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Los temas históricos del Antiguo Testamento

Historias del Antiguo Testamento en América

Los llamados libros históricos del Antiguo Testamento son los de Josué, Jueces, Rut, Samuel, Reyes, Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Ester y Macabeos. El tema central de estos libros son las relaciones de fidelidad del pueblo de Israel con Dios, pero también la infidelidad, denunciada a través de los profetas, entre los cuales sobresalen Elías, Eliseo, Samuel, Gad y Jeremías. Algunos autores consideran estos libros como una continuación del Pentateuco, el cual finaliza cuando Moisés llega a las puertas de la Tierra Prometida y muere. Los libros históricos, que vienen a continuación, narran la conquista de aquella tierra y el proceso de instalación de las tribus en la región. Visual y pictóricamente, con estos libros ocurre un proceso similar a lo que sucede con el Pentateuco: se toman unas cuantas figuras o hechos representativos por el efecto simbólico o alegórico que tienen sobre hechos o acontecimientos de la cristiandad colonial, y sobre ellos se construye un relato visual (Mujica, 2003, p. 258).

Mapa 1. Proporción de temas históricos bíblicos con respecto a la producción de pintura del Antiguo Testamento

Los temas que se desprenden de los libros históricos son mucho menos numerosos de los que aparecen en el Pentateuco, que aportan un material importante para alegorizar los orígenes del cristianismo. En la gráfica del Antiguo Testamento se observa cómo los temas de estos libros históricos son una cuarta parte de los temas del Antiguo Testamento, lo cual se confirma en el mapa 1 con la distribución porcentual de estos en cada país. Es decir, son menos significativos porque en la manera como eran interpretados no tenían una proximidad metafórica con aquello que definía la esencia del cristianismo, como tampoco estaban relacionados con preanuncios del Nuevo Testamento. Los tres temas históricos más pintados están vinculados con partes fragmentarias o políticas de la vida y la cultura colonial: el profeta Elías está relacionado con la ocupación del monte Carmelo y, por esta razón, con la  Orden de los Carmelitas que tuvo una importancia significativa en Iberoamérica, lo que le dio preponderancia. El segundo tema, los reyes de Israel, justifica el poder de la monarquía como un acto de la elección de Dios; y las imágenes de la conquista de Canaán representan la ocupación de los territorios americanos por la fuerza.

De estos tres temas, el que tiene mayor número de representaciones visuales es la historia de Elías y su sucesor Eliseo, que cubre el 34 % de las pinturas históricas del Antiguo Testamento. Elías es uno de los profetas más importantes de la tradición veterotestamentaria, pues fue el elegido por Dios para proclamar la alianza basada en la fidelidad. En el primer libro de Reyes (I Reyes 18, pp. 20-ss) se menciona el sacrificio en el monte Carmelo, lo que, unido a la identificación de Elías como un ermitaño, permitió que en el siglo XII, en el contexto de las cruzadas y cuando se formaban las órdenes mendicantes, un grupo de ermitaños lo asumiera como inspirador para sus vidas. Aquel grupo se retiró a vivir al monte Carmelo, donde con el tiempo construyeron una iglesia dedicada a la Virgen, que tomó el nombre de Nuestra Señora del Monte Carmelo, dando origen a la devoción de la Virgen del Carmen, tan popular en la cultura colonial. Con el tiempo se constituyó la Orden del Carmelo. En este contexto puede observarse qué hay detrás de un conjunto de representaciones del Antiguo Testamento: no solo la Virgen del Carmen o la Orden del Carmelo, también devociones particulares a partir de las cuales se justifica la experiencia de la eremita colonial, la mística, etc.

El contexto del caso del profeta Elías se extiende a los otros grandes temas. A través de este ejemplo puede notarse el uso tan distinto que tenían las diversas temáticas que proceden del Antiguo Testamento. La tendencia americana a representar los relatos históricos bíblicos se llevó a cabo en la mayor parte de los territorios coloniales (mapa 1), aunque de manera desigual. Su presencia es significativa en la Nueva Granada y Chile, donde cubre más del 50 % del total de la pintura del Antiguo Testamento. Es uno de los pocos temas veterotestamentarios representados en Chile. Con estas dos excepciones, en las demás regiones el promedio se ubica entre un 20 % y un 30 % con respecto a la categoría de pintura del Antiguo Testamento. En esta distribución también influye la orientación que le proporciona la cultura visual a las temáticas. Estos libros históricos, por ejemplo, tienen fuerza en regiones como la Nueva Granada, donde se emplea para respaldar metafóricamente problemas vinculados con la eucaristía, utilizando para tal fin pasajes bíblicos relacionados con la vid o con el trigo. Un ejemplo es la escena de Ruth espigando el campo de trigo (Arca 16523), que alude a los simbólicos pan y vino eucarísticos. Mientras tanto, en otras regiones, como Quito, existe más propensión a representar a los reyes, tema con varias series (Stratton-Pruitt, 2012, p. 54); o en la Nueva España y el Perú la tensión se centra en Elías, debido a la fuerte presencia carmelita en estas regiones.

