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Los arcángeles apócrifos y canónicos

Arcángeles en la América colonial

Dentro de la categoría de los ángeles, sin lugar a dudas el tema más representado fue el de los arcángeles. Este se abre necesariamente en dos clasificaciones: los tres arcángeles canónicos, Miguel, Gabriel y Rafael, es decir, los tres arcángeles mencionados en la Biblia y que la Iglesia siempre ha aceptado como parte de la tradición católica. A estos se agregan cuatro más, Uriel, Baraquiel, Seatiel y Yehudiel, a quienes en diversos momentos se les trató de reconocer porque aparecen mencionados en algunos textos cristianos. En el siglo XVI tomaron más fuerza a partir de la supuesta revelación que recibió Amadeo Mendes da Silva, según la cual estos eran, junto a los tres anteriores, los siete nombres de los arcángeles. Aunque la revelación fue rechazada por la Iglesia, se impuso su culto con el nombre de los siete arcángeles de Palermo, que tuvo impacto en la América colonial. Además de estos, se encuentra un grupo de arcángeles de diferentes procedencias y ámbitos, cuyos nombres son más o menos variables, y que junto a los cuatro anteriores se les denomina apócrifos porque, aunque están integrados a las devociones populares, no contaron con la aprobación de la Iglesia.

Mapa 1. Pintura de arcángeles en proporción a la categoría de ángeles en cada país

Sin embargo, y a pesar de que no tenían aval canónico de la Iglesia, los arcángeles apócrifos tuvieron más representaciones que incluso el arcángel san Rafael. Por su lado, san Gabriel y, especialmente, san Miguel tenían un amplio reconocimiento, como se observa en la gráfica, quizá porque fueron los arcángeles que estuvieron presentes en los momentos determinantes de la cristiandad: Gabriel en la anunciación de la Virgen y Miguel relacionado en la lucha con el demonio. Los arcángeles apócrifos son muchos, algunos difíciles de clasificar hoy día porque su iconografía no es clara o se ha perdido, y los pintores, que tampoco tenían claridad al respecto, tendían a confundir sus atributos iconográficos. Además, sus nombres solían tener formas diferentes de escritura. De cualquier modo, el conjunto de arcángeles canónigos y apócrifos están presentes en todo el territorio iberoamericano (mapa 1) en distintas proporciones, aunque es más atractiva la iconografía en los Andes centrales, conocidos como arcángeles arcabuceros (Mujica Pinilla, 1996, p. 249). Los tres arcángeles canónicos tenían amplia acogida y se representaban individualmente. Especialmente san Miguel, que tiene un culto muy particular, sobre todo en la Nueva España, tema que se tratará aparte.

En cuanto a los arcángeles apócrifos se pintaban en series de gran tamaño. Se pintaron de manera intermitente en la América colonial, aunque son bien conocidos los que proceden de lo que actualmente es Bolivia y el sur del Perú. Esto se debe a las diferentes formas de representación de los arcángeles y, en buena medida, a las diversas tradiciones que impulsaron su creencia. Entre ellas habría que contar la circulación de algunos libros apócrifos judíos, como el Libro de Enoch, el cual influyó ampliamente en la cristiandad para que se expandiera la idea del arcángel apócrifo (Mujica Pinilla, 1996, p. 20). Sin embargo, y a pesar de las escasas investigaciones que se han hecho, los arcángeles apócrifos americanos siguen planteando muchas incógnitas con respecto a las fuentes que los inspiraron, los significados de su iconografía, la función pedagógica de estas imágenes, el sentido simbólico de sus uniformes militares, los gestos quirológicos y corporales, si son indígenas o mestizos, en fin. Lo que sí parece claro es que el tema se produjo en series y su caracterización es particularmente americana, pues dentro de los temas europeos y particularmente en España solo se conoce una serie que se encuentra en el pueblo de Ezcaray, Logroño. En el mapa 1 se observa cómo la pintura de arcángeles es el tema predominante dentro de la categoría de la angelología en la mayor parte de América, exceptuando Brasil. Este es uno de los pocos temas que tienen una representación homogénea en la América colonial.

 

Tiempos de arcángeles

Como se mencionó en el caso de los ángeles, este es un tema que por su importancia dogmática, devocional y religiosa no tuvo altibajos en la producción visual. Estuvo presente de manera equilibrada durante casi todo el periodo colonial. Los subtemas presentan algunas variaciones, como, por ejemplo, aquellos relacionados con los apócrifos, que se centran fundamentalmente en el siglo XVII, mientras que los tres canónicos tienen una presencia que desborda este siglo. Además es notoria la forma como sobresale san Miguel Arcángel (gráfica 1).

