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Las costumbres, la vida cotidiana y la pintura secular

Pintar lo cotidiano

El ritmo de la vida cotidiana, marcado por particularidades como el paso del tiempo, la calle y su movimiento, la intimidad de la casa, los ritos de la alimentación, la preparación de la comida, la alacena, la cocina, entre otros aspectos, fueron temas centrales a partir del siglo XVII en el desarrollo de la pintura europea posterior a la Reforma. Pero estos temas tuvieron poco efecto en la pintura colonial americana. Para ubicarlos es importante tener en cuenta que la expresión “vida cotidiana” no tenía sentido para esta sociedad, pues lo quotidiano (voz “quotidiano”) se refería al campo semántico y significativo de las costumbres (voz “costumbre”), el cual tenía muchas posibilidades de interpretación. Lo cotidiano se integraba en la pintura de costumbres, uno de los géneros que se desarrollaron a partir del siglo XVI y que también podía considerarse dentro del genérico de países, porque las costumbres eran una parte visual de los “países”.

Mapa 1. Porcentaje de temas de la vida cotidiana en relación a la pintura secular

En el conjunto temático de estas pinturas seculares, las representaciones que tomaban directamente los aspectos relacionados con lo cotidiano aportan el 11 %, como puede verse en la gráfica de porcentajes de temas visuales, de acuerdo con los criterios que se han empleado para tratar esta categoría. La proporción puede incrementarse un poco si se tiene en cuenta que los biombos, las defensas de tesis, las escenas de cacería, las escenas mitológicas o las vistas urbanas, entre otras subcategorías empleadas, también contenían representaciones de la vida cotidiana colonial. De cualquier modo, el incremento sería poco porque son imágenes escasas. En el conjunto general del panorama visual americano colonial, lo cotidiano —o cuadros de costumbres— como tema tuvo poca importancia.

Mapa 2. Producción de biombos en relación a la pintura secular

La pregunta es, entonces, respecto al lugar que ocupa la representación visual de las costumbres dentro del contexto pictórico americano. Las pinturas de las costumbres cubrieron todas las regiones coloniales en mayor o menor medida, como se observa en el mapa 1. En algunos lugares, como Nueva Granada, Quito y Buenos Aires, hay una tradición visual escasa de estos temas, pero en las pocas pinturas seculares en existencia tratan costumbres. De aquellos que tienen una tradición más compleja se destacan cuatro territorios: las colonias inglesas, por su natural inclinación a los temas seculares; la Nueva España y el Perú, donde la cultura visual estaba más dispuesta a la producción de estos temas; y el Brasil colonial, donde, por las circunstancias históricas, se dio un mayor tránsito de viajeros extranjeros en el siglo XVII, quienes se interesaron por este tipo de representación. Aunque tampoco hay que olvidar la iniciativa y la inclinación de algunos pintores locales hacia estas visualizaciones, especialmente a finales del siglo XVIII. Estos cuatro territorios cubren cerca del 88 % del total de la producción de estas pinturas, y el 12 % restante se reparte en otras regiones coloniales. Esta distribución geográfica es muy similar a la manera como se produce en otros subtemas de esta categoría de pintura secular, como el paisaje y las vistas urbanas.

Mapa 3. Producción de temas clásicos y mitologías en relación a la pintura secular

Una característica particular es que muchas escenas de costumbres se pintaron en biombos, un tipo de soporte que tuvo características peculiares en algunos lugares de la América colonial. Eran muebles de uso doméstico que se empleaban para separar espacios, especialmente en los estrados, y generar una sensación de intimidad, pero también eran objetos decorativos, por lo cual estaban profusamente pintados. Los biombos, como artefacto, procedían del Japón y entraron a la América colonial hacia 1614, vía las naves de China que llegaban a Acapulco, en el Virreinato de la Nueva España (Martínez del Río de Redo, 1994, p. 133). Es posible que tanto la técnica como el tratamiento de los temas visuales contaran con una gran acogida dentro de la comunidad de pintores, principalmente novohispanos. La demanda de este artefacto debió ser consistente en la mayor parte del periodo colonial, y, debido a sus características, tanto visuales, narrativas y técnicas, era un objeto de consumo de ciertos estamentos sociales (Donahue-Wallace, 2008, p. 200). Uno de los temas que se pintaron en estos muebles fueron las escenas de costumbres, las cuales tenían un sentido moralizador. En cuanto a la procedencia, solo existen dos lugares plausibles de elaboración del conjunto de 58 biombos: la Nueva España, de donde procede el 93 %, y el 8 % restante de la Nueva Granada (mapa 2). Sin embargo, el nivel de elaboración con respecto a la producción de cada una de estas regiones en la categoría es similar, sobre un 12 %.

