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Ángeles en la América colonial

Los ángeles coloniales

Los ángeles hacen parte del legado de la cultura judía a la tradición cristiana. A su vez, el judaísmo los recibió de una compleja relación con las religiones de la Antigua Mesopotamia, donde los hombres y los toros alados (querub asirios) tenían gran importancia. La evolución de los ángeles dentro de la tradición católica está marcada por los diferentes contextos históricos en los que se ha desenvuelto la cristiandad, de modo que la concepción del ángel en la Iglesia primitiva no es la misma que en la tradición medieval. Esta última etapa histórica marca la evolución definitiva de la angelología, periodo que proporciona los aspectos más atractivos del culto angélico, que están relacionados con su evolución teológica y con las características de su iconografía. A comienzos de la Edad Media, entre los siglos IV y V, a los ángeles se les construyó teológicamente el halo de pureza, así como su naturaleza moral (Fries, 1979, p. 94), elementos que no contenía la tradición bíblica original. De hecho, en el mismo periodo se toma la leyenda apócrifa de los ángeles caídos para justificar el origen del demonio, la contraparte angelical (Haag, 1978, p. 163).

Mapa 1. Coros angélicos en proporción a la pintura de ángeles en cada país

De esta forma, estas tradiciones católicas consideraban a los ángeles como “espíritus supraterrestres; pero originariamente no apuntaba [su estudio], como ocurre hoy, a la esencia de estos seres, sino a su misión como servidores de Dios o del demonio” (Fries, 1979, p. 88). El tiempo intermedio entre la concepción de los ángeles como mediadores y la manera como se les ve actualmente, con una esencia de pureza, es la cultura que nos compete, el Barroco. El culto a los ángeles se incentivó en el catolicismo postridentino. Posiblemente el culto adquirió fuerza con la supuesta revelación de los llamados siete arcángeles de Palermo, en 1516, a quien Carlos V mandó a erigir una iglesia. Y, por supuesto, en América ocupan un lugar determinante en el culto desde el mismo momento de la Conquista. Por esta razón, su presencia es activa en todas las regiones coloniales y, aunque escasa, es uno de los pocos temas religiosos que tienen alguna representación dentro del mundo anglosajón.

Mapa 2. Pintura de ángeles en cada país con respecto a su propia producción

El tema de los ángeles en la cultura visual es uno de los pocos que tienen una producción más o menos similar o proporcional en prácticamente toda Iberoamérica, como puede verse, por ejemplo, en las gráficas de temas en Venezuela, Argentina o Quito, aunque encuentran diferencias en las subclasificaciones. La tradición medieval aceptada por los católicos explica que existen tres coros: el primero, que acompaña la divinidad, está compuesto por serafines, querubines y tronos; el segundo coro, por las dominaciones, virtudes y potestades; y el tercer coro son las jerarquías inferiores que tienen contacto con los hombres, los principados, arcángeles y ángeles. Esta jerarquización permitió que se formaran diversas tendencias devocionales explícitas en las distintas regiones americanas según los tipos de ángeles o arcángeles que se empleaban dentro de sus tradiciones. Los arcángeles apócrifos, por ejemplo, son mucho más usuales dentro de la cultura de los Andes centrales que en otros sitios coloniales; o el culto a san Miguel Arcángel es más fuerte en la Nueva España que en otras colonias. A pesar de variaciones, en esta investigación se emplea la tradicional división barroca de ángeles, arcángeles y otros coros.