Gráfica 1. Línea de tiempo de arcángeles

Modelos apócrifos y canónicos

La representación de los arcángeles canónicos, con excepción de san Miguel, que se trata aparte, como objetos pintados individualmente, está marcada por las características y condiciones que impone el Barroco a este tipo de imágenes. El modelo responde a un individuo de cuerpo entero, con las características tradicionales de los ángeles, pero con una serie de símbolos que le aportan mayor jerarquía: corona, vestiduras suntuosas y muchas veces vestido militar (Maquívar, 1993, p. 61). Los atributos iconográficos que le confieren dignidad y reconocimiento son más específicos: en el caso de san Gabriel es el ramo de azucenas, mismo que lleva en la anunciación a la Virgen, símbolo de castidad y pureza. A san Rafael siempre se lo retrata bajo los mismos parámetros, sostiene un pez y está acompañado por Tobías (ilustración 2, Arca 11056), de acuerdo al relato del Libro de Tobías (Tobías, V). Lo que cambia en estas tradiciones visuales son los escenarios y los elementos que los acompañan, siguiendo devociones particulares a cada región. Algunos tienen los símbolos de los peregrinos de Santiago (Arca 4820), otros muestran paisajes morales o aspectos que narran el encuentro bíblico (Arca 3295) y algunos evocan circunstancias de su culto (Arca 18252). Sin embargo, ninguno de estos dos arcángeles alcanzó la complejidad visual, el culto devocional o la narración de historias como sí sucedió con san Miguel.

Ilustración 1. Cristóbal de Villalpando, Arcángel Baraquiel. Óleo sobre tela, ca. 1680, Nueva España. Templo de Magdalena Coacalco de Berriozabal, México. (Dominio público)

 

A pesar que estaba prohibido, se encuentran desde el siglo XV algunas pinturas, especialmente en la Nueva España, sobre los denominados arcángeles de Palermo, los cuales siguen la estructura narrativa de la tradicional estampa que circulaba por aquel entonces (Pérez Diestre, 2013, p. 144). En el centro, san Miguel abanderado, y en fila se disponen los seis arcángeles restantes, cada uno con su atributo correspondiente (Arca 7861). Por lo general, en un plano superior se localizaba la Trinidad, con el característico Dios Padre anciano y el Cristo resucitado, algunas veces acompañados de los santos. Este tipo de representación era común en relación al culto de los arcángeles.

Los llamados arcángeles apócrifos, por su parte, tenían una rica narrativa visual que ha generado estudios (Mujica Pinilla, 1996) sobre el tema, pero para este caso se trata de matizar los alcances de su narración visual. Los tres más conocidos, Baraquiel, Seatiel y Uriel, son los que tienen mayor cantidad de ilustraciones (ilustración 1, Arca 7896) y el mismo formato de representación que los arcángeles anteriores: pintados de cuerpo entero y de pie, con alas y vestiduras llamativas, sosteniendo un atributo que les es particular. Sin embargo, el atributo no es una característica que siempre está presente. Uriel, por ejemplo, se representa con la espada, la mayoría de las veces flamígera, pero muchas veces lo único que lo identifica es una inscripción en algún lugar de la pintura, o fuego en sus manos (ilustración 3, Arca 16335). San Uriel es uno de los pocos casos de representación de un ángel en la pintura anglosajona (Arca 11452).

Ilustración 2. Anónimo, Arcángel san Rafael. Óleo sobre yute, ca. 1700, Perú. Colección Brooklyn Museum, Nueva York. (Dominio público)

 

El atributo de Seactiel es el incensario (Arca 16026) y de Baraquiel, un manto lleno de flores (Arca 14254). Sin embargo, el asunto es de tal desconocimiento y confusión iconográfica que muchas veces se encuentra un arcángel con un atributo y una inscripción que corresponde a otro arcángel. Por ejemplo, este arcángel que parece ser Uriel con espada de fuego, pero en la inscripción aparece como Baraquiel (Arca 1148). También en algunas series de arcángeles aparecen todos casi indistintamente con un mosquete y lo único que los diferencia es la inscripción (Arca 2112).

Estas características se repiten en los demás arcángeles apócrifos que provienen de otras tradiciones. Entre los más comunes están Ariel, Asiel, Zadquiel, Letiel, Josiel, Hadriel, Yeriel y Salamiel, escritos en tan distintas formas y grafías que parecen duplicar las representaciones. De hecho, muchos de estos no parecen registrados en tradiciones religiosas cristianas apócrifas, lo cual hace incierto su origen. Si a esto se le suma una iconografía que es confusa, el problema se vuelve más difícil de resolver. Debe agregarse un elemento más: es frecuente la pérdida de frontera visual entre la representación del ángel y del arcángel, especialmente en las series de la Audiencia de Charcas (actual Bolivia), que son conocidos como los ángeles arcabuceros (Arca 4465). Otros simplemente no tienen una iconografía que permita distinguir entre un ángel o un arcángel, pues los rasgos pueden ajustarse a cualquiera de las dos opciones (Arca 11082).

