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La vida de María y san José

Emergencia visual de san José

San José es la figura novedosa en el andamiaje de la conformación de la familia moderna, así como también en el tipo de relación “familiar” con la Virgen. El tema de san José era completamente nuevo para los siglos XVI y XVII. Se trata de una figura extrañamente marginal en la tradición católica, pues su proceso de formación y creciente importancia se concreta especialmente en el siglo XV, a través de los sermones franciscanos, las representaciones teatrales y los retablos (Payan, p. 295). Esta tardía presencia se debe principalmente a que los evangelios guardan profundo silencio sobre su imagen, sus acciones y su relación con Jesús. Igualmente está ausente en la mayoría de los evangelios apócrifos, donde sus menciones son mucho más escasas que las que se hacen de la Virgen. En los evangelios solo está presente en los momentos previos al nacimiento del Niño junto a la Virgen. El resultado de estos silencios y ausencia fue la marginación histórica del personaje, quien no apareció claramente representado en la tradición cristiana.

Mapa 1. Porcentaje de la vida de María y san José en relación con la categoría vida de la Virgen

El Evangelio de Mateo, escrito para judíos conversos al cristianismo, menciona a san José porque era importante demostrarles que Jesús descendía de David, para cumplir con las escrituras. San José, según este evangelio, desciende de este tronco (Mateo, 1:1-16). De esta manera se buscaba justificarles a los judíos el carácter mesiánico de Jesús. Cuenta el Evangelio que era carpintero en Nazaret cuando le fue anunciado el desposorio con María a través de un sueño (Mateo, 1:20), para ser padre putativo. San José vuelve a aparecer en la huida a Egipto y en la adoración de los pastores. Por su parte, el Evangelio de Lucas proporciona algunos datos: está presente en el nacimiento, la circuncisión y la desaparición de Jesús en el templo, a los doce años. La Iglesia primitiva le prestó poca atención, su culto apareció hasta el siglo VI, pero solo hasta el siglo XVI, por iniciativa de santa Teresa de Jesús y los jesuitas, comenzó a extenderse. Sin embargo, muchos datos pictóricos del personaje fueron tomados de los evangelios apócrifos, especialmente del titulado “Historia de José el carpintero” del siglo V o VI.

El proceso de conquista de América impulsó a la figura de san José, al considerársele «padre putativo» de la conquista espiritual. A partir de 1679 contó con el favor de la Corona, que lo proclamó figura tutelar de las misiones. La importancia, entonces, de san José fue creciente y estuvo particularmente vinculado a las series visuales de la vida de la Virgen. La producción visual sobre este personaje estuvo fortalecida por el ascenso de la idea de la paternidad, lo cual se refleja en algunos de los temas que más se emplearon en Iberoamérica. En la gráfica de temas de San José, el tema más representado corresponde a este con el Niño, casi el 70 %, lo que aporta una clara dirección a su presencia en el continente. Y, como se observa en el mapa 1, la mayor parte de la producción se reparte equitativamente en las diversas regiones. En cantidad de temas, innovación visual y modos de representación muestra que las regiones con mayor producción son la Nueva Granada, Argentina, Venezuela, Nueva España y Chile.

 

Temporalidad de san José

La importancia de san José en el entorno iberoamericano asegura su presencia a lo largo de los dos siglos y medio, como se observa en la línea de tiempo (gráfica 1). El siglo XVII es el periodo en que más se le representa, en buena medida debido al fortalecimiento del ideal de familia, del sentido de los desposorios y del lugar del hombre como esposo-padre dentro de la familia, imagen encarnada en san José. La mayor parte de estos temas corren paralelamente, lo cual también destaca el lugar que ocupa desde el siglo XVII, sin embargo, puede observarse que no aparecen registradas pinturas para el siglo XVI, lo que confirma el proceso tardío de conformación de estas imágenes.

Gráfica 1. Línea de tiempo de las pinturas de la vida de María y san José

 

Patrones visuales de san José

La presencia de san José como figura rescatada tardíamente en el cristianismo desató su devoción especialmente por su condición de padre, y no tanto por el hecho de ser el esposo casto de la Virgen María. Como se ha mencionado, las escenas de san José no tienen un sustento bíblico que preceda o inspire su tratamiento. En la construcción de su figura tuvo mucha influencia el protoevangelio de Santiago y la “Historia de José el carpintero”, texto egipcio bizantino probablemente del siglo VI. Debe tenerse en cuenta que los pintores muchas veces empleaban los flos sanctorum de su época, libros que narraban en el formato de calendario anual las vidas y virtudes heroicas de los santos. Uno de estos textos es el de Ribadeneyra, que en la fecha correspondiente al 19 de marzo (Ribadeneyra, 1790, p. 510) ubica la historia de José, que debió nutrir una buena parte de las representaciones. Una característica especial de estos siglos (Arriba Cantero, 2013, p. 58) es el rejuvenecimiento de san José, pues en la Colonia se lo pinta como un hombre joven, que contrasta con la representación renacentista de un hombre anciano (Sebastián, 1990, p. 200).

