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Pinturas para representar la moral, el pecado y la redención

Pinturas morales en la América colonial

De la misma manera como algunas pinturas estaban orientadas a provocar sensaciones y experiencias con respecto a la mística, existe otro conjunto relacionado con la reflexión sobre la condición moral de los sujetos. Estas pinturas se ajustan, algunas veces, a cánones de carácter alegórico, otras veces son descriptivas, pero la intención formal era que la persona pudiera establecer un puente relacional entre su conciencia y su situación de pecado. Este tipo de pintura se preocupa por crear una conciencia acerca de los estados del alma, la condición del pecador y alertar sobre aquello que le hace bien o mal al alma; es decir, trata de vincular al espectador con una vida espiritual. Así mismo, como resultado de una cultura visual, este tipo de pintura ofrece parámetros para meditar las posibilidades de la redención. En suma, se trata de una propuesta de pintura moral.

Desde los tipos de pintura más seculares, como el retrato, hasta la pintura más religiosa, como las advocaciones a la Virgen, buscaban generar comportamientos y enseñar conjuntos de valores.

Enunciar el “carácter moral” de estas imágenes puede parecer repetido en el sentido que prácticamente casi toda la pintura tenía una orientación moral. En su conjunto, la producción visual colonial es el resultado de una sociedad de tendencias sacralizantes, entendiéndola como el dominio de la experiencia religiosa cuyo objetivo primordial es moralizar, no el conocimiento (Mendiola, 2003, p. 136). En este sentido, la mayor parte de sus discursos y la producción cultural estaba dirigida a colaborar en el proceso de moralización. La pintura, entonces, tiene por función mostrar vicios y virtudes, es decir, trata de establecer los cánones de comportamiento. Desde los tipos de pintura más seculares, como el retrato, hasta la pintura más religiosa, como las advocaciones a la Virgen, buscaban generar comportamientos y enseñar valores. Esta afirmación sirve para definir con más precisión el tipo de pintura que tratamos aquí: la moralización de lo que por sí mismo era moral. Es decir, una especie de pleonasmo visual: repetir la idea para que tuviera fuerza.

Mapa 1. Proporción de pinturas que representan la moral, el pecado y la redención con respecto a la categoría por país

Este tipo de pintura está localizada solo en algunas regiones de Iberoamérica, especialmente en aquellas que desarrollaron una relación compleja con la alegoría y la emblemática. Las imágenes y series se encuentran principalmente en Perú y la Audiencia de Charcas, y en proporciones un poco menores en Nueva España y Quito, como se muestra en el mapa 1. La poca presencia, o ausencia, de estas imágenes en otras regiones están relacionadas con las condiciones particulares de la cultura visual en cada territorio. En algunos lugares, como estos en los que se desarrolló este tipo de pintura, la cultura simbólica y la alegórica era más “refinada”, luego los temas eran más complejos. Este elemento se hace mucho más presente en sociedades en las que existía una larga trayectoria con la imagen y en las que se desarrolló con más riqueza. En este sentido, existen otros factores que afectan el desarrollo de lo visual, como la riqueza material regional, que permite una mayor demanda de pintura y un gusto diferente de los temas. Las sociedades eruditas demandan igualmente un tipo de pintura más erudita, y este tipo de pintura es un buen ejemplo.

 

Tiempos morales

Este tema tiene una línea de tiempo definida y relacionada con el contexto en el que se está produciendo (gráfica 1). El desarrollo visual de este tema ocurre entre mediados del siglo XVII y la década que empieza en 1740. Esta temporalidad puede explicarse en razón de las condiciones que facilitan la consolidación de sociedades sacralizadas. Este es el momento en el que se estabilizan las instituciones eclesiásticas y civiles que alimentan la experiencia religiosa y que marcan la relación entre los sujetos. La pintura moral decae en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando estas sociedades se abren a un proceso de secularización. En estos momentos cambian las maneras como se piensa la moral y la cultura visual parece reflejarlo.

Gráfica 1. Línea de tiempo de las pinturas para representar la moral, el pecado y la redención

 

Las imágenes de la pintura moral

Estas imágenes refleja una experiencia moral que puede leerse a través de tres grandes ejes. Estos no están vinculados directamente con otros temas coloniales, pero establecen un diálogo con temas dogmáticos como las postrimerías y, por supuesto, con las alegorías, de los que se nutre una buena parte de cómo se hacían este tipo de relatos visuales. Los tres grandes subconjuntos temáticos están relacionados con las discusiones morales del Barroco: en primer lugar, pinturas que retratan y representan el alma; en segundo lugar, las relacionadas con mostrar al sujeto pecador y el estado de los pecados; y, finalmente, pinturas que establecen parámetros para meditar en cómo salvarse, cuáles son las herramientas de la redención y cómo acercarse a los mediadores y las advocaciones. En la gráfica sobre pintura mística y moral se observa cómo unos de los temas con mayor número de imágenes son aquellos relacionados con los estados del alma y el pecado.

