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Órdenes mendicantes

Una espiritualidad para la evangelización

La organización de órdenes religiosas tiene sus orígenes en los eremitas y anacoretas de los siglos II al IV, que tomaron como ejemplo la austeridad practicada por Cristo durante su prédica, principalmente el periodo de los cuarenta días en el desierto, y por los apóstoles y las comunidades cristianas primitivas. Basada en la idea del apartamiento del mundo, fue una opción válida para muchos cristianos, quienes buscaban rechazar la opulencia de la sociedad romana, sobre todo en tiempos de persecución, como una forma de alcanzar una vida de oración y contemplación más perfecta lejos de las ciudades. El mejor ejemplo de esto son los llamados “padres del desierto”, como san Antonio el Eremita y san Pacomio, a quienes la tradición adjudica la redacción de la primera regla monacal.

Esta forma de monacato más radical, basada en la automortificación del cuerpo y la abstinencia, dio lugar a un formato moderado de vida en comunidades apartadas, en las que los miembros se encontraban sujetos a una regla que promovía la humildad y la moderación. La regla de san Benito de Nursia, fundador de la tradición monacal en Occidente, puede resumirse en la máxima “ora et labora” (reza y trabaja), la cual promueve una vida de disciplina basada en el trabajo manual de la comunidad conventual y de la contemplación de Dios.

Las donaciones de ricos aristócratas y la dote de entrada para los novicios condujeron a que las comunidades monacales amasaran grandes fortunas, lo que ocasionó el auge de nuevas modalidades de monacato que se alejaban de los principios del ascetismo. Los benedictinos y sus reformas dominaron el mundo medieval hasta este siglo XIII, cuando aparecieron las órdenes mendicantes. Este contexto explica la necesidad de replantear la pobreza. Los monjes vivían en comunidades cerradas rurales, cuyos vínculos con las ciudades y otras comunidades se basaban principalmente en la venta del excedente de alimentos en los mercados locales. Por esta razón no lograron contrarrestar la influencia de las herejías dualistas del siglo XIII, como tampoco satisfacer las necesidades espirituales de los crecientes centros urbanos. Este contexto dio lugar al auge del nuevo modelo de los mendicantes.

En sus orígenes medievales, las órdenes mendicantes fueron una serie de organizaciones religiosas de origen urbano y burgués que se caracterizaron por basar su subsistencia en la economía de beneficio, es decir, en la caridad lograda por la acción de mendigar. Por esta expresión se entiende también el acto de recorrer el mundo mendigando y predicando el evangelio. Las primeras de estas órdenes aparecieron a comienzos del siglo XIII como resultado del movimiento reformista papal conocido como la reforma gregoriana. Además se constituyeron en una respuesta a varios grupos heréticos (cátaros, albigenses, etc.) que criticaban fuertemente lo que se percibía como la corrupción de la Iglesia y su acumulación de riquezas. Los hermanos mendicantes debían servir como ejemplo para contrarrestar la influencia de las herejías más ascéticas, como la de los cátaros en el sur de Francia. Entre las órdenes mendicantes más famosas se encuentran los dominicos, los franciscanos, los mercedarios, los agustinos y los carmelitas, aunque con el paso del tiempo aparecerían unas nuevas.

A diferencia de los modelos anteriores, como los caracterizados por las reformas benedictinas de Cluny y el Císter, estos frailes tuvieron una organización interna basada en el establecimiento de casas de prédica en las grandes ciudades, así como de hostales e instituciones de estudio, con una jerarquía interna soportada en un procurador general y capítulos provinciales, tal y como era el caso de las órdenes religiosas militares. El modelo aquí descrito, más característico de los dominicos que de los franciscanos, sería adoptado después por otras órdenes, como los carmelitas o los agustinos. Aunque habían nacido para la itinerancia, a comienzos del siglo XIV se habían “apoderado” de las nacientes universidades, dando lugar a la formación de la escolástica y a una brillante época de debate intelectual. Eran los tiempos del dominico Tomás de Aquino y de los franciscanos Duns Escoto y Roger Bacon. Esta preparación intelectual los dispuso para tomar las riendas de la naciente Inquisición y, un par de siglos después, para que el papado resolviera enviarlos a evangelizar a los recién descubiertos “paganos” del Nuevo Mundo.

 

Referencias bibliográficas y lecturas recomendadas

Andrews, Frances. (2006). The Other Friars: The Carmelite, Augustinians, Sack and Pied Friars in the Middle-Ages. Suffolk: The Boydell Press.

Berman, Constance. (2009). Monastic and Mendicant Communities. En A Companion to the Medieval World (Lansing & English Ed.). Oxford: Wiley-Blackwell.

Little, Lester. (1980). Pobreza voluntaria y economía de beneficio en la Europa medieval. Madrid: Taurus.

 

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