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Variedad de advocaciones: entre españolas y locales

Advocaciones e inmigración

El origen de las advocaciones a la Virgen en Iberoamérica se movió entre dos grandes tendencias de carácter geográfico. Por un lado aquellas de tradición europea, mayoritariamente españolas, y las que nacieron en América, resultado de procesos de mestizaje y sincretismo cultural y religioso. Buena parte de las de origen español fueron apropiadas en América, a las que algunas veces se les otorgaron características regionales particulares, lo que constituye la advocación propiamente dicha. Entre estos dos conjuntos pueden reconocerse varios elementos históricos que permiten comprender los cambios y permanencias. Por un lado debe considerarse el proceso de inmigración constante de españoles. Los pasajeros a las Indias fueron un fenómeno permanente durante los dos siglos y medio de presencia española y portuguesa en América, pues, con frecuencia, se tiende a creer que este fue un proceso que se agotó en el siglo XVI. La importancia del movimiento  frecuente de europeos, y no solamente españoles, aseguró que con los viajeros llegaran sus devociones particulares y regionales. El culto a la Virgen, que se fortalecía en Europa desde el siglo XV, encontró en América un campo lo suficientemente abierto para desarrollar procesos de transformación sobre sus imágenes (Christian, 1990).

Mapa 1. Porcentaje de las pinturas con advocaciones de la Virgen

Aunque este no es el lugar para hacer un recorrido genealógico sobre el conjunto de vírgenes que llegaron y se adaptaron en América, sí es interesante comprender cómo muchas de ellas revelan migraciones de distintas regiones de Europa. Para el caso de la conquista, algunas advocaciones revelan el lugar de procedencia de los pobladores, generalmente de Castilla y de los reinos que tenían permitido viajar a América (Anrup, 2000, p. 122). No es extraño encontrar a la Virgen de Almudena (Arca 1302), patrona de Madrid, en muchos lugares de Iberoamérica, al igual que la extremeña Virgen de Guadalupe, o la muy sevillana Virgen de la Antigua. Es decir, pueden rastrearse las devociones a partir de las vírgenes que viajaron desde Europa con los navegantes y pobladores a las distintas regiones americanas. En consecuencia, es un poco más escasa la presencia de vírgenes de otras regiones de España cuyos habitantes tuvieron restricciones para viajar a América. Por mencionar algunos casos, los vascos y su Virgen de Aránzazu (Arca 597), aparecida en 1469; la inmigración de asturianos que debieron llegar con la Virgen de la Cueva (Arca 2841) o la Virgen de la Guía (Arca 485), tan popular en la gobernación de Venezuela.

Esta apropiación del culto a la Virgen en los diversos espacios coloniales generó, entonces, la posibilidad de su reinterpretación dentro de los cánones del dogma e incluso de la iconografía.

El proceso de inmigración de españoles se vincula, entonces, a la formación, consolidación y/o interpretación de las devociones y advocaciones de la Virgen en las diferentes regiones colonizadas. Estas formas de acercamiento a su imagen pertenecían inicialmente a la cultura europea, sin que necesariamente en su culto existiera una intervención teológica, dogmática o de la tradición de la Iglesia. Sin embargo, el mismo proceso histórico permitió la posibilidad de su reinterpretación en los diversos espacios coloniales, dentro de los cánones del dogma e incluso de la iconografía. Esta perspectiva dio paso a la formación de creencias, devociones y apariciones milagrosas de la Virgen en la América colonial, con los rasgos culturales propios de esas sociedades. Los ejemplos son muchos, se puede citar a la Virgen de Chiquinquirá, que es una Virgen del Rosario, como también lo es la Virgen de Pomata. Por su parte, la Virgen de Copacabana es la adaptación de un milagro mariano flamenco (Gálvez, 2015, p. 65). Y como estas, el listado de vírgenes americanas es largo: la Virgen del Cerro (ilustración 3), Guápulo, Cayma, Ocotlán, Quinche (ilustración 1, Arca 19944), la Peña, Sabayá, Sunturhuasi, Cocharcas (ilustración 2), etc. Cada una de ellas tiene una historia.

