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La Virgen de Guadalupe

Descripción: el novohispano Miguel Cabrera es uno de los pocos pintores que escribieron sobre su oficio. En los siguientes fragmentos del texto “Maravilla americana”, impreso en 1756, describe la composición material de la tilma en la que se le apareció, según la tradición, la Virgen de Guadalupe a Juan Diego. Igualmente describe las diferentes técnicas de pintura que contiene la representación de la Virgen de Guadalupe. Con estos elementos argumenta el carácter sobrenatural del objeto.

 

Párrafo I

Maravillosa duración de la imagen de Guadalupe

 

La larga duración más de doscientos y veinticinco años, que goza la admirable pintura de nuestra señora de Guadalupe, y las cualidades opuestas de esta duración, de que abundan en esta región mexicana, dentro de cuyos términos está el templo, donde se venera de todo este nuevo orbe, me hacen reflexionar desde luego en ella. Esta México, no solo fundado sobre una laguna y rodeado de otras, sino llenos también los valles que lo ciñen de abundante salitre; por lo que ha de ser su valle húmedo y cargado de partículas salitrosas, enemigos que avivados con lo templado de la región, son bastantes a desmoronar como cada día lo vemos, los edificios, y consumir aún al mismo hierro.

Lo cierto es, que no había menester el lienzo, en que esta delineada la sagrada imagen tan poderosa contraria para acabarle dentro de breve tiempo: basta solo la materia, de que se compone, para que a poco tiempo se deshiciera y para que lo lloramos ya destruido. Razón, porque juzgo, que debemos atribuir esta rara conservación un especial privilegio, que goza por estar pintada en él la sagrada imagen. Lo que se nos hará más perceptibles, si reflejamos en otra especial circunstancia, que me causó grande admiración cuando la observé.

Es el lienzo, o ayate, en que está pintada la reina de los Ángeles, de dos piezas iguales unidas, o cocidas con un hilo de algodón bien delgado, e incapaz por sí de resistir cualquier violencia. Pues este frágil hilo resiste, y ha estado, resistiendo por más de dos siglos la fuerza natural, peso, o tirantes de los dos lienzos que une, que son de genero por su naturaleza pesados, y muchos más recio que el débil algodón. El mismo frágil hilo ha resistido a los embates, que padece todo el lienzo en las más innumerables pinturas, y otras alhajas piadosas, que se tocan, y han tocado a la sagrada imagen en las ocasiones, que se abre la vidriera: que aunque esto se ejecuta todos los días; no puede menos, que haber sido muchas al cabo de más de doscientos años.

En una sola ocasión por los años de mil setecientos y cincuenta y tres, que estando yo presente, se abrió la vidriera, fuera de innumerables rosarios y otras alhajas de devoción pasaron, a mi ver de quinientas las imágenes que se tocaron a el lienzo; pues gastaron en es este piadoso ejercicio varias personas eclesiásticas de distinción más de dos horas; con lo que me confirmé en el dictamen, que tenía formado, de parecer exento este lienzo, y su celestial pintura de las comunes leyes de la naturaleza.

(…)

 

II

De la tela, o lienzo en que está pintada nuestra señora de Guadalupe

Es la tela, o lienzo, en que está pintada la Virgen Guadalupana, según parece, un tejido grosero de ciertos hilos que vulgarmente llamamos pita, que sacaban los indios de unas palmas propias de este país, de que en la antigüedad labraban sus pobres mantas, a las cuales en su natural idioma llaman ayatl, y nosotros vulgarmente ayate. Su trama y color es semejante al lienzo crudo, o Bramante de la Europa, que aquí decimos cotenze, aunque no es como el superior, ni el ínfimo, sino como el que regularmente tenemos por mediano.

Otros han discurrido, que esta maravillosa manta esta tejida de la pita, que sacaban del maguey. A lo que no asiento: y la razón es, que los ayates, que vemos de esta planta, y que todavía usan hoy los indios, son demasiadamente groseros; y el de nuestra imagen no es tanto, aunque lo parece por algunas marras o hilos, que se encuentran en su trama, semejantes al cotenze dicho.