Ilustración 1. Anónimo, Alegoría a las buenas y malas obras. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Perú. Colección Barbosa-Stern, Lima.

 

En el primer conjunto, la propuesta pretende darle cuerpo a un principio abstracto de la cristiandad, el alma. Estas imágenes buscaban hacer una descripción de cuáles eran sus estados, sus condiciones y peligros. Se establecen dos modelos distintos para representar el alma como lo inenarrable. Como se trata de un principio abstracto por excelencia, al tratar de darle una forma, una primera tendencia es la forma humana, vestida de blanco para significar su salvación (Arca 613), o informe y oscura, unas veces como una especie de corazón con cabeza y extremidades, otras en forma de penitente. Esto plantea dos alternativas, almas salvadas, revestidas de blanco, guiadas por los ángeles (Arca 7696), como también aparece en las pinturas del purgatorio cuando son salvadas; en segundo lugar, almas como la oscuridad. La pintura de la ilustración 2  (Arca 20352) plantea precisamente una reflexión moral apoyada en iconotextos, sobre el destino del alma.  Existe una interesante serie peruana (Arca 7254-7261) que retrata los estados del alma en diferentes situaciones: en atrición, contrición, pecado, fiel, piadosa, condenada, etc., cada una con un conjunto de símbolos que la significan. Vale la pena resaltar que este mismo modelo fue empleado en la Nueva España (Arca 3027) para representar el contenido alegórico del corazón. Aunque el modelo es el mismo, los contenidos son distintos, pues conceptualmente no puede identificarse el sentido simbólico del corazón y sus contenidos, a los que conlleva el alma, pues son dos instancias distintas.

El segundo grupo corresponde a aquellas pinturas que tratan el tema del pecado y el pecador, son escasas, pero con ejemplos que representan la forma como el pecado acecha (Arca 1114). Estas tienen una estructura muy similar a las pinturas alegóricas protestantes, que para significar los peligros del alma recurren a escenas cotidianas que muestran banquetes, bailes, coqueteos lascivos y embriaguez (Arca 9718). Este tipo de pinturas, algunas con tono alegórico, le ponen de presente al creyente el dolor, la ambición y el sufrimiento que ocasionan los pecados, y el cruel destino del pecador (Arca 1256). Pero también se incentiva la imagen del pecador y el procedimiento que lleva a las acciones de contrición (ilustración 1, Arca 7049). Una serie de Miguel Jerónimo Zendejas de finales del siglo XVIII, aunque tiene un tono irónico, es un reflejo de esta cultura visual marcada por la conciencia moral del pecador (Arca 4110). Un último elemento que entra en esta clasificación está relacionado con un importante tema de la pintura medieval y moderna, los círculos de los siete pecados capitales, de los cuales hay una extraña carencia en la pintura iberoamericana. Se conocen muy pocos ejemplares (Arca 1210). Es extraño que no se haya producido en mayor cantidad o que este hubiese tenido mayor auge, debido a su alto componente catequético, así como su valor narrativo.

Ilustración 2. Anónimo, Eterno lo que atormenta momentáneo lo que deleita. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Nueva España. Colección Juan Francisco Hernández, Bogotá.

 

Dentro de la ideología cristiana, una descripción de los estados del alma, del pecado y el pecador no estaría completa si no se ofrece la redención. La cultura católica reflejó el ofrecimiento de las herramientas visuales para mostrar las alternativas de salvación frente al pecado. Es aquí donde toman importancia ciertas pinturas, que por sí mismas son objetos de devoción e involucran las indulgencias, los papeles de la mediación, etc. Estas pinturas invitan a las buenas prácticas cristianas, como la buena confesión (Arca 641), la misa, las mediaciones a través de la Virgen y los santos (ilustración 3). Llama la atención en este conjunto los árboles de la vida (Arca 2677), que establecen un panorama de los pecados y cómo superarlos, en términos de la proposición de virtudes frente a los vicios capitales. Estos árboles se hacen a la manera de un resumen de la doctrina cristiana.

