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La cultura digital y la cultura visual colonial

Retos digitales e historia

A comienzos de la última década del siglo XX se hizo pública la World Wide Web (www), que sintetizaba desarrollos tecnológicos de los cuarenta años anteriores. A finales de aquella misma década no había más de diez millones de computadoras conectadas a la red, pero en el 2015 ya tenían acceso a la web cerca de 3200 millones de personas, que representa cerca del 45 % de la población mundial. Este fenómeno, también llamado el salto digital, se caracteriza por una creciente y excesiva circulación de información, siendo este uno de los problemas más sobresalientes de los comienzos del siglo XXI. Internet ha generado un mayor acceso a todo tipo de conocimiento. Por supuesto, la información de carácter histórico se ha incrementado, como también han crecido las comunidades de lectores y se han generado cambios en la manera de leer el pasado y en cómo los historiadores se acercan al dato. Esta transformación en el acceso a la información, para muchos, se equipara a la revolución de la imprenta en el siglo XV, la que no solo sacó el conocimiento de las escasas bibliotecas monásticas medievales y lo puso al alcance de cualquiera interesado, sino que también generó nuevas tecnologías (Piscitelli, 2002, p. 154). Es decir, de la web a la imprenta hay un largo recorrido, en el que la historia, la conservación de la memoria y el pasado están estrechamente relacionados.

De esta forma, la historia, como las demás ciencias sociales y humanas, ha tenido un proceso de transformación en las últimas dos décadas debido al crecimiento de la cultura digital. Este ascenso obliga a plantear una nueva pregunta a la disciplina: ¿cómo se transforma el quehacer histórico con la aparición y popularización de la web? (Rosenzweig, 2011). La pregunta no solo cubre la inquietud por las formas como se emplea la historia, sino que, además, aboca al cómo se está transformando la narrativa histórica. Este e-book es un ejercicio que pretende también responder a esa inquietud. La complejidad de elementos que intervienen en la relación disciplina histórica, tecnología y cultura ha generado, desde finales de la década del noventa, la aparición de nuevas vertientes teóricas y metodológicas que reflexionan sobre este impacto. Entre ellas se encuentran las humanidades digitales, las cuales se han encargado de explorar el cada vez más complejo mundo de la cultura digital. Así mismo, recientemente se está abriendo un campo aún más específico, la historia digital. Esta no solo reflexiona acerca de los problemas del impacto de los sistemas digitales en la disciplina, sino que también busca alternativas para comunicar el conocimiento histórico en la revolución que supone la web a través de la internet en estas últimas dos décadas (Gallini y Noiret, 2001, p. 16).

Desde hace unos años, el acceso virtual a las fuentes históricas tiene un efecto más potente, no solo debido a la digitalización de los archivos, sino también por las implicaciones que conlleva en el análisis del pasado.

Un breve balance de las transformaciones que ha tenido el quehacer de la historia con la existencia de la web tendría en cuenta al menos tres grandes campos: las nuevas formas de concebir la historia, la generación de nuevos estilos de escritura y comunicación multimediales y multimodales, y una concepción diferente de lo que se denomina fuente histórica. En este último campo debe reconocerse la revolución que introduce la web en lo que la historiografía tradicionalmente llama fuentes, lo que pone en cuestión la forma de concebir el dato, y su nuevo debate, el big data. Desde hace unos años, el acceso virtual a las fuentes históricas tiene un efecto más potente, no solo debido a la digitalización de los archivos, sino también por las implicaciones que conlleva en el análisis del pasado. A partir de dicho planteamiento se lleva a cabo esta propuesta de investigación articulada sobre el contenido digital de la base de datos Arca, que es también una excusa para introducir la reflexión acerca del quehacer del historiador desde la historia digital.