Y a la verdad, que, para persuadirnos al entero crédito, y calificación del Milagro de esta pintura, me parece ocioso averiguar, si la materia, en que esta es de palma o maguey: porque una y otra es la más desproporcionada, que pudiera elegir un humano artífice; respecto a que sin disposición alguna había de ejecutar en ella una tan noble, y excelente pintura: lo que a mi ver, también la acredita de singular, como después veremos.

Lo que si debe por ahora excitar más admiración es la suavidad, que se experimenta en este ayate; pues toda aquella aspereza, que ofrece a la vista, y que por sí debería tener, por componerse de materia tan ordinaria, se le convierte al tacto en una apacible suavidad muy semejante a la de la fina seda, como lo he experimentado las repetidas veces, que he tenido la dicha de tocarlo: y ciertamente que no gozan de este privilegio los otros ayates de su especie.

(…)

 

V

De cuatro especies de pinturas, que concurren maravillosamente en la imagen de nuestra Señora de Guadalupe

Ya se ve que fuera gran monstruosidad en la naturaleza, que un individuo fuera compuesto de cuatro especies distintas de animales. Pues a la verdad, que poco menos diforme concibo yo en el arte un individuo, quiero decir, un artefacto o pintura, en quien concurriesen sobre la superficie de un solo lienzo cuatro especies de pinturas distintas, que son las se admiran hermosamente unidas en el lienzo de nuestra señora de Guadalupe. Pero esto que a un humano artífice fuera impracticable por su mucha disonancia y no poco desabrimiento, vemos ya practicando divinamente en este virgíneo lienzo con tal gracia y hermosura, que por más que yo lo exagere, no puedo decir tanto, cuanto ello mismo dice por el informe que da a los ojos, de quien le mira. Mano más, que humana fue, a mi corto juicio, la que ejecutó en este lienzo las cuatro especies dichas, tan disímbolas (como ya diré). ¿Y que salió de esta inusitada junta, o combinación de tan distintas pinturas? El todo salió asombro de perfecciones, pasmo de belleza, suavidad, unión, dulzura: y en fin salió portento de el más acendrado primor y valentía, que se puede imaginar en cada una de las cuatro especies que la componen: quedando en este divino retrato la pintura jamás antes vista, como de un pincel todo del cielo, que supo unir y sacar de lo disímbolo, o distinto de ellas el mayor conjunto de perfecciones de cuanto tiene bueno la pintura. Quien juzgare exagerativas estas expresiones, no ha visto con atención la milagrosa imagen de Guadalupe: obsérvela con atenta reflexión, que entonces ciertamente me culpara por qué digo tan poco de este divino encanto. Así lo entiendo pero digo tan poco; porque no sé decir más.

Son las cuatro especies, o modos de pintura, que en Guadalupe se admiran ejecutadas: al óleo una, otra al temple, de aguazo otra, y labrada al temple la otra. De cada una de estas especies tratan los facultativos, pero de la unión, o conjunción de las cuatro en una sola superficie, no hay autor, no solo que la haya practicado; pero ni que haga memoria de ella: y yo pienso que hasta apareció esta pintura de Guadalupe, ninguno la había imaginado.

Están según parece, en el bellísimo retrato de la princesa soberana de Guadalupe la cabeza y manos al óleo, la túnica y el ángel con las nubes, que le sirven de orla, al temple, el mano de aguazo; y el campo sobre que caen y terminan los rayos se percibe como de pintura labrada al temple. Son estas especies tan distintas en su práctica, que requiere cada una de por sí distinto aparejo y disposición: y no encontrándose en todas ellas alguno, como dejamos dicho, hace más fuerza su maravillosa y nunca vista combinación, y mucho más en una superficie como la de nuestro lienzo: para mi es este un argumento, que tan eficaz me persuado a que es sobrenatural esta prodigiosa pintura.

(…)

 

Cabrera, Miguel. (1756). Maravilla americana y conjunto de raras maravillas observadas con la dirección de las reglas del arte de la pintura en la prodigiosa imagen de nuestra señora de Guadalupe de México. México: Imprenta real, y más antiguo colegio de San Ildefonso,  pp. 1-4 y 11–15.

 

 

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