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La pasión de Cristo

El relato y la imagen de la pasión

En la tradición cristiana, el conjunto de acontecimientos que conducen a la muerte de Jesús se denominan la pasión, y se convierten en los hechos fundacionales del cristianismo, eje de la fe. Los sucesos, celebrados año tras año en la denominada Semana Santa, se inician con la entrada de Jesús a Jerusalén y culminan con la muerte y resurrección. En el proceso pueden distinguirse tres momentos: los primeros hechos de la pasión; los eventos que hacen parte del viacrucis, que inician con el camino al Gólgota hasta su muerte; y lo que sucede entre la muerte y resurrección hasta Pentecostés. Estos hechos son narrados en los evangelios sinópticos (Lucas, Marcos y Mateo) y en el de Juan, los cuales cuentan, desde diversos ángulos y dependiendo de la intención del evangelio, la historia de lo que sucedió desde los finales de su ministerio público hasta el acontecimiento de la resurrección. Se inician los relatos con lo que se ha denominado “preliminares a la última cena”, es decir, los acontecimientos que comienzan con la unción en Betania, la traición de Judas y la entrada mesiánica de Jesús a Jerusalén. Se trata de un conjunto de imágenes que fueron narradas de manera breve en los evangelios sinópticos y de manera más amplia en el evangelio de Juan. Los relatos de la pasión ocupan un lugar pequeño dentro del conjunto de los evangelios, por lo general los tres capítulos finales, lo demás está dedicado al ministerio público. En los evangelios se encuentra el relato a partir del siguiente capítulo: Mateo 26 (3 de 28 capítulos), Marcos 14 (3 de 16 capítulos), Lucas 22 (3 de 24 capítulos) y Juan 12 (10 de 21 capítulos).

Mapa 1. Porcentaje de las preliminares de la pasión por país con respecto a la pintura cristológica

El volumen de imágenes que se produjeron sobre los acontecimientos del primer momento, que comprenden los hechos previos a la última cena y el proceso del prendimiento, castigo antes del viacrucis, muerte y resurrección, muestra la importancia que le proporcionó el Barroco de los siglos XVII y XVIII. Como se observa en la gráfica de pintura cristológica, el ciclo de pasión cubre el 84 % de las pinturas, mientras que la vida pública, que tiene la mayor proporción en la narración de los evangelios, tan solo el 10 %. De esta manera, el ciclo de la pasión es el grupo de imágenes más grande de cuantas se construyeron visualmente alrededor de la figura de Cristo. Las pinturas que se reprodujeron con respecto a este tema de las preliminares y primeros hechos de la pasión, en su conjunto, tiene proporciones de composición visual más o menos en la misma cantidad que las imágenes del viacrucis, y significativamente mayor que la muerte y resurrección, según puede apreciarse en la gráfica del ciclo de la pasión. Es decir, dentro del contexto de la importancia que tenía este tema, el culto al sufrimiento es el que ocupa el mayor interés en la valoración de la pasión.

La importancia temática puede observarse por el lugar que ocupa dentro de la percepción regional. Los datos muestran que la producción visual se dio de manera uniforme en Iberoamérica, en algunos lugares con un mayor número, pero en este punto el problema no es solo de imágenes, sino de la riqueza en la recreación de los acontecimientos. En la mayor parte de los territorios estos preámbulos ocupan cerca del 50 %, con excepción de la Nueva España, Chile y Río de la Plata, que rondan cerca del 30 %. La Nueva España y el Perú acusan el mayor número de reproducciones temáticas, lo que también se vincula a los procesos particulares de evangelización. Por esta misma razón, algunos temas se distancian de la forma como eran tratados en Europa durante este mismo periodo.

 

Los temas de la pasión en el tiempo

La importancia de los temas cristológicos asociados a la pasión de Cristo en la cultura visual americana muestra una tradición que celebra la muerte y la resurrección. Y, de acuerdo con esta perspectiva, se conmemora el valor cristiano del sufrimiento. Su producción está sostenida a lo largo de todo el periodo colonial. Aunque, como se observa en la línea del tiempo (gráfica 1), la intensidad visual se concentra en el siglo XVII. Muchos problemas de la cultura del Barroco quedan en evidencia en el conjunto de los subtemas, por ejemplo, el sufrimiento. El ecce homo y la flagelación, dos de sus mejores ejemplos, repuntan durante todo el periodo. La elección de ciertos temas refleja condiciones de interés dentro de este tipo de sociedades.