 

Los tiempos de los temas históricos

Gráfica 1. Línea de tiempo de los temas históricos veterotestamentarios

La producción de pinturas vinculadas con los libros históricos del Antiguo Testamento es fuerte y constante durante el siglo XVII, para marcar un descenso entre 1680 y 1720. A partir de ese momento su producción es baja pero constante hasta comienzos del siglo XIX. Esta producción se vincula al siglo XVII, un momento en el que los problemas relacionados con el poder o los dogmas obtienen su respaldo metafórico en este tipo de representación. La elección se hace de los fragmentos de los libros y no de los relatos continuados.

 

Los fragmentos históricos del Antiguo Testamento

En la primera parte de esta entrada se destacó el caso del profeta Elías. El ejemplo también sirve para ilustrar los modelos narrativos de los grandes temas históricos. Este caso es interesante porque lo que se encuentra es una relación contextualmente anacrónica: un profeta del siglo VIII a. C., leído en el siglo XII y pintado en el siglo XVII (Arca 11021). Consistente con este anacronismo, las representaciones de Elías tienen un patrón más o menos definido en dos situaciones predominantes: el profeta de cuerpo entero o medio cuerpo, con algún gesto de entrega, y el rostro o los ojos elevados a la divinidad en lo que se denomina el “tercero ausente” (Stoichita, p. 152), es decir, mirando al infinito y haciendo presente lo que no se representa, a Dios, enunciado por la luz (Arca 5053). En buena parte de estas pinturas aparece el profeta con la indumentaria tradicional de los carmelitas: hábito café y manto blanco. La segunda forma de representación está relacionada con dos acontecimientos: la visión de Elías en el carro de fuego (ilustración 1, Arca 16528) y el sueño en el desierto (Arca 267).

Ilustración 1. Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, Elías arrebatado en el carro de fuego. Óleo sobre tela, ca.1680, Nueva Granada. Colección Museo Colonial, Bogotá. (Fotografía del Museo Colonial/Óscar Monsalve)

 

Este ejemplo muestra las condiciones y elementos culturales que se encuentran detrás de esta representación del Antiguo Testamento. Se puede asumir como «anacrónica», porque le proporciona el apelativo cristiano de «san» y a veces está acompañado de santos carmelitas (Arca 4312). En la tradición católica, el apelativo “san” se reserva a los hombres y mujeres santos cristianos y no a un profeta judío. La situación deja ver la orientación de un tema bíblico, incluso dirigido a enunciar la profecía de la Virgen, de modo que se vinculaba al Antiguo y al Nuevo Testamento (Arca 15209). Como en este ejemplo, los otros cuatro temas significativos tomados de los libros históricos tenían perspectivas similares. Estos eran: los reyes de Israel, la conquista de Canaán, la imagen de mujeres fuertes y las historias sagradas que tenían enseñanzas morales (gráfica 2).

Gráfica 2. Porcentajes de producción de temas del ciclo de libros históricos

 

El tema de los reyes de Israel presenta algunas series en Iberoamérica colonial, pero no es un tema “frecuente” o de común representación (Sebastián, 1990, p. 121). Por lo general, se trata de secuencias de medio cuerpo, coronados, con una inscripción con su nombre y algunas veces con un atributo especial o relacionados a un pasaje de su historia como lo relatan los libros bíblicos (ilustración 2, Arca 5066). Otras veces se ejecuta un relato de algún acontecimiento de sus vidas (Arca 11539). Este tipo de narraciones podían tener dos direcciones: justificar la ascendencia real de la corona española, en el sentido de que el poder lo posibilitaba el querer de Dios, según la tradición medieval que había impuesto el modelo cuyo prototipo era David, el rey ungido y elegido por Dios. Se trataba, entonces, de mostrar que la realeza, elegida por Dios, estaba relacionada con las vicisitudes humanas. La segunda dirección de la pintura de hechos de los reyes los vinculaba en la lucha contra la idolatría y la herejía, tema especialmente sensible en el siglo XVII, pues finalmente asemejaba a España a Israel del Antiguo Testamento y su lucha contra los idólatras de los grandes imperios babilonio y persa.