Ilustración 1. Anónimo, San José y el Niño Jesús. Óleo sobre tela, siglo XVII, Perú. Colección Brooklyn Museum, Nueva York. (Dominio público)

 

Estas fuentes no evangélicas tratan de cubrir los hechos que no mencionan los textos neotestamentarios de la tradición católica. Por esta razón, los temas son apócrifos: parten de la imaginación y de los mismos vacíos de lo escrito en los evangelios. Entre los seis grandes temas que aparecen en la gráfica sobre san José debe prestarse atención al más importante de ellos, san José con el Niño (ilustración 1, Arca 20619). Estas imágenes tienen auge a partir del siglo XVII, adquiriendo fuerza en los tiempos posteriores a la conquista de América y la fijación del sentido paternal. Las imágenes son sencillas, no tienen una caracterización narrativa compleja, pues son representaciones devocionales que, por lo general, tienen el mismo patrón: san José de medio cuerpo en posición de tres cuartos, levemente inclinado hacia el espectador, en actitud de presentar al Niño. Se trata de un hombre medianamente joven, que, a diferencia de las pinturas de la Virgen con el Niño, y como detalle dramático, no tiene contacto físico con el niño, ya que siempre los separa algún tipo de tela.

El segundo grupo de imágenes de san José son las relacionadas con su propia muerte. Se trata de un tema que caracteriza al Barroco, que, con su obsesión cultural por el final de los tiempos y, concretamente, por la muerte, le traza una iconografía muy propia. El patrón es el mismo (Arca 13697), que también es el modelo de las pinturas que representan la muerte de santos y santas cuando se trata de una muerte ejemplar: el sujeto en su lecho de agonía, rodeado por los seres queridos, en este caso Jesús adulto, María y los ángeles. Como los datos sobre san José son escasos, igualmente son escasas las formas de representarlo en otro tipo de situaciones. Algunas escenas están vinculadas a las pocas noticias que trasmiten los evangelios sobre su vida, especialmente presente en los preámbulos de los desposorios con María: la más significativa es el apócrifo sueño de José, en el que se le anuncia que será padre putativo (Arca 6064). Si bien no es un tema corriente, se da bajo el mismo formato, como el ejemplo mencionado.

Alternativamente hay algunas imágenes que resultan de interpretaciones a los pocos textos bíblicos que lo mencionan, que por sí mismos no forman un conjunto representativo de imágenes, sino más bien casos aislados. Estas imágenes neotestamentarias tratan de ilustrar la obediencia a los designios de Dios en expectativa de sus propios sentimientos. Algunas de estas son san José elegido como esposo de la Virgen (Arca 15096), José arrepentido frente a la Virgen (Arca 15097) y la duda de José (Arca 6810).

Ilustración 2. Anónimo, San José con el Niño. Óleo sobre tela, siglo XVIII, Nueva España. Colección Museo Colonial, Bogotá. (Fotografía del Museo Colonial/Óscar Monsalve)

 

Pero lo más interesante de estos intentos visuales es la importancia que se le proporciona a san José en algunas advocaciones, las cuales son reflejos de las advocaciones marianas o, si se quiere, una extensión de las mismas. Entre estas, la que tiene mayor presencia es la de los patrocinios de san José. Estos funcionan de manera similar a los de la Virgen: san José en el centro, con la capa extendida y algunas personas cobijándose debajo de ella (Arca 14192), lo que simboliza protección. El segundo tema es el igualmente apócrifo de la coronación de san José, pero, a diferencia del de la Virgen, no hay presencia de la Trinidad, porque no es dogma ni tradición de la Iglesia, lo corona el Niño Jesús (Arca 2850). De cualquier forma, el modelo es similar. A continuación, algunas advocaciones que no son comunes pero están muy cerca de las marianas: san José de la Luz (Arca 9296), con una iconografía prácticamente igual a la de la Virgen de la Luz (Arca 4250) (Rodríguez Nóbrega, 2009, p. 211), y la mediación o el ministerio de san José (ilustración 3, Arca 1268).

