Se conoce como Reforma católica o Contrarreforma a las medidas llevadas a cabo por parte de la Iglesia católica para hacer frente a las críticas planteadas por la Reforma protestante. La Contrarreforma fue lanzada durante el papado de Pablo III (1534-1549), el cual se caracterizó por los múltiples intentos por disciplinar a la Iglesia romana. Entre las primeras medidas que se tomaron se encuentra la producción del reporte confidencial titulado Consilium de Emendada Ecclesia (1537). En este se hacía una fuerte crítica a la decadencia moral de la curia y se censuraban distintas prácticas, tales como la ordenación de sacerdotes poco calificados (incluido a veces niños pequeños), la venta de beneficios de la Iglesia, la pluralidad de cargos eclesiásticos en la misma persona, el absentismo —sobre todo de los obispos—, la falta de honradez y laboriosidad de la curia romana, la corrupción de las casas monásticas, la concesión de dispensas y de indulgencias a cambio de dinero (lo cual daba lugar al pecado de simonía), la negligencia y corrupción del papado, etc. La posibilidad de que este reporte cayera en manos de protestantes y fuera utilizado por Lutero para aumentar sus críticas al catolicismo llevó a su abandono.
Otra de las medidas fundamentales fue alentar la aparición de nuevas órdenes religiosas que reflejaran los valores cristianos de pobreza, humildad y vocación social. Entre las que se fundaron se encuentran los capuchinos (1528), los teatinos (1524), los somascos (1531) y las ursulinas (1535). También se auspiciaron reformas como la de los carmelitas. Sin embargo, la más importante de todas sería la Compañía de Jesús, popularmente conocidos como los jesuitas, quienes se convertirían en los principales adoctrinadores del catolicismo reformado. Estas fundaciones dejaban claro la preocupación contrarreformada por mejorar la formación del clero, que hasta entonces era muy débil. Unos años más tarde, bajo los efectos del Concilio de Trento, se organizaron los seminarios, en los cuales se trataba de proporcionarles formación teológica y filosófica a los futuros sacerdotes seculares. También se les ordenó a los obispos que tuvieran su residencia en sus diócesis, en donde se debían fundar estos seminarios para la propia educación de sus sacerdotes.
La Reforma católica tomó su forma definitiva precisamente en este Concilio de Trento, convocado por el papa en 1545 y el cual duró, de manera intermitente, hasta 1563. El Concilio trató, de manera alternada, temas relacionados con la doctrina, en respuesta a las ideas planteadas por Lutero, y la reforma de las prácticas de la Iglesia, la cual era la principal preocupación del emperador Carlos V. Entre las conclusiones del Concilio se destacan el rechazo de la doctrina de sola scriptia, según la cual toda doctrina debía estar basada estrictamente en la escritura bíblica, rescatando el lugar de las tradiciones eclesiásticas tales, el bautismo infantil y la confesión con el sacerdote. Igualmente, el catolicismo tomó una postura bien definida con respecto a la doctrina de la justificación: había acuerdo con las doctrinas protestantes en la necesidad de la fe para lograr la salvación, pero se rechazaba la idea de que solo esta (sola fide) garantizaba la redención del alma, dándole un papel central a las buenas acciones y a los siete sacramentos. Por esta razón se reforzó la experiencia sacramental, especialmente de aquellos que habían sido atacados por los reformados, como el orden sacerdotal, y se reglamentaron el matrimonio y la confesión.
En cuanto a las prácticas, se tomó partido por aquellas que habían sido duramente criticadas y atacadas por los protestantes, como el culto a las imágenes y las reliquias. Igual sucedió con el culto a los santos, que se respaldó fuertemente y se le proporcionó un nuevo impulso, de modo que se integró a las prácticas de piedad. Para que no se repitieran estos movimientos reformados, el catolicismo marchó hacia una religiosidad más controladora y vigilante: de allí la importancia de la procesión y las prácticas exteriores. Pero también se reforzaron las instituciones. En 1542 se fundó la Congregación del Santo Oficio, mejor conocida como la Inquisición romana, que se expandió solo bajo el pontificado de Pablo IV, en 1555. Las conclusiones de la Contrarreforma se plasmaron en la profesión de fe tridentina, declarada después del final del Concilio en 1564, en la cual se hicieron explícitas las líneas doctrinales del catolicismo, lo que marcó de una manera muchísimo más clara las diferencias entre la Iglesia católica y las distintas comunidades protestantes.
Atherstone, Andrew. (2015). Reformation: A World in Turmoil. Oxford: Lion Hudson PLC.
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