Ilustración 2. Nicolás Javier de Goríbar, Rey Manasses. Óleo sobre tela, ca. 1710, Quito. Colección Museo de Santo Domingo, Quito. (Dominio público)

 

El segundo conjunto de temas son aquellos de la conquista de Canaán. Este tipo de representaciones no tenían un plan narrativo establecido ni un modelo común con respecto a los temas: simplemente se pintaban algunos de los hitos de la conquista de la tierra prometida, narrados a lo largo de los libros históricos. Muchas de estas escenas caracterizan la guerra y tenían relación con el muy raro género en América de la pintura de batallas (Vander, p. 29). Las más frecuentes de estas pinturas mostraban la toma de Jericó (Arca 7233) y la guerra contra los amorreos. Otras enfatizaban escenas que se refieren al paso del pueblo de Israel por el desierto y los problemas que conllevó: las exploraciones, la recolección del maná, los campamentos o el milagro de Josué deteniendo el sol (Arca 1771). El fondo simbólico de estos temas es fundamentalmente eucarístico y expresa el difícil camino de la Iglesia católica en Iberoamérica en el siglo XVII. Alegóricamente, se trata de mostrarla atravesando por el desierto, luchando contra idólatras, esta vez indígenas, en un medio difícil en el que la eucaristía es un regalo de Dios como en antaño lo fue el maná.

Una característica de estos relatos de los libros históricos es la manera como también aparece como elemento común lo que en el Barroco se denominó “mujeres fuertes” o “mujeres varoniles”(Rubial, 2009, p. 9). El término se refería a aquellas mujeres que tenían la suficiente fuerza para sacar adelante proyectos relacionados con su condición de mujer y que hacían parte de la espiritualidad femenina, especialmente escuchar la voluntad de Dios. Se trataba de una especie de mujeres preámbulo a la Virgen María, quien era considerada el epítome de la mujer dócil que escucha a Dios. El Antiguo Testamento aportaba todo un arsenal de mujeres fuertes —Esther, Judith, Jael y Ruth, entre otras— que cumplían su papel a cabalidad. Algunos de estos temas, como el de Judith y Jael, tienen una larga tradición artística, por lo que no eran extraños en la tradición visual, pero lo que aquí se trata de rescatar era la imagen de mujeres que ayudan en la lucha contra los enemigos de la fe o representantes de los idólatras. Judith, por ejemplo, aprovecha el estado de ebriedad y la confianza que le tiene el militar asirio Holofernes, quien ha sitiado Betulia, y lo decapita con su propia espada, convirtiéndose en la heroína de su pueblo. La escena es similar en dos momentos: tiene la cabeza decapitada en su mano (Arca 14083) o está en el momento de la degollación (Arca 17989).

Ilustración 3. Anónimo, El juicio del rey Salomón. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Perú. Iglesia de Huanoquite, Cuzco. (PESSCA Archive 52B)

 

Esta es también la historia de Jael: el militar cananeo Sísara, huyendo de su derrota, se esconde en la tienda de Jael, quien aparentemente le ayuda, pero en un descuido le clava una estaca en la cabeza (Arca 4522). Ellas, Esther y Ruth encarnan este arquetipo de mujeres fuertes, por lo que aparecen con relativa frecuencia en los textos y la literatura barroca como ejemplos de comportamiento femenino.

 

Pintura histórica y cultura colonial

La razón de ser de estas pinturas no solo era servir de inspiración o ilustración a textos bíblicos. La elección de estos temas, y no otros entre cientos de alternativas que ofrecían los densos libros históricos del Antiguo Testamento, indica que respondían a sus condiciones culturales. El principio del que se parte es que la elección de ciertas distinciones se hace desde el mundo del lector, es decir, se escogen aquellas situaciones que enuncian o se vinculan con el mundo de las experiencias del sujeto que elabora la representación. Esta es la importancia de tener en cuenta los lugares en los que se ejecutan las obras y para quién se hacen. Igualmente, las razones que llevan a que estas se conviertan o no en objetos devocionales. El ejemplo que acaba de presentarse de las “mujeres fuertes” es una forma de comportarse de las mujeres coloniales, lo cual encuentra eco en las idealizaciones de las “mujeres fuertes” espiritualmente, especialmente aquellas santas que tuvieron importancia en la cultura colonial, como Rosa de Lima.