La reflexión parte de los obstáculos que se encuentran para realizar una investigación de esta naturaleza. El primero de ellos son las fuentes. La recopilación de pinturas se enfrenta con una serie de problemas, entre los cuales sobresalen dos: en primer lugar, la vulnerabilidad del dato, pues las pinturas coloniales, por lo general, no están firmadas ni fechadas, y además, al introducirse estas dentro de los mercados del arte y en los diferentes tipos de coleccionismo pierden la precisión de su origen y se descontextualizan. Su recuperación se dificulta porque no se encuentran concentradas en un repositorio. Los archivos visuales coloniales están desperdigados a lo largo y ancho de América, en iglesias y conventos, museos, bancos, institutos y centros de imágenes, catálogos de exposiciones y multitud de páginas web, que abarcan desde muestrarios de coleccionistas, museos, galerías y casas de subasta, hasta páginas de agencias internacionales, como la Interpol. Un segundo obstáculo es la pérdida de identidad del objeto visual en el momento en que se vincula el arte colonial a un espectro de lo nacional como creación del siglo XIX.

¿Cómo se vincula un contenido digital con estas nuevas formas de narración y cómo se pone en cuestión el problema de la fuente y el dato al incorporar tecnologías de la red?

Pero estos problemas tienen una dimensión diferente en el momento en que este acervo de casi veinte mil imágenes se convierte en un contenido digital. No solo se pone en un contexto geográfico la producción de temas visuales, precisamente para mostrar cómo se dieron los circuitos de producción de las pinturas y los contenidos temáticos, y cómo estos aspectos manifiestan una cultura del cuerpo y de los gestos. Al convertir este acervo en un contenido digital, además de construir un repositorio de “fuentes”, también se convierte en un instrumento para interrogar a las nuevas narrativas historiográficas desde la perspectiva de la historia digital, cuya condición de estar en red propone una forma distinta de tratar el dato. Entonces, la pregunta es ¿cómo se vincula un contenido digital con estas nuevas formas de narración y cómo se pone en cuestión el problema de la fuente y el dato al incorporar tecnologías de la red?

Convertir un conjunto de artefactos culturales coloniales en un contenido digital implica un riesgo en tanto que el problema conceptual se mueve en dos extremos temporales, lo colonial y la tecnología contemporánea. Sin embargo, la elaboración de un contenido digital se convierte en un reto metodológico porque integra las nuevas narraciones digitales históricas amparadas en las propuestas teóricas y metodológicas de las humanidades y la historia digital. La elaboración y montaje de esta plataforma virtual georreferenciada de cultura visual trata de resolver la cuestión del acceso a los datos coloniales y ofrece una primera herramienta interactiva, denominada Tableau que se encuentra en el portal de ARCA, para el tratamiento de metadatos, cuyas gráficas permiten interpretar las maneras como la pintura genera representaciones culturales. Pero más allá de los resultados técnicos de esta plataforma, su elaboración abocó a una reflexión acerca de los problemas que plantean las nuevas narrativas a la historiografía digital. La cuestión central es el carácter que adquiere la postulación de la información como “fuente” en relación al impacto que tiene la cultura digital y la transformación del dato en el mundo contemporáneo.

 

Humanidades digitales y la imagen colonial

Como se ha mencionado, el punto de partida que inició esta reflexión se enmarca dentro de las llamadas humanidades digitales, las cuales son el resultado de la interacción entre las nuevas prácticas sociales y las tecnologías (Drucker, 2016). Se parte del principio de que en la era digital está trasformado el sentido y la proyección de las humanidades, al menos en dos sentidos: en cuanto al volumen de la información procesada y a los desafíos de aprendizaje que proponen los avances de la informática. Las humanidades digitales se preocupan por la investigación del impacto de lo informático en la cultura, el análisis de datos culturales a gran escala, y el diseño y desarrollo de colecciones digitales. Estos aspectos tienen que ver, por supuesto, con los efectos del big data en las humanidades y en las ciencias sociales, lo que supone un nuevo problema: cómo asumir la nueva cultura de datos que corre en la red. De esta forma, la cultura digital impone tres retos a las ciencias humanas: el acceso a la información, su comunicación y su análisis.