Con respecto a la primera categoría, los coros angélicos, estos aparecen también con una línea de producción más o menos equilibrada en todas las regiones coloniales, lo cual refleja la manera como la Corona auspició su culto. Los ángeles significaban la defensa de la cristiandad y el acompañamiento de Dios a las empresas de la Corona. En los mapas 1 y 2 puede observarse, comparativamente, la producción visual relacionada con el total de los coros angélicos y las pinturas en las que se los individualiza como objeto de representación. Los ángeles del tercer coro, los más comunes, están presentes prácticamente en todos los territorios americanos, lo que destaca su importancia (mapa 1). Igualmente, se evidencia en la gráfica cómo el tema de los ángeles cubre el 16 % del total de pinturas sobre todos los coros. Una cifra no muy representativa, aunque debe tenerse en cuenta que este porcentaje se refiere a aquellas pinturas en las que los ángeles son el tema central (Arca 1105), como en el caso de la ilustración 1 (Arca 4299). Sin embargo, los ángeles como personajes forman el colectivo más significativo de la pintura colonial, pues están presentes en cerca del 30 % de las pinturas, cubriendo prácticamente todos los temas y los subtemas. Hasta en las pinturas seculares, aquellas no religiosas, como los retratos, aparece la compañía de los ángeles (Arca 9790). Por esta razón, la representación se vuelve mucho más rica y compleja.

 

Los tiempos de los ángeles

Se ha mostrado cómo el culto a los ángeles fue importante dentro del contexto de la América colonial, porque estaba vinculado a la idea de que Dios acompañaba y protegía las empresas de la Corona. Por esta razón, la presencia de los ángeles se mueve entre su culto devocional y la acérrima creencia en su presencia en toda obra de Dios, por lo cual el culto es constante en todo el periodo colonial. En la gráfica 1, la misma altura de los picos al finalizar y comenzar siglo está relacionada con la datación amplia de estas pinturas, lo que muestra cómo se concentra su producción en el siglo XVII. La observación, en la misma gráfica, de la producción de los subtemas tampoco deja duda de su importancia en ese siglo. Incluso, temas como los ángeles de la guarda o los ángeles militares son específicamente de ese momento. La producción baja en el siguiente siglo.

Gráfica 1. Línea de tiempo de la pintura de coros de ángeles

 

Las imágenes de los ángeles

La definición del número de coros angélicos tuvo una larga historia en la cultura cristiana de los primeros siglos. La distinción o distribución de los ángeles por clases se tomó de la angelología del judaísmo tardío. Dependiendo de la tradición se hablaba de cuatro, seis o siete grupos, pero se dieron dos momentos claves: la definición de las cartas de Pablo y la teología de pseudo Dionisio. Estos dos elementos permitieron que en el siglo IV se establecieran definitivamente nueve coros de ángeles. La teología medieval, especialmente con los aportes de Escoto Erígena y Hugo de San Víctor, ordenaron la angelología basándose en estos textos mencionados (Fries, 1979, p. 99). Sin embargo, la claridad teológica no impuso su autoridad sobre la imagen o la iconografía, pues no es muy precisa, y quedó a la imaginación de sus contemporáneos. La pintura de los distintos coros no tiene una iconografía definida en la América colonial, y con excepción de los arcángeles (que serán tan importantes en las colonias), los serafines y los querubines (tan frecuentes en las pinturas como acompañantes o manifestaciones del poder de Dios), los demás se reducen al apelativo simple y básico de ángeles. Esta afirmación resulta de la carencia de símbolos iconográficos que definan a aquellos seres espirituales pertenecientes a los otros coros.

Ilustración 1. Isabel de Santiago, Arcángel Gabriel. Óleo sobre tela, ca. 1700, Quito. Colección Museo Fray Pedro Gocial, Quito. (Dominio público)

 

La conformación de un núcleo visual relacionado con el tema explícito de los ángeles (tercer coro) funcionó en la medida en que se los tomaba como objeto de representación. Los pintores coloniales no tuvieron en cuenta las minucias teológicas ni, en este caso, el carácter y significado conceptual, doctrinario e iconográfico de los coros, por lo que, por lo general, pintaban ángeles de acuerdo con la acepción básica del término. Sin embargo, y en relación al volumen de pinturas, estos pueden agruparse en subcategorías relacionadas con los objetos que portan o con la función que parecerían ejercer, las cuales hacen parte de la tradición cristiana. Los denominados ángeles pueden dividirse en cinco secciones (gráfica 2). Las dos primeras corresponderían a oficios relacionados con su función barroca: músicos y militares. Los ángeles músicos tenían por función la ejecución de la llamada “música celestial”, por lo que portan instrumentos musicales de la época (Arca 835) (Bermúdez, 1995, p. 7). Este tipo de ángeles se observan con regularidad en escenas relacionadas con la mortificación de los santos (Arca 16642), los acontecimientos que tiene que ver con rompimientos de gloria como el nacimiento de Jesús, las adoraciones o las cortes celestiales. Por su parte, los ángeles militares (ilustración 2) cumplen con la función de guardianes de la fe. Muchas de estas representaciones estaban relacionadas con los arcángeles apócrifos en traje militar, la mayoría de ellos con arcabuces, conocidos también como ángeles arcabuceros, y, a diferencia de estos, grupos de ángeles que portan el tambor militar. Estas imágenes fueron profusas en los Andes centrales, particularmente en Perú y la Audiencia de Charcas, lo que las hace características americanas.

