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La Iglesia primitiva en la América colonial: apóstoles, evangelistas y primeros santos

Los primeros tiempos de la Iglesia primitiva

El debate sobre el origen del cristianismo y los acontecimientos del primer siglo siguen aún vigentes. Es difícil definir y abarcar todos los aspectos que cubre este complejo proceso, que en buena medida se ha sumergido en la leyenda o en la interpretación de una historia de la Iglesia a partir de la fe militante. Entre los muchos contextos que posee este periodo, es importante definir aquellos que involucran a los evangelistas, quienes escribieron sobre el Jesús histórico y el Cristo de la fe; los apóstoles o primeros seguidores —y creadores del cristianismo—; y a los primeros santos no mártires del cristianismo. Para establecer estos contextos deben tenerse en cuenta varios problemas históricos: el primero, el cristianismo en sus orígenes es una secta judía, que en el siglo II hace tránsito a convertirse en una religión independiente; el segundo, la formación de diversas comunidades cristianas en el espacio del Mediterráneo, lo que marca diferentes influencias culturales; y, el tercero, el lugar que ocupan los apóstoles, especialmente san Pedro y san Pablo (quien no fue apóstol sino converso posterior a la muerte de Jesús) en la conformación de la religión. Por supuesto, estas aristas las ignoraban los pintores y hasta los teólogos coloniales, pero son importantes porque los tiempos de los apóstoles corresponden al periodo heroico del cristianismo. Aquellos primeros tiempos, los que siguieron a la muerte del Jesús histórico hasta la definición del cristianismo como religión independiente, hacia mediados del siglo II, marcan el carácter del cristianismo y se convierten en la época de oro, el modelo de imitación de los posteriores momentos de la cristiandad (Alvar et al., 1995, p. 95).

Mapa 1. Proporción de apóstoles, evangelistas y otros santos con respecto al conjunto de santos

La significación que tiene este tiempo, además de marcar el comienzo del cristianismo primitivo, está relacionada con la conformación de los apóstoles como primeros seguidores y soportes de la existencia de la Iglesia. La figura de san Pablo resulta esencial porque con sus viajes logró la expansión del cristianismo por el Mediterráneo, llevándolo a Roma, la capital del Imperio, y a Hispania, el confín del mismo. La segunda figura sobresaliente, san Pedro, marcará el comienzo del pontificado como ejercicio del poder, al ser denominado representante de Cristo en la Tierra. De allí en adelante, los apóstoles se convirtieron en objeto de interpretación histórica, y sobre la historicidad de sus vidas se tejieron leyendas que tuvieron importancia en la cultura medieval. Algunas de estas leyendas, como la muerte sufrida en el martirio, fueron acogidas por el Barroco. Según estas, algunos de los apóstoles emprendieron el camino de la evangelización hasta los confines del mundo, que llevó a unos hasta la India y a otros a América. Este es el conocido paso de santo Tomás, como puede apreciarse en algunas pinturas, en las que los indígenas son quienes le dan muerte al apóstol (Arca 1591). Otros reaparecen en diversos momentos de la historia, principalmente Santiago, como jefe de las huestes celestiales, figura muy importante en la pintura colonial. Junto a los apóstoles están presentes los evangelistas, las otras cuatro figuras celebradas y representadas desde los comienzos de la Iglesia. Su importancia es clave para el cristianismo, pues, según la tradición, son los autores hagiógrafos de los textos sagrados que recogen dichos y hechos de Jesús el Cristo, su fundador.

Estas son suficientes razones para que la cultura visual tuviera presente a los apóstoles y evangelistas. De los temas relacionados con santos de la Iglesia primitiva, los apóstoles cubren cerca del 25 % (gráfico), mientras que los evangelistas cubren cerca del 9 %. Esta diferencia se debe a que la cultura visual recurre a la representación de aquellos que son requeridos por su demanda devocional o porque cumplen una función dentro de una comunidad particular de creyentes. Los apóstoles tienen gran acogida, especialmente san Pedro y san Pablo, por el papel que tienen dentro de la Iglesia. Y al ser apóstoles y evangelistas ejes en la tradición cristiana son pintados en todas las regiones coloniales, como puede observarse en el mapa 1, bajo condiciones similares. Los porcentajes muestran la relación de apóstoles, evangelistas y primeros santos con respecto a la totalidad de la gran cantidad de santos. La audiencia de Charcas es la que más produce en esta categoría, junto a la actual República Dominicana y Honduras, en las cuales la producción visual de santos es bajo, y estos son parte significativa de lo que se pintó de esta temática. Se destaca que en la Nueva España, Perú y la Nueva Granada existe la costumbre de pintar apostolados, es decir, series que muestran al conjunto de apóstoles. Por otra parte, la presencia de estos temas en la pintura anglosajona es realmente escasa, pero existen algunos ejemplos de pinturas relacionadas con Pedro y Pablo.

