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El principado de san Miguel

San Miguel en Iberoamérica

El arcángel más representativo en la cultura cristiana occidental es san Miguel, debido a su presencia bíblica y, según la tradición y los relatos hagiográficos de distintas épocas, a las apariciones combativas y múltiples milagros. Estos elementos marcan su importancia histórica en la tradición católica, pues, dentro de los factores que la conforman, san Miguel tiene un alto impacto como representación militar del poder y la justicia de Dios. Desde los tiempos de la Iglesia primitiva se lo vincula con su victoria sobre el demonio, según el relato del libro del Apocalipsis (12, 7). Desde entonces, y junto con el apóstol Santiago, se convierte en el lugarteniente de los ejércitos celestiales. No es gratuito, entonces, que su nombre traduzca “Quien como Dios” y que esta inscripción aparezca en buena parte de sus pinturas. Estos acontecimientos lo atan inexorablemente a una tradición que lo ubica como una de las figuras más prominentes del cristianismo y objeto significativo de las devociones populares. Por esta razón, además del apóstol Santiago, llamado Matamoros, san Miguel es el segundo santo en aportar su nombre para acompañar la santificación de ciudades en la América colonial.

Mapa 1. Proporción de san Miguel Arcángel en relación a la pintura de Arcángeles

Además de su representación individualizada en objetos de devoción, san Miguel, arcángel victorioso sobre el demonio, tiene presencia en una buena parte de las pinturas relacionadas con lo apocalíptico, la victoria sobre la muerte, los juicios finales y los purgatorios. Su representación es fuerte en cada región de la América hispánica; prácticamente no hay región que no tenga presente su nombre. El volumen de visualización es bastante grande en relación a los otros arcángeles, incluyendo los apócrifos. En la gráfica de arcángeles se observa como solo san Miguel cubre el 45 % del total de las representaciones. El mapa 1 confirma estos datos, pues el volumen de pinturas de san Miguel con respecto a los otros arcángeles, por lo general, supera el 40 % en los distintos países. El porcentaje solo disminuye en aquellas regiones donde tuvieron una gran importancia los apócrifos, como Bolivia, Perú y Argentina. Por supuesto, proporcionalmente aparece presente en la mayoría de los grandes virreinatos, Perú y la Nueva España, donde tuvo gran acogida, e incluso es fuerte su manifestación en regiones donde la pintura es tenue, como en la capitanía de Chile o en Río de la Plata. El hecho de que se destaque la presencia de san Miguel como imagen devocional venciendo al demonio, independiente de su presencia en otros géneros visuales, pone de presente su lugar en la visualidad colonial. Incluso es el único arcángel que aparece acompañando a Dios padre o a la Virgen.

 

Los tiempos de san Miguel

La importancia de san Miguel como figura vencedora del mal permite que esté presente en la cultura visual americana desde el momento mismo de la Conquista, y su nombre se lanzaba como protección en la batalla. De esta manera, está fuertemente presente desde la segunda mitad del siglo XVI (gráfica 1), lo que se mantiene a lo largo del siglo XVII. La línea de producción visual de san Miguel tiene su descenso paulatino en el siglo XVIII, cuando disminuyen las conquistas, los poblamientos y las guerras, tanto las materiales como las espirituales contra el mal. Igualmente, puede observarse cómo los subtemas iconográficos se mantienen más o menos paralelos en su producción, con excepción del san Miguel con balanza y escudo, temas muy populares y de gran valor iconográfico.

Gráfica 1. Línea de tiempo de las distintas iconografías de san Miguel

 

Los prototipos de san Miguel

A diferencia de los otros dos arcángeles canónicos, que tienen formas de representación bastante definidas al igual que los atributos que los acompañan, san Miguel posee en Iberoamérica una tradición visual muchísimo más compleja y rica, que está relacionada con los diversos símbolos que lo definen. Las representaciones individuales tienen la estructura básica de las pinturas de arcángeles: el sujeto está de cuerpo entero, sostiene un atributo sobre sus manos, mientras que el entorno o escenario puede tener variaciones, pero generalmente no afecta el conjunto. Las clasificaciones de la gran cantidad de formas de san Miguel pueden ser múltiples: la presencia de donantes, tipos de demonio, la gestualidad (posición) del cuerpo o la clasificación de los escenarios donde transcurre la escena. Sin embargo, debido a la complejidad del personaje, la mejor perspectiva es su clasificación a partir de la simbología que ostenta, la cual revela varios elementos de su culto. Pueden identificarse diez maneras iconográficas, cuyos porcentajes se observan en la gráfica de las formas de san Miguel.

Ilustración 1. Baltasar Vargas de Figueroa, Arcángel San Miguel (detalle). Óleo sobre tela, segunda mitad del siglo XVII, Nueva Granada. Colección Museo Santa Clara, Bogotá.

