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Individualismo y pintura

La formación de la conciencia individual

Se puede entender el individualismo por medio de dos ideas centrales: en primer lugar, sostiene que el individuo es la base de todas las agrupaciones humanas occidentales, idea que se basa en una profunda convicción en el valor intrínseco de la dignidad humana. En segundo lugar, y la que es más interesante, se refiere al proceso de formación de la conciencia individual, que lentamente se fue expandiendo y reemplazando la conciencia colectiva que caracterizó el ordenamiento medieval. De estas dos posturas se desprende la convicción de que el sujeto individual es la fuerza inicial de todas las instituciones sociales y políticas modernas. El giro hacia el individualismo, como conciencia de sí, tuvo una fase decisiva con el humanismo del siglo XIV, tomando forma más clara hacia los siglos XVI y XVII con el desarrollo del Renacimiento y la Reforma protestante, y adquiriendo su etapa definitiva con la filosofía de la Ilustración en el siglo XVIII. El individualismo puede entenderse como un proceso que va de la mano con el secularismo, ya que ambos buscaron alejarse de los temas religiosos para centrarse en preguntas mundanas que fuesen más apremiantes a los individuos o que llevaran a reenfocar la experiencia religiosa hacia el sujeto individual.

Un primer paso fundamental en esta dirección fue el enfoque que exaltó el humanismo del siglo XV. Aunque todavía profundamente influenciado por la religiosidad, la cultura humanista puso un gran énfasis en la importancia de la figura humana y su dignidad. Así pues, empiezan a evidenciarse obras de arte que buscan retratar la proporcionalidad humana de la manera más perfecta posible, como el David de Miguel Ángel o el famoso Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci. Igualmente, los pensadores empiezan a teorizar sobre las problemáticas sociales enfocadas desde la perspectiva de la cotidianidad de los sujetos en lugar de la autoridad o la moral divina, como Nicolás Maquiavelo.

En cuanto a la religión, el cambio fundamental hacia el individualismo lo proporciona la Reforma protestante iniciada por Martín Lutero en 1519, debido a que, a diferencia de lo que planteaba la Iglesia católica, este sostenía que la relación entre Dios y los creyentes era directa e individual. Por consiguiente, la salvación se lograba no tanto en el seguimiento de las autoridades eclesiásticas claramente establecidas, sino que se encontraba en una relación directa con la divinidad. Aunque para Lutero puede que no fuera claro en ese momento, esta afirmación rompía con la unidad religiosa de la sociedad. Más allá del cisma de la cristiandad católica, se abrían las puertas para la futura libertad de culto y de consciencia, tal como puede verse en el tratado De haereticis, an sint persequendi de Sebastián Castellion. Este vuelco hacia la consciencia individual puede incluso percibirse en la Contrarreforma católica con el énfasis que hizo la Iglesia a la reconversión por medio de la argumentación en vez de la autoridad. Incluso puede considerarse la labor de Ignacio de Loyola, quien fundamentó su espiritualidad proporcionándole fuerza a la conciencia individual.

El siglo XVII fue testigo de la consolidación del individualismo que daría lugar a la Ilustración en el siglo XVIII, tanto en el arte y el pensamiento, como en la vida cotidiana. Un buen reflejo de esta conciencia de sí mismo es el retrato y el autorretrato. Aunque ya habían empezado en el Renacimiento, predominaron durante el Barroco, tanto en los países protestantes como en los católicos. La serie de autorretratos de Rembrandt son un ejemplo claro de la creciente conciencia individual, pues muestran la preocupación por la imagen propia como eje central de la identidad. Esta imagen individualizada por medio del retrato se convierte en una piedra angular para la consolidación del modelo político absolutista característico de este periodo. Así mismo, este es el contexto para que surjan las firmas, la autoría sobre las obras y hasta los sentimientos individuales: la maternidad, la infancia, la paternidad, la amistad, etc. Finalmente, esta preocupación por el individuo por encima del grupo social llevó a la valoración de la libertad individual, lo que triunfó a finales del siglo XVIII con la Revolución francesa. Como el principal derecho inalienable que poseen los seres humanos, de la libertad partieron todas las organizaciones políticas y sociales, cuya existencia se entiende como fundamental para el establecimiento de una sociedad justa. Tal es el caso del pensamiento político y social de pensadores como John Locke, Jean-Jacques Rousseau y Thomas Hobbes.

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Claus, Karl y Charles, Victoria. (2009). Baroque Art. Nueva York: Parkstone Press International.

Gurevich, Aaron. (1997). Los orígenes del individualismo europeo. Madrid: Crítica.

Individualism: The Reformation and it’s Aftermath. Disponible en: http://science.jrank.org/pages/9784/Individualism-Reformation-Aftermath.html.

Nelson, Norman. (1933). Individualism as a Criterion of the Renaissance. The Journal of English and German Philology, 32(3), 316-334.

 

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