamento fueron de las pocas de carácter religioso que se produjeron en las regiones anglosajonas. Aunque no son muchas las representaciones, el lugar que ocupan estos temas no es devocional, pues, como bien se sabe, los protestantes rechazaban este tipo de acción piadosa. Las pinturas son casi todas del siglo XVIII y se dan en dos grandes entornos: elaboradas por los limner, pintores “populares» que recorrían pueblos ejerciendo el oficio, cuyas técnicas son básicamente “primitivistas” (Arca 11546) y tratan coronaciones, temas bíblicos tradicionales o fiestas. El segundo grupo pertenece, en su mayoría, a pintores reconocidos para su época, como Benjamin West (ilustración 3), John Singleton Copley o Thomas Cole, y, más que el desarrollo de una temática, se trata de ejercicios dramáticos encarnados en los personajes, una acción más académica que espiritual. Obsérvese, por ejemplo (Arca 12836), de qué manera esta expulsión del paraíso tiene una gran carga teatral, objetos más elaborados para la exhibición que para la devoción.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Borja Gómez, Jaime Humberto. (2002). Los indios medievales de fray Pedro de Aguado. Construcción del idólatra y escritura de la historia en una crónica del siglo XVI. Bogotá: Icanh.

Lubac, Henri de. (1959). Exégèse médiévale. Les quatre sens de l’écriture, t. II. París: Aubier.

Mujica Pinilla, Ramón. (2003). Identidades alegóricas: lecturas iconográficas del Barroco al Neoclásico. En Ramón Mujica Pinilla, et al. El Barroco peruano. Lima: Banco de Crédito.

Rodríguez Romero Agustina. (2017). Old Testament Paintings in Colonial Bolivia: A Remote Past for New Believers / Pinturas del Antiguo Testamento en la Bolivia colonial: Un pasado remoto para nuevos creyentes”. En Suzanne-Pruitt Stratton, The Art of Painting in Colonial Bolivia. Filadelfia: Saint Joseph’s University Press.

Sebastián, Santiago. (1990). El Barroco iberoamericano, mensaje iconográfico. Madrid: Ediciones Encuentro.

Sebastián, Santiago. (1992). Iconografía e iconología del arte novohispano. México: Grupo Azabache.

Stastny, Francisco. (1994). Síntomas medievales en el “barroco americano”. Lima: Instituto de Estudios Peruanos (IEP), Documento de trabajo, (63), Serie Historia del Arte n.º 1.

Vargas, José María. (1960). El arte ecuatoriano. Biblioteca Ecuatoriana Mínima. México: J. M. Cajicá.

 

 

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