A las aristocracias criollas les interesó el decorado de objetos con temas clásicos que, aunque no fueron tan populares como en la Europa barroca, sí fueron empleados en la tradición colonial. Los discursos visuales clásicos muchas veces contenían elementos de carácter moral, es decir, al tiempo que impartían información sobre apartes de la mitología, también desarrollaban complejos mensajes morales sobre el deber ético del católico.

En esta misma perspectiva de educación moral a partir de las costumbres deben tenerse en cuenta las escenas mitológicas, las cuales remitían a complejas alegorías sobre las artes, las musas o apartes de alguna historia mitológica (Arca 589). Como es bien sabido, a las aristocracias criollas les interesó el decorado de objetos con temas clásicos, que, aunque no fueron tan populares como en la Europa barroca, sí fueron empleados en la tradición colonial, especialmente en estos artefactos de decoración. Los discursos visuales clásicos muchas veces contenían elementos de carácter moral, es decir, al tiempo que impartían información sobre relatos de la mitología, también desarrollaban complejos mensajes morales sobre el deber ético del católico. Por estas razones, la pintura de estos temas tiene una propuesta más o menos similar en la mayor parte de las regiones (mapa 3). No obstante, también se desarrolló un tipo de pintura en biombos que hacía mucho más explícitos estos contenidos a través de la narración de emblemas morales (Arca 9768) o aspectos de la vida cotidiana moralizados (Martínez del Río de Redo, 1994, p. 138), cuyo contenido moral se denomina exemplum, que implicaba la enseñanza. Obsérvese, por ejemplo, un biombo con escenas de la vida cotidiana de las monjas capuchinas (Arca 6493), el cual pretende trasmitir enseñanzas sobre la espiritualidad de las monjas.

 

Tiempos visuales de las costumbres

Gráfica 1. Línea de tiempo de pinturas de biombos, temas clásicos y mitológicos, defensas de tesis y escenas cotidianas

La presencia de pinturas con temas relacionados con costumbres y vida cotidiana fueron constantes a lo largo del periodo colonial, como se observa en la línea de tiempo. Los cuadros de costumbres, como tuvieron antecedentes en la pintura europea, estuvieron presentes desde el siglo XVI y marcaron una mayor intención de producción en la segunda mitad del siglo XVIII debido, sin lugar a dudas, a la fuerte tendencia a representar las costumbres que introdujo la Ilustración. Algo similar ocurrió con los temas clásicos y mitológicos, los cuales nunca pasaron de moda: el Barroco echó mano a ellos, como el Neoclasicismo del siglo XVIII o el Romanticismo del XIX, interpretándolos desde miradas distintas. Estas pinturas decaen en el último tercio del siglo XVIII. Finalmente, los biombos, la mayoría de ellos novohispanos, tienen una fuerte producción a lo largo del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII (gráfica 1).

 

Modelos para pintar costumbres

Durante los siglos XVII y XVIII no hay claridad que determine cuáles son las características de lo que hemos denominado pintura secular, y menos aún de lo que aparecía para entonces como pintura o cuadros de costumbres. En la clasificación de los géneros que se ha realizado para esta investigación se agruparon en esta categoría de pintura secular aquellas que se escapan a la representación de lo sagrado. Muchas de estas intentan retratar costumbres, concepto cercano a la preocupación contemporánea por la vida cotidiana. En este sentido, los modelos o los temas en este tipo de pintura partían del presupuesto que “la imagen pictórica no solo recrea y evoca la apariencia que los seres y las cosas tuvieron en un determinado momento de la historia; también reconstruye esa apariencia conforme a los paradigmas culturales e ideológicos que los grupos rectores de una sociedad imponen para sí mismos y para los demás” (Curiel et al., 2002, p. 19). De esto se desprenden dos problemas: estas pinturas no representan la “realidad” de ese contexto histórico, sino una representación de la misma; y, el segundo, esas costumbres o cotidianidades no se agotan solamente en este género, sino que con facilidad se extienden a buena parte de la pintura colonial.