Gráfica 1. Línea de tiempo de temas de los preámbulos de la pasión

 

De la palabra a la imagen

El ciclo de la pasión es un buen ejemplo de lo que significa llevar el relato escrito de los evangelios a la imaginación del artista o el grabador, y, a la vez, cómo estos proyectan las aprehensiones de toda una cultura. Las imágenes de la pasión en esta primera etapa se mueven entre la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén hasta el comienzo del viacrucis. Estas recrean acontecimientos evangélicos, pero también se sustentan en elementos que proporciona la tradición. La trama visual se desprende a partir de una sola frase o palabra mencionada en los evangelios. Como ejemplo, puede tomarse el verso de Mateo 27, 29, que dice “Y trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo ‘salve rey de los judíos’”. Este versículo, de unas cuantas líneas, provee tres temas visuales distintos de larga tradición: la coronación de espinas, el señor de la caña y el rey de burlas. De esta manera, unos cuantos versículos suscitaron una gran cantidad de temas y muchas veces también subtemas, devociones y advocaciones que dependían del nivel de detalles que narraba cada uno de los evangelistas, pues los relatos evangélicos no eran iguales.

Ilustración 1. Anónimo, Señor de la Columna. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Nueva Granada. Iglesia de Barichara, Colombia. (Arca 18080)

 

En la América colonial, el relato de las preliminares de la pasión tiene muchos temas posibles de representación, de los cuales los más relevantes son aquellos que tienen que ver con la flagelación, el llamado ecce homo, la última cena y el juicio. Estos cuatro conjuntos absorben casi el 75 % de las representaciones, como se observa en la gráfica de los preliminares e inicios, en la que se encuentran listados los principales subtemas. El 25 % restante se refiere a siete temas con menor representación, como el lavatorio, la oración en el huerto, la sentencia o la entrada en Jerusalén. Una característica de estas pinturas es el uso de modelos visuales de manera repetitiva o con variaciones mínimas, de modo que puede inferirse que los grabados que sirvieron de fuentes tuvieron una circulación bien distribuida en el mundo católico.

Los dos grandes temas, la flagelación y el ecce homo, tienen tanta riqueza visual que se abren en varias alternativas, en las que a veces un simple detalle altera el contenido de clasificación. En la flagelación, por ejemplo, si Jesús es atado a una columna, se le llama el Señor de la Columna (ilustración 1, Arca 18080); si está de pie o en el suelo con algunos personajes que lo azotan, es la Flagelación de Jesús; y si se sustituyen los sujetos por unos ángeles, se trata del Señor Consolado por Ángeles (Arca 1603). Los modelos son muy similares y por cada tema existen dos o tres patrones básicos sobre los cuales se agregan las variaciones. En algunas regiones, la imagen se vuelve un poco más sangrienta que en otros lugares, lo que en la retórica de la imagen se denomina pathos, una acción para mover los sentimientos. Por ejemplo, los cristos quiteños, como en Arca 2782, suelen ser mucho más dramáticos, lo que sirve para generar una reacción emocional. En esta subclasificación de la flagelación se encuentran, además de los ya nombrados, las lágrimas de Pedro, el Divino Preso y Cristo despojado de las vestiduras.

Ilustración 2. Gaspar de Figueroa, Lavatorio de pies. Óleo sobre tela, ca. 1645, Nueva Granada. Colección Museo Colonial, Bogotá.  (Fotografía del Museo Colonial/Óscar Monsalve)

 

Algo similar ocurre con el tema de ecce homo. La imagen tradicional se abre en varias ramas con pequeñas variaciones: el Señor de la Caña —el cual tiene generalmente la misma actitud corporal (ilustración 3, Arca 19948)—, el Señor de los Martirios, el de los Dolores o la escena completa, cuando Poncio Pilato lo presenta a la muchedumbre (Arca 9410). Es decir, existe mucha imaginación en las maneras como puede representarse una misma escena a partir de las pocas palabras que describen una imagen. En estos acontecimientos, la sociedad colonial inscribe su propio dolor o parte de sus experiencias culturales para representar las imágenes que son conocidas. Los otros temas que hacen parte de esta sección relacionada con las preliminares, principalmente Cristo ante Caifás y el juicio, son de los pocos que tienen una interesante riqueza narrativa que cubre elementos relacionados con los escenarios de un juicio para la época en que se pinta la imagen, y, además, incluyen muchos personajes en obras con gran movimiento plástico (Arca 9273). El tema se repite en el lavado de pies, interesante como la última cena, por la imaginación de los artistas para pensar las locaciones en las que transcurre el evento (ilustración 2, Arca 17644). Pero también a veces el lavatorio y la última cena transcurren en una misma imagen historiada; otras incluyen la escena de María Magdalena ungiendo los pies de Cristo (Arca 4165).