 

Apóstoles y evangelistas en el tiempo

Como una buena parte de los temas que están relacionados con el contexto de la Iglesia primitiva, apóstoles y evangelistas están presentes en todo el tiempo colonial, pero el tema está más activo en el siglo XVII, periodo en el que más se evidencia su importancia. La línea de tiempo (gráfica 1) muestra el peso visual que tienen los apóstoles por encima de los evangelistas, cuya línea de producción es más tenue.

Gráfica 1. Línea de tiempo de la Iglesia primitiva en la América colonial

 

Patrones visuales de apóstoles y evangelistas

A pesar de la importancia que tiene tanto el tema como la información que aportan el Nuevo Testamento y la literatura cristiana de los primeros tiempos, que incluso circulaba en la Colonia, los modelos visuales de los apóstoles se encuentran en tres planos básicos de representación, con excepción de san Pedro, san Pablo y Santiago, a quienes se les debe agregar otros elementos. El primer modelo es sencillo, se trata del apóstol de cuerpo entero o medio cuerpo al cual se le otorga el instrumento de martirio como atributo: a san Simón, la sierra con la que lo cortaron por la mitad; a san Andrés, la cruz aspada; a san Bartolomé, el cuchillo de su desollamiento (ilustración 2); a Matías, el hacha, etc. Es decir, responden a la temprana tradición medieval que construyó el mito de que su muerte fue por martirio, cosa que no está presente en la tradición de la Iglesia primitiva, salvo algunos casos mencionados en el Nuevo Testamento, como el de Santiago. Otras veces se les representa solamente con el rostro, con una inscripción o denotando su atributo (Arca 322). El segundo modelo presenta la escena del martirio, que es prácticamente la única presencia de un acontecimiento de sus vidas (ilustración 1, Arca 17920). Las ilustraciones 1 y 2 muestran, de este modo, dos formas distintas de representar al mismo apóstol. El tercer modelo les proporciona a los apóstoles una relación con otros contextos, y reciben el nombre de «apostolados». Se trata de series de doce pinturas de los apóstoles, a las cuales se les agregan elementos simbólicos o alegóricos tomados de la tradición (Arca 9707) o el credo, también llamados símbolos de los apóstoles, descompuestos en doce frases (Arca 10137).

Ilustración 1. Anónimo, Martirio de san Bartolomé. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Nueva Granada. Iglesia de San Ignacio, Bogotá. (Arca 17920)

 

La excepción a estas representaciones son los apóstoles san Pedro, san Pablo y Santiago. Los dos primeros son los más sobresalientes seguidores, y aunque san Pablo no es un apóstol y no conoció a Jesús en vida, se convirtió en una figura central por la dramática conversión narrada en los Hechos de los Apóstoles (Hechos 9, 1). San Pablo expande el cristianismo, conoce a los apóstoles y se integra a ellos, por lo que se le considera un apóstol. Por esta razón, las narraciones visuales introducen el hecho de la conversión para explorarlo a profundidad. Las otras representaciones de san Pablo son  las mismas mencionadas para los demás apóstoles. A San Pedro es a quien se le encarga la fundación de la Iglesia y ser su cabeza visible , el primer papa, por lo que tiene un lugar especial en las propuestas visuales. Es el único apóstol que no se muestra con un instrumento de martirio. Su atributo son dos llaves, la del cielo y la de la tierra, debido al encargo que le da la autoridad celeste y terrestre (Arca 5551). Las pinturas que se hacen sobre él cumplen los anteriores requisitos, pero se les debe agregar el carácter penitencial. Existe un pasaje neotestamentario donde Pedro niega ante las autoridades romanas su vinculación con Cristo. Este tema se conoce como la «negación de Cristo» y en él aparece con la mirada puesta en el tercero ausente, un conocido recurso barroco (Arca 4026), iluminado y arrepentido. San Pablo se asocia a Pedro como impulsores en la creación y expansión de la Iglesia, por eso hay pinturas en las que aparecen juntos (Arca 9885).

Ilustración 2. Francisco Martínez, San Bartolomé apóstol. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Perú. Colección Museo Nacional de Arqueología e Historia, Lima. (Fotografía de Jaime Borja)

 

Santiago es el único apóstol que tiene una representación especial. Una versión medieval castellana contaba la historia de cómo en la batalla de Clavijo contra los musulmanes (844), el apóstol se apareció y apoyó a los ejércitos de Ramiro I de Asturias. Desde entonces quedó presente en el imaginario ibérico y su figura fue usada en la Conquista de América, donde creció en las crónicas el mito de la aparición de Santiago en la lucha contra los indígenas, por lo que fue llamado Santiago Mataindios. Está presente en Iberoamérica con especial énfasis en el Perú (ilustración 3, Arca 970).