Gráfica 2. Porcentajes de formas de escritura en este tipo de pinturas

Para finalizar los aspectos relacionados con los modelos de este tipo de pintura moral debe tenerse en cuenta que una de sus características importantes es el empleo intensivo de los diversos mecanismos de escritura sobre la oralidad. Como se observa en la gráfica 2, cerca del 70 % de estas pinturas incluían alguna forma de escritura, como cartelas, filacterias, inscripciones, etc. Este es uno de los temas en los que la escritura visual tiene mayor presencia, lo que muestra el tipo de espectador al cual se dirigía. Es decir, estas pinturas cubrían las necesidades de espectadores letrados, quienes podían interpretar con más claridad los contenidos de estas narraciones visuales.

 

Moral y cultura visual

Aunque la mayoría de estas imágenes no tenían un contenido dogmático o doctrinal estricto, pertenecían a la tradición cristiana y formaban parte de las enseñanzas de la Iglesia a través de los catecismos. De esta manera, la mayoría de los temas descritos hacían parte de la predicación, por lo que llama la atención que fueran escasas las pinturas con este tipo de temáticas, suponiendo la importancia que tenían para la sociedad colonial. Del pecado, por ejemplo, sobra mencionar su importancia dentro del discurso moral colonial, porque más que un problema, era parte de las obsesiones de la cristiandad católica. Para entonces, la predicación se centraba en los siete pecados capitales, pero no solo aludían al cuerpo como lugar de pecado a través de la gula, la envidia o la lujuria. Estos discursos estaban orientados a la demostración de la condición pecadora del género humano, lo que tenía un fuerte impacto en estas sociedades sacralizadas. Para este tipo de predicaciones, las imágenes resultaban atractivas porque establecían una relación entre la moral y el pecado.

La reiterada ausencia de pinturas morales como estas, en la mayor parte de las sociedades coloniales, está relacionada con su proliferación tácita en otras vertientes temáticas. Es decir, la mayoría de los problemas morales se resolvían en la pintura de santos, por ejemplo, en las que se ejemplificaba al pecador, la necesidad de la salvación o la redención para aquellos arrepentidos frente al pecado. También los ilustraban los purgatorios o las pinturas alegóricas, por mencionar algunos casos. Sin embargo, el problema no es dónde hay representaciones morales, sino la escasa presencia de algunos temas que eran usuales en la cultura visual europea por aquel tiempo, y que incluso eran parte de la tradición visual castellana. Un buen ejemplo son las mencionadas pinturas de pecados capitales, tan usuales desde finales de la Edad Media.

Especialmente respecto al tema del pecado se observa cómo se censuraban ciertos comportamientos que hacían parte de la vida cotidiana, como los bailes, los banquetes y la diversión. Estos eran asimilados como comportamientos peligrosos y encaminados al pecado.

Otro aspecto notorio es lo que se condena como inmoral dentro de aquellas sociedades. Especialmente respecto al tema del pecado se observa cómo se censuraban ciertos comportamientos que hacían parte de la vida cotidiana, como los bailes, los banquetes y la diversión. Estos eran asimilados como comportamientos peligrosos y encaminados al pecado. Estas imágenes, que relacionaban la vida cotidiana con la moral, fueron una apreciada moda de la pintura protestante en el siglo XVII. Se aprecia tenuemente en algunas representaciones cotidianas coloniales, como, por ejemplo, en los biombos, algunos de los cuales presentaban críticamente hábitos en saraos, fiestas y banquetes, en los que se incorpora lo alegórico moral para recordar cómo hay ocasión de pecado en cualquier lugar.

Ilustración 3 Anónimo, El juicio a un alma. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Alto Perú (Bolivia). Phoenix Art Museum, Phoenix. (Dominio público)

 

Detrás de todos estos elementos se encuentra la capacidad y la imaginación para poner en una pintura lo irrepresentable. Representar el pecado, los malos sentimientos, el alma y la redención, que son conceptos abstractos, desafía la capacidad de mostrar los valores de un orden social. Es importante el asunto de la oscuridad y la clasificación de los distintos elementos que propondría el orden visual sobre cómo deben ser los estados del alma.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Gallego, Julián. (1996). Visión y símbolos en la pintura española del Siglo de Oro. Madrid: Cátedra.

Martínez del Río de Redo, Marita. (1994). Los biombos en el ámbito doméstico: sus programas moralizadores y didácticos. En Jaime Cuadriello et al. Juegos de ingenio y agudeza. La pintura emblemática en la Nueva España. México: Museo Nacional de Arte, Conaculta.

Mendiola, Alfonso. (2003). Retórica, comunicación y realidad. La construcción retórica de las batallas en las crónicas de la Conquista. México: Universidad Iberoamericana.

 

 

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