Baltasar Vargas de Figueroa, Martirio de Santa Bárbara (detalle intervenido). Óleo sobre tela, ca. 1660, Nueva Granada. Arquidiócesis de Bogotá. (Arca 16808)

El reto que nos interesa en este caso es cómo comunicar en el marco de las lógicas de las nuevas narrativas digitales. Esto significa que no solo se comunica a través de un discurso argumental, sino que, además, puede hacerse uso de la hipertextualidad y los múltiples recursos digitales, como se trató de hacer en este e-book y en el contenido digital Arca. A lo largo del siglo XX, la historiografía del arte y de la historia colonial dio cuenta de que la imprecisión de los datos de las pinturas era un problema central cuando se trataba de analizar las imágenes y sus implicaciones culturales. Los esfuerzos por recopilar los datos de la producción visual colonial se dieron en dos circunstancias: primero, desde finales del siglo XIX hasta la década de los años veinte se llevaron a cabo proyectos nacionales para elaborar catálogos de artistas o de las llamadas escuelas de arte coloniales; y, en segundo lugar, con la creación de los institutos nacionales para la conservación patrimonial, los cuales comenzaron a activarse en la década de los años treinta y tuvieron un segundo impulso en los años ochenta, bajo el fortalecimiento del concepto de patrimonio y la necesidad de conservarlo.

Desafortunadamente, no se han concretado esfuerzos para crear visual y editorialmente una “pinacoteca colonial” americana que permita comparar los datos regionales, y quizá por esto el interés por la historia del arte colonial ha sido exiguo. Sin embargo, los esfuerzos por recopilar obras coloniales han cobrado vigencia en las últimas décadas debido a la popularización de la web, lo que ha transformado la manera como el investigador se acerca a la producción visual. Este impacto ha permitido la comunicación de datos de pinturas a través de distintos tipos de páginas web y redes sociales, lo que ha incidido en la creación de formas nuevas de generar archivos virtuales. Por ejemplo, las colecciones virtuales que están presentes en algunas páginas de museos o la presencia de temáticas de pinturas coloniales en redes sociales como Pinterest o Flickr. De hecho, el origen “aficionado” de algunos de estos archivos produce que los datos de la colección visual contengan muchos errores e imprecisiones. Sin embargo, se trata de esfuerzos de recopilación de arte colonial que hasta hace muy poco eran aislados, y que hoy permiten un mejor conocimiento de la pintura y la cultura colonial. En otras palabras, el historiador está en la capacidad de crear archivos especializados y la manera como se presentan se comporta como una narración histórica.

Sin embargo, el interés por agrupar los acervos de arte colonial en grandes volúmenes de imágenes aún son exiguos. La agrupación se ha dado en dos grandes grupos. El primero de ellos corresponde a los esfuerzos de algunos museos y colecciones privadas por sistematizar y aportar datos que son resultado de las investigaciones recientes sobre sus colecciones. En Estados Unidos, y en contados casos en América Latina, las páginas web de los museos exponen sus colecciones de arte colonial hispanoamericano o anglosajón en bases de datos de información compleja, analizada y debidamente contextualizada, como, por ejemplo, Gibbes Museum of ArtThe Colonial Williamsburg Foundation. Entre las colecciones privadas puede mencionarse la colección peruana de los Barbosa-Stern. En esta categoría son importantes los esfuerzos de algunos gobiernos por poner en la red los datos de su patrimonio colonial albergado en museos, como es el caso de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile. Pese a este empeño, muchas veces estas páginas no aportan datos claros en cuanto a procedencia o autoría, pero, al menos, permiten observar en conjunto el volumen de la pintura colonial. Esta es su importancia: ponen al alcance información a través de la red.

Al segundo grupo lo conforman páginas web que presentan volúmenes significativos de pinturas coloniales americanas, principalmente iberoamericanas, con algún criterio preestablecido. Estas propuestas tienen por objetivo fundamental rescatar y graficar el dato. Entre ellas se destaca Pessca, que acumula cerca de cuatro mil pinturas coloniales con un importante aporte de datos: sus correspondencias con los grabados que las inspiraron, de modo que confirma esa vieja especulación que no había sido demostrada de forma abundante. La segunda propuesta es BaroqueArt, proyecto apoyado en las humanidades digitales, que alberga cerca de catorce mil pinturas producidas en Europa y América entre los siglos XVI al XVIII. Este breve recorrido por la forma como se comunican los datos del denominado arte colonial pone de presente un gran problema: con la popularización de los datos en la web hay un acceso ilimitado a la información visual colonial que paradójicamente nos sobrepasa por su dispersión, y por esto es urgente concretar proyectos que permitan armar una gran pinacoteca virtual, de modo que se pueda tener una visión comparativa de los datos de la pintura colonial.