Ilustración 1. Mathew Pratt, Escuela Americana. Óleo sobre tela, 1765, Estados Unidos. Colección Metropolitan Museum of Art (MET), Nueva York. (Dominio público)

 

La pregunta es, entonces, cuáles fueron los temas de aquella pintura que representaban las costumbres y cuáles son sus alcances respecto a otras temáticas. En primer lugar, debe tenerse en cuenta la variedad de escenas, tanto que no se alcanza a establecer una regla o ritmo temático que permita advertir una tendencia, ni siquiera por regiones. Si se establece un acercamiento estricto a la pintura de costumbres como se manifestaba en Europa y si se buscan correspondencias americanas, se encuentran muy pocas representaciones que se ajusten a este criterio. Por ejemplo, una pintura del novohispano Juan Rodríguez Juárez, llamada Desposorios de indios (Arca 1123), por su temática se consideraría de costumbres, aunque hay quienes la han relacionado con pintura de castas. En esta misma línea se encontrarían otras escenas que representan costumbres indígenas y días de mercado (Arca 1112, 2535). Esta circunstancia muestra la cercanía que tienen las llamadas pinturas de castas con esta temática o las del género de los países, pues contienen elementos que son similares, como el vestuario en detalle, la descripción visual de flora y fauna, y aspectos particulares a algunas regiones. Es decir, trata lo exótico, tan de moda en las sociedades en la segunda mitad del siglo XVIII.

Estos aspectos aplicaban, siguiendo la tradición europea, a otro tipo de pintura de costumbres, aquellas que representaban oficios o actividades típicamente coloniales. Estas pinturas no tenían una relación cercana a las castas, que mostraban lo exótico de lo colonial, sino que muchas veces estaban orientadas hacia la moralización de las costumbres o a exponer los efectos agradables del trabajo para Dios. El retrato de un sastre (Arca 16003) o una serie de pinturas de actividades cotidianas (Arca 6407) tenían como intención la representación del decoro, pero a través de este también la enseñanza moral. Por el contrario, la pintura protestante norteamericana desarrolló profusamente estas escenas del diario vivir sin intenciones moralizantes, y dentro de lo que se ha denominado pintura costumbrista (ilustración 1, Arca 19875).

La mayoría de las representaciones de escenas de costumbres o vida cotidiana no tienen características narrativas determinadas, pero contienen elementos que están relacionados con acontecimientos extraordinarios del diario vivir, sin que necesariamente se constituyan en milagrosos. Dentro de este conjunto se encuentran desde representaciones de rescates de naufragios (Arca 687) y ataques de tiburones (Arca 12308), hasta visitas y entradas de virreyes (Arca 1119), tema, por cierto, bastante escaso si se tiene en cuenta la importancia que tenían estas celebraciones en el mundo hispano (Rodríguez Moya, 2003, p. 102). Sin embargo, subsisten en soportes de papel las instrucciones o los informes de cómo eran los tablados, los arcos y otras manifestaciones para la celebración de las entradas, los festejos, las honras fúnebres, las juras al rey y otras fiestas de esta naturaleza (Arca 3761). La idea de la fastuosidad de estos festejos la proporciona una pintura excepcional, la Entrada del virrey Diego Morcillo a Potosí (Arca 2513), de Melchor Pérez de Holguín. Este tipo de obras que se ocupan de lo extraordinario colonial muestran estos acontecimientos con la compleja carga de simbología política y su respectiva solemnidad. Estas ausencias también se presentaron en el entorno de las fiestas religiosas, como el Corpus Christi, la fiesta colonial más significativa, de la cual hay muy escasas representaciones.