 

Arcángeles y cultura visual

Los arcángeles contienen un tipo de relación especial con el entorno cultural. Dentro de la tradición católica son elementos teológicos de carácter híbrido que vinculan el cristianismo con el mundo antiguo. Como no existe una única fuente para su confirmación visual, los arcángeles han llenado la imaginación de la cristiandad y sus nombres cambian de acuerdo con la tradición. A veces llenan “lagunas” bíblicas. En algunas tradiciones medievales, Uriel fue preceptor de Esdras y reconforta a Jesús en el monte de los Olivos; Raziel, otro nombre que recibe Sealtiel, expulsó a Adán y Eva del paraíso; así como Sealtiel detiene la mano de Abraham ante el sacrificio de Isaac (Pérez Diestre, 2013, p. 64). Además cubren un ingrediente complejo: establecen una relación con la parte más primitiva de las religiones, la conjunción entre lo humano y lo animal. Los hombres pájaro existen en muchas religiones, desde aquellas vinculadas al prejudaísmo y de allí al cristianismo, lo que simplificó y simbolizó esta figura.

Esta conjunción de culturas que forman ángeles y arcángeles que tienen alas, como los pájaros, es quizá uno de los aspectos que permite que grupos indígenas americanos, que en sus religiones tenían estrechamente vinculado el hombre-animal, los hayan aceptado y reinterpretado en su espacio de credibilidad.

El resultado fueron sujetos-alados, identificados inicialmente como seres espirituales, que iconográficamente fueron adquiriendo esta forma, además con toda la influencia visual y conceptual de la cultura grecorromana. Esta conjunción de culturas que forman ángeles y arcángeles que tienen alas, como los pájaros, es quizá uno de los aspectos que permiten que grupos indígenas americanos, que en sus religiones tenían estrechamente vinculado el hombre-animal, los hayan aceptado y reinterpretado en su espacio de credibilidad. Más allá de este aspecto, en la cultura visual, los ángeles y los arcángeles representan la presencia de Dios, y más aún dentro de los significados de la cultura barroca. Sin embargo, queda una pregunta: cómo, dentro de una cultura tan vigilada, dogmática y doctrinalmente como la barroca, puede presentarse un culto indiscriminado a ciertos arcángeles que no hacían parte de la tradición.

Ilustración 3. Anónimo, Arcángel Uriel. Óleo sobre tela, siglo XVII, Nueva Granada. Colección Museo Santa Clara, Bogotá. (Fotografía del Museo Colonial/Óscar Monsalve)

 

Las respuestas a estas preguntas son múltiples y muchas veces se desconocen las posibilidades de interpretación, como también los complejos procesos en el cruce de civilizaciones, por la sencilla razón de que sus investigaciones son escasas en la historiografía americana. Para el caso del culto americano a los arcángeles apócrifos, una de las pocas investigaciones afirma que es posible “porque el nuevo culto angélico sirvió de plataforma religiosa para explicar el sentido sacro de las misiones jesuitas y el rol crucial del emperador hispano” (Mujica Pinilla, 1996, p. 311). Desde esta perspectiva, ciertos cultos estaban auspiciados por órdenes religiosas específicas, en este caso de los arcángeles por los jesuitas y los franciscanos. Los arcángeles permitían justificar la idea del trono divino, lo que alegóricamente vinculaba monarquía y culto angélico, lo cual puede ser entendido y explicado desde la conocida teología política, tan usual en los siglos XVI y XVII.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Maquívar, María Consuelo. (1993). Ángeles y arcángeles. México: Mexival – Banpaís.

Mejía Gutiérrez, Carlos. (1994). Los ángeles de Sopó. Angelino Medoro y el arte colonial neogranadino. Medellín: L.Vieco e Hijas Ltda.

Mujica Pinilla, Ramón. (1996). Ángeles apócrifos en la América virreinal. Lima: Fondo de Cultura Económica.

Pérez Diestre, José Antonio. (2013). Iconografía angélica en el arte occidental. San Miguel arcángel: Piedra fundacional y símbolo de identidad de la Puebla de los Ángeles (México). Imagen, culto y adoración [tesis doctoral en Historia del Arte, Universidad de Salamanca, Salamanca].

Tord, Luis Enrique. (2002). Ángeles del Perú: una indagación iconográfica. En Banco de Crédito del Perú, Pintura en el Virreinato del Perú. Lima: Banco de Crédito del Perú.

 

 

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