Estos nombres pertenecen a vírgenes relacionadas con regiones americanas, que adquieren características y condiciones culturales particulares. Muchas de ellas, también, hacen parte de la geografía de las imágenes milagrosas. La cantidad no es despreciable. En el mapa 1 puede observarse el gran número de pinturas relacionadas con los cultos y advocaciones más importantes en la América colonial, cuyo listado se encuentra en la línea de tiempo. Estas catorce advocaciones, mayoritariamente pertenecientes a un culto regional, cubren un porcentaje significativo con respecto al total de advocaciones. Los porcentajes son bajos en aquellas regiones que no desarrollaron piedades marianas importantes, como sucede en Chile, Brasil y Puerto Rico.

 

Producción de advocaciones americanas

Gráfica 1. Línea de tiempo de las pinturas con advocaciones de la Virgen

Según la línea de tiempo (gráfica 1), la producción propiamente americana de advocaciones conservó un equilibrio en la producción visual: es constante y cubre prácticamente todo el periodo colonial. Quizá la excepción es la Virgen de Guadalupe, que es el tema advocativo americano de mayor divulgación tanto en número de imágenes como de expansión territorial.

 

Tipología de los orígenes de las advocaciones

La divergencia entre la Virgen desataviada (sin atributos particulares) que predicaba la Iglesia, neutra, en contraposición con la multitud de interpretaciones visuales que surgen en América, es lo que hace interesante el estudio del culto a la Virgen. Pero no es solo la devoción por sí misma, el problema es cómo la tradición eclesiástica clasificó a estas advocaciones. No hay fórmulas que permitan identificar los procedimientos que se llevaron a cabo para que ciertas vírgenes se transformaran en objetos de culto adaptadas en una versión americana. Esta afirmación conforma uno de los problemas de la historia de las imágenes, porque son escasas las investigaciones exhaustivas que permiten determinar cómo y bajo qué mecanismos se llevaron a cabo las transformaciones y apropiaciones. Igualmente, en los tratados de pintura de la época no hay indicaciones sobre estas devociones, solo algunas menciones iconográficas de carácter general.

Ilustración 1. Anónimo, Virgen de Quinche. Óleo sobre tela, ca. 1790, Quito. Colección Museo Colonial, Bogotá. (Fotografía del Museo Colonial/Óscar Monsalve)

 

Las advocaciones de la Virgen en la América colonial tienen orígenes múltiples, lo que marca diferencias en la manera como son acogidas. Pueden reconocerse al menos tres orígenes, lo que debe tenerse en cuenta en los procesos de apropiación. El primer grupo son aquellas advocaciones que surgen de la interpretación de algún pasaje del Nuevo Testamento. La presencia de la Virgen en los textos neotestamentarios no es sistemática sino esporádica porque no tiene una importancia decisiva dentro de esta primera comunidad cristiana. El culto a la Virgen se consolida después del siglo IV, por lo que su imagen se construye especialmente en la Edad Media. A partir de este momento se hace una lectura mucho más minuciosa de su presencia en los textos evangélicos, pero también se buscan datos en los evangelios apócrifos. Muchos detalles tomados de los diferentes evangelios se convierten en devociones, por ejemplo, el culto colonial a la Virgen de la Candelaria (Arca 540) se origina en el siglo VI, cuando se observa el empleo de luces en las ceremonias de la presentación en el templo. Por esta razón, la Virgen de la Candelaria se asocia a la presentación de la Virgen (Arca 906) o la presentación del Niño Jesús (Arca 1609), ambos acontecimientos relacionados con la vida de la Virgen.

