Una de las consecuencias de la Contrarreforma católica fue la revitalización de la idea de lo milagroso dentro del contexto de la Iglesia. Durante la Edad Media, lo milagroso era una parte de la mirabilia, lo maravilloso, por lo que remitía al milagro. Este se entendía como una manifestación del poder de Dios y tenía vital importancia en el pensamiento cristiano porque estaba relacionado con los portentos de Jesús, de acuerdo con la narración de los evangelios. Estos ocurrían por mediación de los santos o de las imágenes consagradas. Como ruptura de las leyes de la naturaleza y signos de la presencia de Dios, invocaban una acción espiritual sobre sus videntes u oyentes. Es decir, la importancia pedagógica de los milagros favorecía los procesos de conversión o las acciones de interés espiritual. Sin embargo, debido a esta importancia, en la Edad Media las acciones milagrosas tuvieron un proceso de popularización, incluso de vulgarización, por lo que la mayoría de ellas, especialmente las vinculadas a las imágenes o a las acciones de los santos, se convirtieron en blanco de los ataques reformados, que en muchas ocasiones llamaron la atención acerca de la débil frontera que los separaba de la superstición.
El hecho de que la Iglesia empezara a ver con ojos más favorables lo milagroso se debió, principalmente, a que servía como una herramienta efectiva contra las nuevas ideas religiosas y porque permitía una renovación del catolicismo, el cual podía parecer vacío y superficial a partir de las críticas planteadas por Lutero. Por estas razones, estos siglos generaron un proceso de definición más exacta de qué eran los milagros, y se comenzó a emplear un mecanismo más regulado teológica y jurídicamente para denominar un hecho como milagroso. En la primera mitad del siglo XVII, entre las reformas que Urbano VIII hizo a los procesos de canonización se estableció la prohibición de mencionar las palabras «milagro» o «milagroso» hasta que no hubiera una declaración oficial de la Iglesia, previo proceso de indagación. Se trataba de un tratamiento más cuidadoso para evitar la superstición.
Estos procedimientos aplicaron igualmente a las imágenes, las cuales jugaron un papel fundamental en las devociones. La cultura visual del Barroco se convirtió en una herramienta de comunicación de la majestad de la Iglesia católica y de las enseñanzas que deseaba transmitir a partir de la Contrarreforma. Además, la iconoclasia de varias sectas protestantes permitió una revaloración por parte de la Iglesia romana, lo que, en combinación con la creciente aceptación de lo sobrenatural, llevó a que muchos pintores de la época quisieran plasmar lo místico y lo milagroso en sus trabajos. Las imágenes podían tener dos perspectivas: evocaban los milagros de los santos, lo que pretendía alentar la devoción; o también las imágenes se podían convertir por sí mismas en objetos hacedores de milagros. En los lugares donde estos ocurrían usualmente se solía tener un libro de registro en el que se llevaba la cuenta de los milagros realizados por el ícono, de acuerdo con el beneficiario y del fraile que servía de notario apostólico. Esta medida de registro era efectivamente una herramienta de control sobre los eventos de carácter milagroso. Pero cuando estos ocurrían también había un proceso canónico para determinar la naturaleza real o ficticia del hecho.
Tras la verificación del milagro por las autoridades eclesiásticas correspondientes, seguía la exploración del lugar en que se había manifestado y muchas veces se erigía un santuario, lo que establecía una fuerte relación entre santuario e imagen milagrosa: el templo garantizaba la continuidad operativa de su actividad milagrosa. Sin embargo, esto no significaba que la Iglesia tuviera control sobre la teología de estos milagros. A nivel popular, había toda una serie de hechos concomitantes al milagro que las autoridades eclesiásticas consideraban que se desviaban de la teología ortodoxa, como los encantamientos, hechizos, ensalmos, etc. Dichos sucesos se deben a la gigantesca importancia que tenía la actividad milagrosa para la gente del común, sobre todo a la hora de curar las enfermedades, ya que esta era la principal solicitud que se hacía a estas imágenes. Estas eran precisamente las circunstancias que trataban de cuidar.
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