Gráfica 2. Coros angélicos

Un tercer grupo está relacionado con la función angelical del cuidado y la vigilancia de las personas, y son conocidos como los ángeles de la guarda o custodios. Este tipo de ángel y su representación tienen una larga tradición en la cultura occidental y el esquema visual siempre es muy similar: un ángel de cuerpo entero tiene tomado de la mano o mantiene contacto físico con un niño (ilustración 3). De este modelo cambian solamente el escenario y los gestos de la mano, que a veces sostiene un corazón en la mano derecha. Otro grupo de ángeles reconocidos por su labor son los llamados pasionales, aquellos que tienen los símbolos de la pasión de Cristo, por lo que despertaron una larga tradición devocional. Estos aparecen de cuerpo entero y entre sus manos o brazos portan un atributo de la pasión como la corona de espinas, los dados, el paño de la Verónica, el azote, los clavos y martillo, etc. (Arca 9406). Algunas veces portan vestiduras militares, pero, por lo general, su iconografía responde al ángel tradicional.

Ilustración 2. Anónimo, Arcángel Eliel. Óleo sobre tela, ca. 1690, Cuzco, Perú. Colección Museo de Arte de Lima. (Dominio público)

 

Finalmente habría que relacionar aquellos que no participan explícitamente en alguna de las categorías anteriores, sino que su representación está conforme a la iconografía de los ángeles sin más atributo que su presencia alada y, generalmente, con vestiduras igualmente significativas o relacionadas con sus estatus (ilustración 1). Muchas veces estas pinturas no tenían un objeto devocional directo, sino que se elaboraban para acompañar otras con imágenes sagradas a las cuales cuidaban o acompañaban (Arca 16414), e incluso se acostumbra pintarlos en las pechinas de los arcos sobre el altar, donde el carácter simbólico de su ubicación era relevante dentro de la arquitectura sagrada (Arca 17984).

 

Pintar ángeles

Los ángeles tienen un poderoso vínculo con la tradición cristiana, se anclan en el pasado anterior al cristianismo y recogen buena parte de los debates teológicos a lo largo de toda la Edad Media. En este punto debe observarse su importancia en la cultura visual americana, lo que implica proponer algunos elementos que permitirían comprender el lugar que ocupan dentro de la tradición visual. El primero es la inusual laxitud con respecto a su iconografía, sobre todo lo que respecta a los primeros dos coros, lo cual marca la ambigüedad de su representación, pero, además, los textos de la época no manifiestan pista alguna para entender si había diferencias en las formas de pintarlos. El conocido tratado de Juan Interián de Ayala, que pretendía corregir los errores más comunes en la hechura de imágenes sagradas, dedica el libro segundo a los ángeles (Interián de Ayala, 1782, t. 1, p. 114). Indica cómo y qué evitar cuando se pintan ángeles, custodios, arcángeles e incluso serafines y querubines, pero, además de establecer generalidades, no ofrece una alternativa para los demás coros.