El culto de la Virgen de la Candelaria, que en la América colonial tuvo un rápido proceso de expansión, proviene de las islas Canarias, y su fiesta en América se celebra con gran pompa el 2 de febrero. En su honor se han nombrado distintos lugares: iglesia de la Candelaria en Medellín, barrio de La Candelaria en Bogotá, desierto de la Candelaria en Boyacá, etc., por dar algunos ejemplos en Colombia. Como esta, son muchas las advocaciones tomadas de los textos del Nuevo Testamento: la Virgen Dolorosa, advocación muy importante que retoma los dolores de la Virgen durante la pasión de Cristo, la cual asume diferentes formas iconográficas: la Virgen de los Siete Cuchillos, la Virgen de la Soledad (Arca 571) y sus respectivas interpretaciones americanas, como la neogranadina Virgen del Topo (Arca 17404). De la fuente neotestamentaria se deben considerar otras, como la Virgen de la Expectación, la Pastora, la Reina, la de los Ángeles, de la Lactación, etc. Muchas de estas, que proceden de pasajes del Nuevo Testamento, están vinculadas a devociones que se desarrollan como interpretación teológica, como es el caso de la Inmaculada.

Ilustración 2. Anónimo, Nuestra Señora de Cocharcas en el altar. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Arequipa, Perú. Colección Brooklyn Museum, Nueva York. (Dominio público)

 

Un segundo grupo, quizá el más numeroso, está relacionado con vírgenes que resultan de milagros y apariciones (Acosta Luna, 2011, pp. 108 y ss.). Estas son producto de la interacción con un espacio social en el que la Virgen actúa a través de un hecho portentoso o milagroso que deja una prueba de esa presencia, lo cual se traduce en la adquisición de esa característica como elemento iconográfico. El listado es largo, pero podemos citar un ejemplo ilustrativo: la Virgen del Pilar en una aparición al apóstol Santiago, a quien le deja una columna de jaspe. La leyenda parece acuñada en el siglo XIII y se entroniza en Zaragoza, centro de su culto, hasta mediados del siglo XVII. Es decir, sobre una sola imagen pueden reposar varios estratos temporales. De cualquier manera tiene un extendido culto colonial (Arca 2725), especialmente en los Andes. En esta categoría caben la mayor parte de las advocaciones, desde Monserrate y Las Nieves, hasta el gran conjunto de vírgenes arborícolas, llamadas así por su aparición en árboles: la Virgen de Aránzazu, la apropiación indígena de Ocotlán, la Virgen de la Escalera (Arca 2838), la del Peral, la Salcedana, la del Sopetrán, la del Pino, etc.

El último grupo incluye a aquellas que están relacionadas con la conformación de comunidades religiosas —algunas de las cuales pueden desprenderse del grupo anterior— y adquieren una marca especial porque su culto lo propicia una orden o congregación religiosa: la Virgen del Carmen es incentivada por la Orden del Carmen; la de la Merced, por los mercedarios; la Virgen de la Luz fue devoción jesuita, etc. (Alvear, 2001, p. 46). En cualquiera de estos tres grandes grupos se advierten dos elementos característicos que ayudan a clasificar o entender la manera como se constituye el tema: uno, la incorporación de iconografías que permiten identificarla, aunque en muchos casos no son tan claras y más bien tienden a ser confusas, como, por ejemplo, la Virgen de las Flores (Arca 4365), que tiene atributos similares a la de la Rosa (Arca 14996). El segundo, se trata de secuencias de imágenes que responden al mismo modelo con pocas transformaciones en su representación. Además, son pocas las imágenes de advocaciones que cuentan una historia, como la Virgen de Loreto (Arca 3101), que no solo presenta la devoción con sus atributos sino que muestra el traslado de su casa, de modo que la pintura narra el acontecimiento. Igual sucede con la Virgen de la Macana.