Ilustración 2. Anónimo, Biombo con desposorio indígena y palo volador. Óleo sobre tela, ca. 1690, Nueva España. Colección Los Angeles County Museum of Art (LACMA), Los Ángeles. (Dominio público)

 

Otro conjunto de estas pinturas está relacionado con la reconstrucción de los espacios de intimidad de las viviendas privadas o institucionales. Las primeras son más usuales en los territorios anglosajones, puesto que en la tradición protestante la idea de intimidad estaba floreciendo de manera más autónoma debido al avance del individualismo. Se trata de escenas caseras, que a veces narran una historia cotidiana, una fiesta o una cena (Arca 12370). Este tipo de representación va aumentando en la medida en que se define la sociedad burguesa y su culto a la intimidad, por lo que son más frecuentes en las primeras décadas del siglo XIX. En la Iberoamérica del siglo XVIII se presentan este tipo de representaciones, pero son de carácter institucional, como, por ejemplo, el interior de hospitales (Arca 765) o aspectos cotidianos de la vida conventual. Muchas veces estas escenas hacían parte de un hecho religioso o estaban dirigidas hacia una advocación religiosa particular.

Hay un detalle que debe resaltarse con respecto a este tipo de temas: un cambio en el soporte de la pintura. Uno de los conjuntos más importantes es el de las pinturas que decoraban los objetos de uso diario con escenas de la vida cotidiana. Estas tenían sentido en sectores sociales en los que la distinción por el gusto jugaba un papel representativo. La pintura ornamentaba profusamente estos objetos, como puede observarse en el escritorio portátil  de la ilustración 3. Además de literas de mano (Arca 6511, 8790), se adornaban también los sarcófagos procesionales, los armarios (Arca 1802, 6917), los muebles de estrado, las habitaciones (Arca 9876) y los techos en casas particulares, entre otros, con escenas cotidianas. Estos elementos no estaban dispuestos arbitrariamente, pues se trataba de moralizar con relatos alegóricos en lo cotidiano. Incluso, deben considerarse las paredes decoradas con azulejos con motivos tomados del diario vivir, especialmente en Brasil, donde se seguía la tradición portuguesa (Arca 6653) (Moura, 2008).

De este conjunto de muebles ornados con las mismas características que las de la pintura de caballete sobresalen los biombos. Precisamente por su condición explícitamente doméstica y no ceremonial, los temas que se representaban en estos eran seculares: no hay un solo biombo de los aquí observados que haga alusión a una devoción religiosa. Sin embargo, esto no quiere decir que no tuviera algún tipo de información relacionada con lo religioso. En los biombos se encuentran cuatro tipos de temáticas para su tratamiento, como se observa en la gráfica de temas de los biombos. Las temáticas son: vistas urbanas y temas cotidianos (ilustración 2, Arca 3778), escenas mitológicas y clásicas, emblemas y alegorías morales, y temas históricos. De estas, las más usuales eran las históricas y las urbanas. Los biombos resumían en buena medida lo visual que hacía parte de la tradición secular. En las escenas urbanas se trataba de construir narraciones sobre el mapa de la ciudad, los elementos relevantes urbanos e, incluso, lo que denominaríamos “escenas de la vida cotidiana”, costumbres en especial, como bailes o hábitos diarios (Arca 2583).

Ilustración 3. Anónimo, Escritorio portátil. Óleo sobre madera y cuero, finales del siglo XVIII, Perú. Colección Brooklyn Museum, Nueva York. (C.C-BY)

 

Para aquel entonces, la historia no pretendía narrar acontecimientos verídicos, como tampoco era necesario conocer los hechos humanos. La pretensión era otra, presentar el conjunto de lo humano para destacar vicios o virtudes dignas de imitación o rechazo.