 

Entre las representaciones más comunes y que cubrirían el 49 % de las pinturas, están aquellas en las que se encuentra san Miguel sosteniendo en la mano derecha un escudo, una cruz o un estandarte (ilustración 2, Arca 90). Como se observa en las imágenes, la representación es similar en composición y, además, la vestidura militar corresponde a su situación como milicia de Dios y jefe de los ejércitos celestiales. La representación, por lo general, incluye diferentes elementos: en presencia de donantes o rodeado de santos; el objeto que sostiene en la mano izquierda puede cambiar, a veces es una espada flamígera (Arca 7138), otras veces un rollo o el bastón de mando (Arca 4061); algunas veces pisa al demonio (Arca 6910), otras posa sobre una nube y en otras más acompaña situaciones humanas (Arca 7589); y porta el símbolo principal, escudo, cruz o estandarte, en la mano derecha, aunque en algunas ocasiones en la izquierda. Entonces, el conjunto de elementos simbólicos le otorga diferentes significados a los componentes, a la tradición y a las maneras de pintar a san Miguel.

Los dos elementos representativos y que predominan en san Miguel son la palma del martirio y la balanza. Especialmente este último aparece en buena parte de las pinturas, en las cuales la balanza, que es el símbolo del arcángel de la justicia, aparece primordialmente en la mano izquierda (Arca 13856), significando su papel como justicia de Dios en el día del juicio final. Por esta razón, en la derecha sostiene la espada y pisa al demonio a quien derrota según el libro del Apocalipsis. Otro significado distinto tienen las pinturas de san Miguel con la palma de martirio en la mano izquierda mientras que con la mano derecha hace el gesto del protego, el cual significa una invitación a ser protegido, denotando sentimientos ambiguos que se mueven entre la protección, la reprensión, la confianza y la autoridad (ilustración 3, Arca 2247). Las implicaciones espirituales y devocionales de esta representación son distintas: significa invocar a san Miguel para la lucha contra las pasiones —este es el sentido de la palma del martirio— y vencer al demonio para recibir la protección de Dios. Estos dos ejemplos muestran cómo cambia de sentido una misma imagen dependiendo del símbolo que conlleva la representación, como sucede con los símbolos que portan los ángeles. Los demás elementos de la composición tienen características muy similares a las que ya se han mencionado en los anteriores tipos iconográficos.

Ilustración 2. Antonio de Santander, Arcángel san Miguel (detalle). Óleo sobre tela, ca.1700. Nueva España. Colección Museo Nacional del Virreinato, Tepotzotlán, México.

 

Con cantidades proporcionalmente menores, estas imágenes privilegian alguno de los elementos simbólicos ya mencionados, y el privilegio es que el objeto se destaca en la mano derecha: espada, rollo, lanza, cadena o el brazo abierto, el gesto protego. Cada uno de estos tiene elementos que se combinan con otros, pero marcan una intencionalidad diferente. Aunque no se pretende hacer un análisis de los significados iconográficos, pueden indicarse algunos sentidos para mostrar la diferencia: por ejemplo, el demonio encadenado (Arca 16866) representa el dominio de las pasiones y la presencia del rollo significa la autoridad (ilustración 1, Arca 16338). Finalmente, hay un grupo pequeño de pinturas con símbolos que no aparecen con frecuencia, pero que deben tenerse presentes porque son igualmente simbólicos, por ejemplo, el arcángel con un rosario en la mano izquierda (Arca 108).

Además de este conjunto de pinturas que representan a san Miguel, es importante anotar que está presente en situaciones gestuales y con estos mismos elementos simbólicos —espada, lanza y cruz— en muchos otros tipos de géneros visuales americanos. Por ejemplo, existe una secuencia de pinturas que narran el milagro de su aparición a indígenas en México (Arca 572); pero también aparece en los juicios finales como la figura central que separa a los buenos de los malos y está junto a muchos santos (Arca 15180), como Rosa de Lima, en las alegorías relacionadas con la muerte, en pinturas dogmáticas de postrimerías y en exvotos (Arca 1115). Es decir, esto lo convierte en uno de los personajes con mayor devoción colonial. A esto debe agregarse que se han identificado los grabados de donde proceden algunas de estas representaciones: por ejemplo, la mano extendida y la palma en la izquierda, pintura popular en la América colonial, procede de un grabado de Wierix (Pessca 28A/1733B). Así mismo, el acto de vencer al demonio con una espada procede de un grabado de Jacobo Frey (Pessca 1068A/1068B) y con lanza procede de un grabado de Nicolá de Larmessin (Pessca 1529A/1529B), entre otros ejemplos. Por supuesto, la guía de estos grabados no interfirió con la riqueza narrativa que le proporcionaron los distintos pintores coloniales.