Gráfica 3. Personajes más representados en la pintura colonial

Para centrar la atención en los problemas más usuales relacionados con los ángeles del tercer coro, estos están vinculados con la cultura que los produce. El primero de ellos es la relación de los ángeles con las necesidades políticas y culturales de la época, incluso con el patronato regio. Ya se ha señalado cómo la Corona se preocupaba en auspiciar el culto a los ángeles como una manera de mostrar los intereses de Dios sobre esta región y cómo bendecía a la nueva cristiandad indiana. Pero el problema no solo era cómo se entramaba la presencia de los ángeles, sino cómo estos fueron incorporados por los indígenas. Y esta pregunta hace parte de las complejidades de la lectura de los símbolos cuando se generan intercambios culturales.

Ilustración 3. Anónimo, Ángel de la Guarda. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Alto Perú (Bolivia). Colección Museo Nacional de Arqueología e Historia, Lima. (Fotografía de Jaime Borja)

 

Por ejemplo, debido a su representación alada, algunas comunidades asimilaron los ángeles a los pájaros, lo que generó diversas interpretaciones. Para los indígenas andinos los pájaros trasmitían oráculos y portaban la voz de los dioses, y estas mismas funciones se les otorgan a los ángeles (Gisbert, 2001, p. 153). Gisbert incluso muestra que en muchas ocasiones se sustituyen pájaros por ángeles en las pinturas, como, por ejemplo, en Arca 1152. En otras palabras, las imágenes religiosas cristianas, como los ángeles, eran susceptibles de otras interpretaciones y se relacionaban con aspectos sociales, políticos o naturales, como, por ejemplo, la creencia que los ángeles controlaban los volcanes (Gisbert, 2001, p. 161). La condición redentora de los ángeles tiene su contrapartida en interpretaciones culturalistas, muchas de las cuales aún desconocemos y que al parecer tienen impacto y mayor riqueza de representación en la América de los Andes centrales.

Las imágenes religiosas cristianas eran susceptibles de otras interpretaciones. De esta manera, los ángeles se interpretan y se relacionan con otro montón de elementos, unos sociales, otros políticos o naturales.

Además de las interpretaciones, los ángeles están presentes en casi todos los temas de la cultura visual. Esto los pone en el epicentro del segundo sujeto genérico más representado en la pintura después de los santos, como se observa en la gráfica 3. Esta condición obliga a repensar el impacto que tienen dentro de estas sociedades coloniales, especialmente en las indígenas (Cuadriello, 2013, p. 211). Incluso, debe observarse su contrapartida, el demonio. No hay representaciones del demonio como ser independiente que marquen un tipo de relación de manera similar a la que se está exponiendo. Cada uno tiene implicaciones. Los ángeles encarnan la labor redentora, mientras que los demonios la tentación y la búsqueda de la prueba de la fidelidad a Dios. Sin embargo, siguen siendo ángeles caídos. El último problema es el vínculo que tienen con los niños coloniales y la manera como su presencia implica una forma de mirar la infancia. Aquí adquiere sentido la importancia que se otorga al ángel custodio, pero también la gran cantidad de niños ángeles que aparecen en las pinturas, a diferencia de los medievales que eran pintados al modelo de jóvenes. Se presencia, entonces, el nacimiento de una sociedad interesada en inventar una forma de ser infante.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Bermúdez, Egberto. (1995). La música en el arte colonial de Colombia. Bogotá: Fundación de Música.

Cervantes, Fernando y Redden, Andrew. (2013). Angels, Demons and the New World. Cambridge: Cambridge University Press.

Cuadriello, Jaime. (2013). Wingend and imagined Indians. En Fernando Cervantes y Andrew Redden, Angels, Demons and the New World. Cambridge: Cambridge University Press.

Fries, Heinrich. (1979). Conceptos fundamentales de la teología, t. I. Madrid: Ediciones Cristiandad.

Gisbert, Teresa. (2001). El paraíso de los pájaros parlantes. La imagen del otro en la cultura andina. La Paz: Editorial Plural.

Haag, Herbert. (1978). El diablo. Su existencia como problema. Barcelona: Editorial Herder.

Interián de Ayala, Juan. (1782). El pintor christiano y erudito, ó tratado de los errores, 2 tomos. Madrid: D. Joachín Ibarra.

 

 

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