Pero el tema que más se desarrolló en los biombos fue el histórico. Para aquel entonces, la historia no pretendía narrar acontecimientos verídicos, como tampoco era necesario conocer los hechos humanos. La pretensión era otra, presentar el conjunto de lo humano para destacar vicios o virtudes dignas de imitación o rechazo. Las crónicas, las historias y, en general, todo aquellos relatos históricos buscaban convertirse en referentes morales. Este es el objetivo que está detrás de los distintos relatos históricos de los biombos, entre los cuales sobresalen tres: las crónicas de la conquista de México y Tenochtitlán por Hernán Cortes (Arca 557), escenas tomadas del mundo clásico, como los emperadores de Roma (Arca 2662), y las batallas acaecidas en el mundo europeo (Arca 7353).

Lo cotidiano se desborda de los cuadros de costumbres. Por esta razón se han incluido dentro de esta categoría otro tipo de pinturas, algunas de las cuales hacen parte de esta historia de ausencias. Quisiera llamar la atención a dos grupos: el primero, el de las escasas pinturas de temas clásicos y mitológicos, muchas veces más cerca de lo alegórico que de los temas seculares. Estos eran temas relativamente cercanos a lo cotidiano, porque en la elección de las temáticas de la Antigüedad se manifiestan sistemas de valores cristianizados. Por ejemplo, el rapto de Deyanira, la esposa de Hércules, por el centauro Neso (Arca 18049) manifiesta un contexto moral que valora la castidad y desprecia la lujuria. Pero también estas pinturas contienen ideales de la Antigüedad, erudición clásica y valoración del retorno a las fuentes. Estos aspectos manifiestan la importancia del conocimiento y las ciencias, lo cual puede verse en otro entorno, las pinturas de tesis, el segundo grupo. Estas, cuyo fuerte regional es el Nuevo Reino de Granada, son retratos que conmemoran la ceremonia de obtención de los grados universitarios, especialmente lo que se refiere a la defensa de tesis. Pero más que de retratos, y este es su valor, se trata de testimonios de la riqueza intelectual de esta sociedades, pues contenían una dedicatoria a una advocación y el resumen intelectual de la tesis, siguiendo, generalmente, un mismo modelo de narración (Castillo, Leal y McCormick, 2014, p. 155). Estas pinturas aportaban material significativo para entender la cotidianidad intelectual y académica colonial (Arca 17622).

 

Vida cotidiana y pintura

La pintura relacionada con costumbres no se agota en esta clasificación de temas seculares. Como sucede con otro tipo de escenografías y problemas de la pintura colonial, la vida cotidiana, las costumbres, las condiciones materiales o las formas de ideología se manifestaron en otros temas. La representación de temas religiosos, la representación alegórica o el retrato contenían aspectos que hacían parte de la vida del pintor, pues una buena parte de las obras incluía escenas vinculadas con los acontecimientos cotidianos. Baxandall (2000) afirma que el pintor es la institución de visualización de su cultura, es decir, lo que representa en un medio material, como la pintura, hace parte de su mundo, no puede marginarse a él. Este componente se encuentra en el arte colonial: aunque el oficio del pintor estuviera sujeto a determinados y restrictivos usos de grabados y otros modelos narrativos, existía una amplia libertad para incluir dispositivos que eran parte de su mundo. Estos eran los detalles que hacían compleja la pintura y a partir de los cuales pueden observarse aspectos de la vida cotidiana colonial.

Esta perspectiva permite proponer al menos tres niveles para comprender lo cotidiano: las ideologías, lo material y las costumbres. Algunos ejemplos que permitirían mostrar cómo funcionan estos niveles estarían determinados por las condiciones culturales específicas de cada región. Es decir, es difícil establecer pautas de comportamiento cotidiano para América o Iberoamérica porque existieron subculturas en estos grandes territorios, pero, sin embargo, pueden aportarse algunos aspectos generales. La materialidad de la vida cotidiana es quizá el elemento más presente en la cultura visual y se manifiesta de manera permanente. Aunque los ejemplos son múltiples, casi al azar pueden presentarse algunos: una escena religiosa como la Sagrada Familia muestra elementos de la materialidad de una cocina colonial (Arca 3297) o de las formas andinas de hilar (Arca 4511), o la presencia de tapetes indígenas en pinturas del Antiguo Testamento (Arca 17002).