 

San José y la imagen de paternidad

De la misma manera como las pinturas de la Virgen con el Niño tuvieron intención de generar un discurso sobre la maternidad “moderna”, este fue el mismo objetivo de estas pinturas de san José. Curiosamente, en algunas regiones americanas, como en el Nuevo Reino de Granada, tuvieron mayor proliferación que las de la Virgen. Culturalmente simboliza la individualización del sentimiento de paternidad, que incluso encontró su justificación al acuñar la fuerte imagen de ser padre en un entorno espiritual. Se trataba de espiritualizar al padre de familia como director de la casa-convento. Pero, al mismo tiempo, en el Barroco se afianzó el apelativo de “padre” para los sacerdotes, lo que reemplazaba al “cura” de almas medieval. Aquí la propuesta es complementaria a la del padre de familia. Se le proporciona cierta prestancia social al sacerdote al elevarlo a “padre” espiritual, lo que remite a la idea del sustituto de la familia nuclear, pero esta vez padre de un gran cuerpo social. Este apelativo, que hasta hoy se conserva, es un claro resultado de los efectos del Concilio de Trento, que se preocupó por la formación eclesiástica.

Ilustración 3. José de Alcíbar, El ministerio de san José. Óleo sobre tela, ca. 1771, Nueva España. Colección Museo Nacional de Arte, México. (Dominio público)

 

Estas imágenes insisten en la figura del padre consejero, cuyo modelo se tomó de la parábola evangélica del hijo pródigo, en la que el padre benevolente reintegra a los descarriados a su casa. Esta problemática implicó un desplazamiento de la imagen de padre autoritario, lo que a su vez fue un aporte decisivo a la modificación de la imagen moderna de padre, a la que se añadió la promoción iconográfica de san José (ilustración 2, Arca 17497). Se puede llamar la atención sobre el atributo que generalmente posee, la azucena o el lirio, que representan la castidad. Este símbolo es significativo porque implica que el padre, como el sacerdote, debe guardar modestia en sus comportamientos, lo que es parte del discurso eclesiástico que insiste en la importancia de la castidad matrimonial. La virtud de la modestia era el control absoluto sobre los sentimientos y las pasiones, el punto medio.

Además de llevar las riendas de la administración de la casa y del orden de la misma, sobre él recae el orden moral, pues se le consideraba fundador de la “religión” en su casa, y era su obligación mantenerla.

La función del padre es hacer de su casa un pequeño monasterio, en el que rige sus destinos de manera similar a un prior conventual. Además de llevar las riendas de la administración de la casa y del orden de la misma, sobre él recae el orden moral, pues se le consideraba fundador de la “religión” en su casa, y era su obligación es mantenerla. La obligatoriedad de llamarlo “padre” tenía en esta perspectiva un sentido conventual, la forma de nombrarlo imprimía una experiencia religiosa. El poder que ejercía el padre dentro de la casa-convento estaba regulado idealmente en términos de relaciones de familiaridad, que de manera muy medieval se establecían en cinco modos: una familiaridad potestativa, sobre los hijos; la dominativa, sobre esclavos; la directiva, entendida como “corrección de las costumbres de su mujer”; la familiaridad con sirvientes libres; y, por último, “maestro en orden a sus discípulos”. De esta manera, como padre, le recaía la autoridad moral sobre su casa religiosa, no solo en relación a la educación de sus hijos, sino también en cuanto a la dirección de su esposa y la corrección de criados y esclavos.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Aries, Philippe. (1987). El niño y la infancia en el Antiguo Régimen. Madrid: Taurus.

Arriba Cantero, Sandra de. (2013). San José. Revista Digital de Iconografía Medieval, V(10),  57-76.

Interián de Ayala, Juan. (1782). El pintor christiano y erudito, ó tratado de los errores, 2 tomos. Madrid: D. Joachín Ibarra.

Payan, Paul. (2006). Saint Joseph. Une image de la paternité dans L´occident Médiéval. París: Éditions Flammarion.

Ribadeneyra, Pedro. (1790). Flos Sanctorum o libro de las vidas de los santos. Barcelona: Imprenta de los consortes Sierra, Oliver y Martí.

Rodríguez Nóbrega, Janeth. (2008). Arte y mística en Venezuela. Las visiones celestiales y el éxtasis en la pintura de la provincia de Caracas. León: Universidad de León.

Sebastián, Santiago. (1990). El Barroco iberoamericano, mensaje iconográfico. Madrid: Ediciones Encuentro.

 

 

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