Las representaciones de los cuatro evangelistas, por su parte, siguen más o menos los mismos principios establecidos para los apóstoles. Es decir, pinturas que se estructuran de manera simple alrededor de una imagen del evangelista con su atributo en diferentes escenarios y posiciones corporales. Solo se introducen dos cambios temáticos importantes. En las pinturas de san Lucas se encuentra un grupo significativo que lo representa pintando a la Virgen (Arca 8729). Aunque la carta de san Pablo indica que su profesión era la medicina, una leyenda del siglo V lo convierte en pintor, así nace la relación con la pintura de la Virgen, muy popular en la Colonia. El segundo tema es el del evangelista san Juan en el que, además de las representaciones tradicionales, aparece teniendo la visión de la Inmaculada del Apocalipsis (Arca 660).

 

Apóstoles para América

Los apóstoles y evangelistas son la piedra angular de la fundación y creación de la Iglesia. Por esta razón era frecuente encontrarlos en lugares privilegiados dentro de las iglesias y que sus retratos se hicieran a modo de series, de modo que cubrían los diferentes espacios simbólicos. Por ejemplo, los evangelistas se ubicaban en pechinas de las cúpulas (Arca 16333), como si sostuvieran la bóveda celeste. Se trataba de mostrar cómo lo que se levanta sobre el altar estaba sostenido por los evangelios, un símbolo de cómo los hagiógrafos de los evangelios sostenían la doctrina. Por su parte, los apostolados, inspirados en las historias apócrifas contenidas en la medieval Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine, aunque fueron condenados por Paulo IV, siguieron representando a los apóstoles en muertes de martirio (Sebastián, 1990, p. 191). Estas pinturas se ubicaban muchas veces en las columnas de los templos sobre la nave central, como también se hacía con los profetas. De esta manera se los presentaba como las columnas de la iglesia. Este carácter simbólico demostraba lo significativos que eran para la tradición católica estos inicios de la Iglesia primitiva.

Ilustración 3. Anónimo, Santiago Matamoros. Óleo sobre tela, siglo XVII, Perú. Colección Museo Pedro de Osma. (Arca 970 )

 

Este tema, por su significación en la conformación de la doctrina cristiana, fue también representado por los anglicanos, aunque muy tenuemente. De cualquier manera, debe avalarse que es de los pocos temas religiosos que aparecen representados cuyo contenido servía para adorno de las casas, como se usaba también con cierta frecuencia en las regiones hispánicas.

La pintura de santos estaba en muchos lugares. Debe destacarse el papel central en el proceso de conquista que cumplió Santiago Mataindios. Es tan importante que es uno de los santos que aporta mayoritariamente su nombre para la fundación de ciudades y pueblos. El mito deriva claramente de las crónicas de conquista, en las que se muestra cómo este santo es el lugarteniente de Dios y guía los ejércitos cristianos en guerra contra los idólatras. Por esta razón es frecuente su representación en aquellas regiones en las que se dio una mayor resistencia indígena. En otros lugares se presentan los apóstoles aportando sus nombres para las fundaciones, de manera que hacen parte de los mitos fundacionales, como el de santo Tomás en América.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Alvar, Jaime, Blázquez, José María, Fernández Ardanaz, Santiago, López Monteagudo, Guadalupe, Lozano, Arminda, Martínez Maza, Clelia y Piñero, Antonio. (1995). Cristianismo primitivo y religiones mistéricas. Madrid: Cátedra.

Gutiérrez, Ramón y Gutiérrez, Rodrigo. (2000). Historia del arte iberoamericano. Madrid, editorial Lunwerg.

Justo Estebaranz, Ángel. (2008). Miguel de Santiago en San Agustín de Quito. La serie de pinturas sobre la vida del santo. Sevilla: Edición Digital.

Schenone, Héctor. (1992). Iconografía del arte colonial. Los santos, t. 1 y 2. Buenos Aires: Fundación Tarea, 1992.

Sebastián, Santiago. (1990). El Barroco iberoamericano, mensaje iconográfico. Madrid: Ediciones Encuentro.

Tord, Luis Enrique. (2002). El apostolado de la Tercera Orden Franciscana. En Banco de Crédito del Perú, Pintura en el Virreinato del Perú. Lima: Banco de Crédito del Perú.

 

 

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