 

San Miguel en América

Desde la primitiva tradición cristiana, san Miguel arcángel fue venerado como príncipe de los ángeles y defensor de las causas de Dios. Su resurgimiento durante el periodo barroco, en el cual hasta se le elevó a la categoría de príncipe de la Iglesia, estaba relacionado con la necesidad de la Iglesia postridentina de ser defendida de los nuevos enemigos de la fe, que figuraban para el catolicismo como las nuevas encarnaciones del demonio. Ya en el Antiguo Testamento, san Miguel prefiguraba como el defensor del pueblo contra el mal. Además, se le consideraba guardián de los ejércitos cristianos. Por estas razones apareció en la Conquista de América, con indumentaria militar, lo cual destacaba su función defensiva.

Ilustración 3. Martín de Vos, Arcángel san Miguel (detalle). Óleo sobre madera, 1581, Nueva España. Catedral de san Buenaventura, Cuautitlán, México.

 

La riqueza visual de san Miguel, más que la de cualquier otro arcángel, destaca su importancia en las diversas representaciones visuales americanas. Como se ha mencionado, su presencia desborda las pinturas relacionadas con su retrato y cubre una buena parte de otros temas, de manera que se le relaciona con los milagros, dogmas, juicios finales, temas morales, la Trinidad, santos y la Virgen. Esta presencia, tan centrada en la lucha contra la muerte y el pecado, muestra la importancia que se le otorga en relación a aquellas situaciones en las que puede ejecutar las decisiones divinas y se convierte en salvador de almas (Pérez Diestre, 2013, pp. 198-199). Pero fundamentalmente se valora su papel militar, conductor de ejércitos, lo que manifiesta una clara condición política. Se trata de proporcionarle sentido a la lucha del Imperio español enfrentado a la maldad que azotaba el mundo de los siglos XVI y XVII (luteranos, infieles, turcos), de la misma forma como san Miguel encabezaba el ejército celestial encargado de luchar contra el mal.

La riqueza narrativa de san Miguel se traduce en los ideales de lo militar como lucha contra el mal, pero también en la manera como los demonios adquieren los rasgos de los indígenas; otros más clásicos tienen formas de sirenas, el dragón del Apocalipsis, demonios hermafroditas, etc. Detrás de estas imágenes se encuentran formas de legitimización de la violencia de la conquista.

La imagen política de san Miguel se deriva de un relato neotestamentario del Apocalipsis. Este, por sí mismo, no aporta prácticamente imágenes, pero las produce de una manera compleja cuando se representa a san Miguel en la América colonial. La riqueza narrativa visual trasluce no solo un problema militar, sino también los significados de la guerra sagrada de los católicos. Las luchas contra los “idólatras” americanos que caracterizaron la conquista de América, así como las campañas de evangelización, tuvieron dos figuras centrales que, según la historiografía, fueron aceptadas por los indígenas: Santiago y san Miguel arcángel. La narrativa del arcángel se traduce en los ideales de lo militar como lucha contra el mal, pero también en la forma como los demonios adquieren los rasgos de los indígenas; otros más clásicos tienen formas de sirenas, el dragón del Apocalipsis, demonios hermafroditas, etc. Detrás de estas imágenes se encuentran formas de legitimización de la violencia de la conquista: “San Miguel tuvo un especial papel en las campañas para erradicar la supervivencia de los ritos prehispánicos que se llevaron a cabo en la Nueva España y el Perú en el primer cuarto del siglo XVII […]. La violencia de la conquista se transformaba así […] en una alegoría de la lucha cósmica entre el bien y el mal” (Rubial García, 2011, p. 89).

Esta afirmación muestra un último aspecto, la cercanía y aceptación de san Miguel con las comunidades indígenas. Su vínculo con los indígenas se inicia en el contexto de la Conquista, como se acaba de afirmar, pero este lazo se hace mucho más perdurable, de modo que la devoción se proyecta más allá de esta frontera temporal. Un elemento que manifiesta esta postura es la gran cantidad de donantes indígenas que aparecen en sus pinturas. El culto a san Miguel se aprecia también por haberse convertido en personaje de obras de teatro, pastorelas y otros tipos de representaciones visuales. Además, es frecuente que su nombre acompañe la dedicación de las ciudades y los nombres de pueblos al momento de su fundación (Pérez Diestre, 2013, p. 229).

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Cuadriello, Jaime. (1999). Tierra de prodigios. La ventura como destino. En Museo Nacional de Arte, Los pinceles de la historia. El origen del reino de la Nueva España 1680-1750. México: Museo Nacional de Arte.

Pérez Diestre, José Antonio. (2013). Iconografía angélica en el arte occidental. San Miguel arcángel: Piedra fundacional y símbolo de identidad de la Puebla de los Ángeles (México). Imagen, culto y adoración [tesis doctoral en Historia del Arte, Universidad de Salamanca, Salamanca].

Rubial García, Antonio. (2011). La justicia de Dios. La violencia física y simbólica de los santos en la historia del cristianismo. México: Editorial Trama.

 

 

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