Ilustración 3. Anónimo, La Virgen del Cerro. Óleo sobre tela, 1720, Alto Perú (Bolivia). Colección Museo Nacional de Arte, La Paz. (Dominio público)

 

Advocaciones y virtudes

Entre los diversos aspectos que hacen parte de la riqueza visual de las advocaciones de la Virgen llama la atención lo que comunican estas pinturas a un devoto colonial. En ellas no solo se encuentra la representación advocativa con sus atributos, sino que existen varios elementos que llevan a rendirle culto o a entronizar su devoción. El primero son los tipos de virtudes que contienen estas imágenes. En la historia de la cristiandad, la Virgen es un importante receptáculo de aquellas virtudes que son significativas para cada momento histórico, lo cual se proyecta en sus devociones: el dolor como valor cristiano se resalta en las dolorosas; la virtud de la humildad en las orantes. Y así, el conjunto de virtudes como la misericordia, la obediencia o la protección, por nombrar algunas, están presentes en estas devociones y advocaciones. Dicho aspecto pone de relieve el valor tanto de los sentimientos como de los ideales de perfección a los que debe aspirar una persona, a través de aquello que se le atribuía a la Virgen como ideal de comportamiento.

En este sentido, la georreferencia de los temas de las imágenes permite observar las maneras como son recibidas estas advocaciones en el contexto americano, y no solo cómo y de qué regiones proceden las imágenes de Europa. Detrás de una devoción o una advocación existen virtudes que están modelando al sujeto creyente: los valores que comunica la Virgen indígena de Ocotlán no son los mismos que puede trasmitir la Virgen con el Niño en muchas de sus advocaciones (Vences Vidal, 2008, p. 129). La Virgen refleja valores y condiciones del hecho de ser mujer en esos tiempos.

El segundo aspecto son los donantes que permanentemente tienen presencia en sus pinturas (ilustración 3), lo cual refleja el impacto de la cultura visual en la vida cotidiana. Esto se manifiesta con regularidad en el género del retrato, en el que aparecen frecuentemente imágenes detrás de las imágenes, de las cuales una buena cantidad son representaciones de vírgenes (Arca 1383). Así mismo, la consagración familiar a una advocación está presente en las pinturas de familia. La riqueza visual de estas pinturas no se agota en estos ejemplos, sino que manifiesta otros conjuntos de problemas, como la intencionalidad de los donantes y el carácter milagroso, tal como aparece en los exvotos, una buena parte de ellos con tema mariano de fondo. Además, se manifiestan procesiones, condiciones materiales, trajes, tipos de piedad popular, mitos y leyendas. Las advocaciones recogen y proyectan una buena parte de la cultura colonial.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Acosta Luna, Olga Isabel. (2011). Milagrosas imágenes marianas en el Nuevo Reino de Granada. Madrid: Iberoamericana, Vervuert.

Alvear, José Antonio. (2001). La imagen de la Santísima Virgen de la Luz, o la Virgen como imagen. Historia y Grafía, (16), 45-72.

Anrup, Roland. (2000). Marian Imagery in Spanish and Latin American Baroque. Goteborg: Institute of Iberian and Latin American Studies.

Christian, William. (1990). Apariciones en Castilla y Cataluña (siglos XIV-XVI). Madrid: Nerea.

Damian, Carol. (2012). The Virgin of The Andes: Inka Queen and Christian Goddess. En Richard E. Phillips y Kellen Kee Mcintyre, Woman and Art in Early Modern Latin America. Brill: Brill E-Books.

Gálvez Peña, Carlos. (2015). Un milagro flamenco en los Andes: La leyenda de la Virgen de Copacabana y su genealogía europea (1621). En Cecile Michaud (ed.), Escritura e imagen en Hispanoamérica. De la crónica ilustrada al cómic. Lima: Fondo Editorial Universidad Católica.

Schenone, Héctor. (2008). Iconografía del arte colonial. Santa María. Buenos Aires: Pontificia Universidad Católica Argentina.

Vences Vidal, Magdalena. (2008). La Virgen de Chiquinquirá, Colombia: Afirmación dogmática y frente de identidad. México: Museo de la Basílica de Guadalupe.

 

 

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