Ilustración 4. Alberto Eckhout, Mujer africana, 1641. Óleo sobre tela, 1641, Brasil. Colección National Museum de Dinamarca. (Dominio público)

 

Las costumbres están presentes de muchas maneras. Viajeros en tierras americanas pintaban aquello extraño que les llamaba la atención, como sucedió en el Brasil colonial (ilustración 4). Pero también tenía cabida la cultura cotidiana del gesto, por ejemplo. En las pinturas cristológicas se muestra como se hacía burla (Arca 16882); la etiqueta de mesa de los aristócratas se ve en una pintura de santos (Arca 17587); o los hábitos cotidianos, en una plaza (Arca 561). Las ideologías también tienen una gran presencia: pueden encontrarse en las formas como una sociedad se estratifica, reflejadas en las pinturas con procesiones (Arca 1072); o en las representaciones del cuerpo a partir de las maneras de mortificación de los santos (Arca 19113). Estos ejemplos pretenden mostrar la riqueza interpretativa de la cotidianidad que está presente en los elementos visuales coloniales.

La pintura secular, especialmente aquella que se destinaba a los espacios domésticos, no se marginaba de los contenidos de la sociedad colonial, pues, finalmente, estas eran sociedades con primacía retórica, cuya función primordial era moralizar a partir de los contenidos narrados y visuales. Para concluir, en este compendio de pinturas coloniales se aprecia una variedad de temas en la pintura norteamericana posindependentista, pues, como es natural, sus temáticas variaban considerablemente con respecto al entorno ibérico. La riqueza visual era muy amplia, ya que, además de los temas mencionados, sobresalen tipos de pintura que podrían denominarse de socialización, que muestran, precisamente, el asentamiento de una sociedad burguesa.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Baxandall, Michael (2000). Pintura y vida cotidiana en el Renacimiento. Barcelona: Gustavo Gili.

Bjelajac, David. (2005). American Art. A Cultural History. Nueva Jersey: Pearson Education.

Castillo, Lina del, Leal, María del Rosario y McCormick, Grace. (2014). Iconografía intelectual en el Virreinato de la Nueva Granada, siglo XVIII. Bogotá: Universidad Externado de Colombia.

Curiel, Gustavo, et al. (2002). Pintura y vida cotidiana en México: siglos XVII-XX. México: Fomento Cultural Banamex – Fundación Caixa de Girona.

Donahue-Wallace, Kelly. (2008). Art and Architecture of Viceregal Latin America. Albuquerque: University of New México Press.

Gisbert, Teresa. (2006). Iconografía mitológica y masónica a finales del virreinato e inicios de la república. En Ramón Mujica y David Bradiing et al., Visión y símbolos. Del virreinato criollo a la república de las letras. Lima: Colección Arte y Tesoros del Perú.

Martínez del Río de Redo, Marita. (1994). Los biombos en el ámbito doméstico: Sus programas moralizadores y didácticos. En Jaime Cuadriello et al., Juegos de ingenio y agudeza. La pintura emblemática en la Nueva España. México: Museo Nacional de Arte – Conaculta.

Moura Sobral, Luis de. (2008). Figuras, temas y tendencias de la pintura portuguesa y brasileña de la Contrarreforma. En Juana Gutiérrez Haces y Jonathan Brown, Pintura de los reinos. Identidades compartidas. Territorios del mundo hispánico, siglos XVI-XVIII. México: Fondo Cultural Banamex.

Porro, Nelly Raquel y Barbero, Estela Rosa. (1994). Lo suntuario en la vida cotidiana del Buenos Aires virreinal. De lo material a lo espiritual. Buenos Aires: PrHisco-Conicet.

Rodríguez Moya, Inmaculada. (2003). La mirada del virrey. Iconografía del poder en la Nueva España. Barcelona: Universitat Jaume I.

Vargaslugo, Elisa (ed.). (2005). Imágenes de los naturales en el arte de la Nueva España. Siglos XVI al XVIII. México: Fomento Cultural Banamex.

 

 

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