Estos pueden considerarse los temas más sobresalientes de esta categoría. Detrás existen otros igualmente importantes, pero que a veces responden a devociones regionales. De cualquier modo, la mayoría son relatos visuales que por sus condiciones permanecen al cuidado de las interpretaciones, por lo que casi todos se ajustan a modelos. Entre estos debe considerarse la oración del huerto (Arca 2076), el prendimiento de Jesús, el beso de Judas, etc.

 

Proyecciones visuales de las escenas de la pasión

La importancia de la pasión de Cristo en sus preliminares tiene varias implicaciones en la cultura visual que deben ser vistas dentro del contexto de producción de las imágenes. La primera está relacionada con la trascendencia que tienen estas imágenes para forjar la principal fuente de la devoción popular del imaginario barroco: la experiencia de la Semana Santa como el espacio mítico y transformador en el que se repiten las acciones del héroe fundador. El hecho de celebrar o hacer memoria de los hechos de la pasión se remonta a los tiempos de la Iglesia primitiva, de modo que entre los siglos II y V se están formando los elementos básicos de lo que se denomina el triduo pascual o la celebración de los tres días centrales: la ceremonia del lavado y última cena del Jueves Santo hasta la resurrección del Sábado Santo. Esta celebración, de larga tradición en España, tomó un importante impulso en la América colonial, y las imágenes dan testimonio de la celebración con todo boato.

Estas formas de figurar el pasado en un tiempo distinto al propio generaron un conjunto de escenas que no estaban contenidas en los relatos neotestamentarios; así como también ocurrió que a muchas de estas representaciones de las escenas narradas se les puso una fuerte carga emocional que no estaba presente en la descripción bíblica. De esta forma, la experiencia de la muerte, el sufrimiento, el dolor y la penitencia tienen un lugar destacado en la manera como se mira el hecho. Estas imágenes ofrecen la posibilidad de examinar las características de cómo cada época experimenta el pasado y cómo en ese pasado se proyecta parte de las intenciones que son centrales a esa sociedad, como cierto tipo de sentimientos. Muchas de estas pinturas se representan como espacios y experiencias vividas, llevadas a la escenificación de la procesión.

Ilustración 3. Anónimo, Ecce Homo. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Nueva Granada. Colección Museo Colonial, Bogotá. (Fotografía del Museo Colonial/Óscar Monsalve)

 

El segundo aspecto es el vínculo que tienen estas pinturas con la vida cotidiana. Esto sucede con la última cena, en la que se aprecia cómo, a pesar de que se siguen modelos más o menos comunes para pintar esta escena fundamental que da origen a la institución de la liturgia eucarística y la idea de sacerdocio, se le agregan detalles que hacen parte de la vida cotidiana del pintor: la disposición de los alimentos, el tipo de vajilla, las formas de la comida, los servicios de mesa, la servidumbre, etc. Es decir, se agrega toda la parafernalia de una cena colonial, de acuerdo con la cultura que piensa y representa la escena a partir de su cultura visual (Arca 1599). Pero el problema va más allá de una cena colonial, pues en estas pinturas se incluyen elementos que trazan una relación con la cultura alimenticia de estas sociedades. Es bien conocido cómo en la última cena se incluyen frutas tropicales, servicios de mesa, manjares coloniales y andinos, como la vizcacha, guardiana de los lagos. Detrás de estos se encuentran funciones específicas de la pintura que tratan dichos temas con la suficiente cotidianidad como para volverlos acontecimientos cercanos al devoto, en otras palabras, Cristo se comportaba como un humano más.

Un último aspecto está relacionado con la obsesión barroca de un catolicismo más controlado, en el que debían cerrarse las intenciones interpretativas. Por esta razón, las imágenes son tan repetitivas, pues a todas las que estaban relacionadas con Cristo se les establecía un fuerte control, para que no se repitieran los conocidos casos de lecturas interpretativas. El Barroco incluye elementos del pathos, para que las imágenes de la pasión fueran dramáticas y para que detrás de estas lecturas pudieran comprenderse las lógicas teológicas, especialmente aquella que preanunciaba cómo el Antiguo Testamento anunciaba al Nuevo. Los acontecimientos de la pasión les confirmaban a los creyentes que las escrituras se cumplían tal y como las narraban los profetas.

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Londoño, Santiago. (2012). Pintura en América hispánica, t. 1, Siglos XVI al XVIII. Bogotá: Universidad del Rosario.

Schenone, Héctor. (1998). Iconografía del arte colonial. Jesucristo. Buenos Aires: Fundación Tarea.

 

 

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