Finalmente, es importante atender al análisis de los volúmenes de datos. Las actuales tendencias digitales están ofreciendo una gran cantidad de alternativas para el análisis de información. Sin embargo, el mencionado procesamiento de big data —o datos masivos— se está posicionado como una alternativa para procesar la producción cultural que circula en la web. Y el problema sobrepasa la historia, porque también se trata de observar cómo se produce y se distribuye la cultura en el ordenamiento de una sociedad conectada. Desde esta perspectiva, este e-book, como ejercicio de la historia digital, trata de explorar nuevas herramientas para el análisis de la información digital. Las nuevas tecnologías de digitalización ofrecen la posibilidad de extender la escala de la investigación más allá de los mecanismos que se empleaban tradicionalmente para comunicar los resultados.

Como en los tiempos de la revolución de la imprenta, cuando el conocimiento se puso al alcance de una mayoría, la popularización de la web a través de internet ha puesto la historia también al alcance de una mayoría.

En estos tiempos, un compromiso del historiador es atender a los desarrollos de las tecnologías que son aplicadas exitosamente en campos diferentes a los de las humanidades. El impacto del big data es uno de ellos, en la medida que la recuperación de información mediante la creación de programas no es un fin en sí mismo, sino un medio para lograr la recuperación de los datos dispersos que por medios tradicionales sería muy fragmentaria en su desempeño. Una adecuada recuperación de datos posibilita una apropiada narración no lineal y multimedial, ajustada a los nuevos medios y culturas de la información a las que nos enfrentamos. Para el presente caso se buscó precisamente esto, generar una herramienta para la recuperación de la información visual colonial a gran escala y la estructuración de herramientas para su análisis, igualmente a gran escala, empleando los principios del big data. Como en los tiempos de la revolución de la imprenta, cuando el conocimiento se puso al alcance de una mayoría, la popularización de la web a través de internet ha puesto la historia también al alcance de una mayoría. Se aprende historia no solo en los libros, sino en los cada vez más populares videojuegos, las wikis (sitios web colaborativos), las aplicaciones, etc. La cultura digital impone nuevos retos que no solo se agotan en esta transformación de la fuente y el dato sino en las narrativas. Las herramientas digitales están al alcance de las humanidades y este libro es un ejercicio que refleja esto.

 

 

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Álvaro, Sandra. (s. f.). Big Data y humanidades digitales: de la computación social a los retos de la cultura conectada. Barcelona: Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Disponible en: http://lab.cccb.org/es/big-data-y-humanidades-digitales-de-la-computacion-social-a-los-retos-de-la-cultura-conectada/ 

Banco Mundial. (2016). Dividendos digitales. Washington: Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. Estados Unidos: Banco Mundial.

Dougherty, Jack y Nawrotzki, Kristen. (2011). Writing History in the Digital Age.  Michigan: Michigan University Press. Versión digital, 2013. Disponible en: http://writinghistory.trincoll.edu/

Drucker, Johanna. (2016). Introduction to Digital Humanities. Concepts, Methods, and Tutorials for Students and Instructors. Los Angeles: UCLA. Disponible en: http://dh101.humanities.ucla.edu/.

Gallini, Stefania y Noiret, Serge. (2011). La historia digital en la era de la web 2.0. Introducción al dossier Historia Digital. Historia Crítica, (43), 16-37.

Piscitelli, Alejandro. (2002). Ciberculturas 2.0. En la era de las máquinas inteligentes. Barcelona: Paidós.

Pons, Anaclet. (2013). El desorden digital. Guía para historiadores y humanistas. Madrid: Siglo XXI.

Rosenzweig, Roy. (2011). Clio Wired. The Future of the Past in the Digital Age. Nueva York: Columbia University.

 

 

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