Pero esta mirada de la cultura visual tiene implicaciones en la propia experiencia histórica colonial. Pintar temas del Antiguo Testamento establece una forma de experimentar la temporalidad y, particularmente, condiciona la manera como se observa el pasado antiguo, un pasado que ha sido preanunciador de lo que significaría el cristianismo. Como toda lectura del pasado, en este tipo de pinturas se implica la propia experiencia de temporalidad del pintor, su forma de ver el pasado y, por extensión, la cultura a la que él pertenece. En los temas elegidos se proyectan necesidades y anhelos de la sociedad que pinta: por ejemplo, la búsqueda de las órdenes religiosas de sustentar su pasado, como lo hacen los carmelitas en el profeta Elías; o como lo harán otra comunidades religiosas al fijar sus miradas en la prehistoria de sus experiencias místicas en el pasado del Antiguo Testamento.

Pintar temas del Antiguo Testamento establece una forma de experimentar la temporalidad y, particularmente, condiciona la forma como se observa el pasado antiguo, un pasado que ha sido preanunciador de lo que significaría el cristianismo.

La cultura colonial dispone en el Antiguo Testamento otro conjunto de problemas, que si bien no son esenciales en las devociones corrientes de la gente, sí lo son en la organización eclesiástica. Por ejemplo, el Antiguo Testamento y sus múltiples experiencias de Dios en el desierto justifican la Tebaida colonial, o aquella necesidad de experimentar el desierto como lugar de encuentro espiritual (Le Goff, p. 25). Igualmente, tiene un lugar importante en la Iglesia indiana el discurso de la lucha contra la herejía, así como los procesos de evangelización, que implican derrotar a los indígenas como nuevos “idolátras”. Los libros históricos aportan elementos para identificar la lucha por la tierra prometida y la expulsión de sus idólatras, con esta nueva “tierra prometida” (ilustración 3, Arca 7365), la nueva Iglesia indiana (Rubial y Suárez, 1999, p. 142). Solamente estos aspectos, entre muchos otros, explican por qué estos temas del Antiguo Testamento no son populares, sino que se circunscriben a espacios de otros tipos de públicos, con otros objetivos.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Le Goff, Jacques. (1986). Lo maravillosos y lo cotidiano en el Occidente medieval. México: Gedisa.

Mujica Pinilla, Ramón. (2003). Identidades alegóricas: Lecturas iconográficas del Barroco al Neoclásico. En Ramón Mujica Pinilla et al., El Barroco peruano. Lima: Banco de Crédito.

Rodríguez Romero Agustina. (2017). Old Testament Paintings in Colonial Bolivia: A Remote Past for New Believers / Pinturas del Antiguo Testamento en la Bolivia colonial: Un pasado remoto para nuevos creyentes. En Suzanne-Pruitt Stratton, The Art of Painting in Colonial Bolivia. Filadelfia: Saint Joseph’s University Press.

Rubial García, Antonio. (2009). Cuerpos santos, ¿gestos sexuados? Imagen y género en las representaciones de los santos en el arte virreinal. Destiempos, (22), 1-35.

Rubial, Antonio y María Teresa Suárez Molina. (1999). La construcción de una iglesia indiana: las imágenes de su edad dorada. En Los pinceles de la historia. El origen del reino de la Nueva España 1680-1750. México: Museo Nacional de Arte.

Sebastián, Santiago. (1990). El Barroco iberoamericano, mensaje iconográfico. Madrid: Ediciones Encuentro.

Stratton-Pruitt, Suzanne (ed.). (2012). El arte de la pintura en Quito colonial. Filadelfia: Saint Joseph’s University Press.

Vander Auwera, Joost. (2006). La guerra y su representación en el arte durante el antiguo régimen. El caso de la Guerra de los Ochenta Años. En Bernardo García (ed.), La imagen de la guerra en el arte de los antiguos Países Bajos. Madrid: Editorial Complutense.

 

 

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